Dando el puntapié inicial a la materialización del principal punto del programa de gobierno referido a los trabajadores agrícolas, se ha anunciado la creación de una mesa técnica para la elaboración del Estatuto del Temporero, medida que reemplazará al Estatuto Laboral Agrícola que promoviera sin éxito la administración Piñerai. En los últimos meses, las discusiones han sido principalmente orientadas por los empresarios del rubro (Sociedad Nacional de Agricultura –SNA-, Asociación de Exportadores de Frutas –ASOEX), quienes ya en el mes de octubre visitaban la sede del partido socialista junto a otros máximos dirigentes de la CPC –Confederación de la Producción y el Comercio – para discutir las reformas que estaba impulsando el gobierno, especialmente laboral y tributaria. En diciembre, la ASOEX se pronunciaba respecto a la necesidad de aislar al sector agrícola de las reformas contempladas en el nuevo Código Laboralii, solicitud que en los primeros días del año fue respondida favorablemente por el gobierno a través del sub-secretario del Trabajo, quien anunció la nueva medida.
La idea de los agricultores para el proceso que se viene, siguiendo la línea de las declaraciones de la ASOEX, será repotenciar los principales argumentos ya esgrimidos en la “Comisión bilateral nacional agrícola laboral y social”, encargada de preparar el abortado Estatuto Laboral Agrícola, en la cual no participaban directamente los temporeros. En esta instancia, un punto de consenso entre grandes y pequeños productores fue que el trabajo agrícola necesita de flexibilidad y adaptabilidad para que las jornadas diarias se distribuyan de acuerdo al tipo de actividad que se desarrollaiii. Las principales necesidades de flexibilidad en el sector están dadas por las variaciones de la demanda, los riesgos agroclimáticos que subyacen a la producción sobre la naturaleza, así como también el carácter cíclico y estacional de la mayoría de estos productos.
Para los agricultores, “la legislación laboral existente y propuesta, está diseñada para la ciudad, y no para el campo”, por lo que se necesita de un proyecto que considere las necesidades de flexibilidad mencionadasiv. Ahora bien, detrás del reclamo del gremio empresarial hay una realidad evidente que no ha entrado al debate: hoy en día, el trabajo agrícola se organiza de una forma extraordinariamente flexible, incluso en comparación con el mercado laboral chileno que no se caracteriza precisamente por su estabilidad.
Según los datos de la Nueva Encuesta Nacional de Empleo, durante la última temporada veraniega (diciembre-febrero 2014), los trabajadores con contrato a plazo fijo correspondían al 59% de los empleados agrícolas; y según los datos de la recientemente publicada CASEN 2013, el ingreso promedio de los temporeros agrícolas es de $208.650 (reajustando por IPC, $224.528, es decir, menos que el mínimo) y de los permanentes $260.668 (reajustando por IPC, $280.506).
A estas alarmantes cifras de condiciones e ingresos, se suma lo observado en una reciente investigación realizada por el Centro de Investigación Político Social del Trabajo (Cipstra) sobre la precariedad y la conflictividad laboral entre los trabajadores agropecuarios de la séptima región. A través de las entrevistas y encuestas realizadas pudimos detectar varios otros elementos que caracterizan al empleo precario del sector, como el alto nivel de esfuerzo realizado y la gran cantidad de factores de riesgo a la que se ven expuestos los trabajadores: caídas, golpes, atropellos, exposiciones al frío o al calor extremos, entre otras situaciones, son cotidianas en las faenas agroindustriales, donde los obreros “a trato” deben trabajar con la presión de cosechar, procesar o embalar la mayor cantidad de unidades del producto con tal de lograr ganar un poco más al final del día: “Si uno no se mueve, no gana. Casi todo el tiempo trabajamos a trato, yo podría trabajar al día, pero al día ganamos 7 lucas, e igual hacemos trabajos sacrificados. Si uno sale de la casa y deja todo el día la casa sola, preferible ir a ganarse unas buenas monedas” (temporera de AFE, Teno).
Siendo uno de los sectores más precarios y de peores ingresos, el agrícola también es un sector escasamente organizado. Para el año 2013 existían 457 sindicatos en la rama silvoagropecuaria, con 29.593 afiliados, lo que corresponde apenas a un 5,5% de los cerca de 530 mil trabajadores del sector para fines de ese año. Sólo 6.250 trabajadores se encontraban cubiertos por alguno de los 129 instrumentos colectivos que entraron en vigencia para el 2013, lo que demuestra que es muy difícil esperar que la organización colectiva de los trabajadores pueda, hoy por hoy, ser una voz que denuncie y haga frente a la precariedad: apenas 2 huelgas legales se registraron en dicho período, la cifra más baja de los últimos años.
Las dificultades para la organización son tanto objetivas como subjetivas. A las trabas legales de la negociación colectiva de los temporeros se suma el profundo desconocimiento de los derechos y las posibilidades de organización de los trabajadores, así como también un miedo hacia las medidas que pueden tomar los empleadores: “A veces cuando ha habido temas que han pasado, conversamos: ‘¿Por qué no hacemos esto, nos juntamos y hablamos con los jefes?’, y todos dicen ‘¿Para qué? Si no vamos a lograr nada, ¿Para que nos echen?’. Es algo que ya todos tienen como clarito” (temporera de Copefrut, Romeral).
Si la legislación sigue el curso que hasta ahora ha tomado la discusión, entonces se tratará de una sanción y reafirmación legal de la realidad existente: inestabilidad, alta precariedad, bajos ingresos y una desprotección casi absoluta de los derechos laborales y colectivos de los temporeros agrícolas, a quienes los empresarios del sector han cargado con todo el peso de la inestabilidadv. Así, se perdería una oportunidad histórica de comenzar a elevar el nivel de vida de cerca de 200 mil temporeros de todos los rubros silvoagropecuarios en el país.
Hoy, los temporeros y los trabajadores agrícolas en general prácticamente no tienen espacios de representación que canalicen las demandas propias de este sector de la clase obrera. Es imperativo que más organizaciones sindicales comiencen a surgir desde las empresas del sector, tanto de trabajadores permanentes como estacionales, que permitan disminuir la gran asimetría de poder que hoy se observa entre los gremios empresariales y las organizaciones de trabajadores. Para esto, es fundamental realizar una tarea de formación sindical que al menos capacite en cuestiones básicas a los obreros del campo. Los trabajadores organizados más avanzados, con mayores capacidades de negociación y experiencia en la lucha sindical, así como también los propios centros de pensamiento que nos desenvolvemos entre los trabajadores, tenemos el deber de acompañar este proceso de formación y defensa de los derechos básicos de los trabajadores agrícolas, que hoy por hoy no son capaces de organizarse y hacer frente a la miseria laboral.
Aún más, los trabajadores agrícolas permanentes deben también apoyar las demandas de los temporeros, colaborando en la realización de procesos de negociación colectiva anticipada efectivos, disponiéndose incluso a movilizarse en solidaridad si es necesario. Por lo demás, lo que se necesita para partir es simplemente la existencia de organizaciones que cumplan con el rol más básico y tradicional que se espera de un sindicato: “modernizar” las relaciones laborales poniéndole fin a las arbitrariedades y condiciones de miseria que en un país “ad portas del desarrollo” siguen existiendo.
Por Fernando Baeza
Centro de Investigación Político Social del Trabajo (CIPSTRA)
El Ciudadano
NOTAS
i http://radio.uchile.cl/2014/12/31/trabajadores-rechazan-exclusion-en-el-debate-del-nuevo-estatuto-del-temporero
ii http://www.latercera.com/noticia/negocios/2014/12/655-610831-9-fedefruta-y-reforma-laboral-confiamos-en-que-se-consideraran-las-necesidades-de.shtml
iii http://www.fucoa.cl/?p=1187
iv http://www.fucoa.cl/?p=1187
v http://www.cipstra.cl/contrapuntos-diego-pineiro/