Dos mil 500 millones de una pasada. Por la compra de 44 hectáreas rurales en Machalí que un futuro cambio de uso de suelos disparó el precio, la empresa de la nuera de la presidenta Bachelet, Natalia Compagnon, entró a las ligas de los ‘emprendedores de Chile’, los que pueden declarando un capital de 6 millones de pesos, solicitar una reunión con Andrónico Luksic y obtener un crédito por $6.500 millones.
La respuesta inicial del gobierno fue que se trataba de “un negocio entre privados”. Pasó una semana después de la revelación de la revista Que Pasa (6 de febrero), semana en que el matrimonio Dávalos-Compagnon compartía la casa de la presidenta en el lago Caburga, para que el gobierno asumiera la dimensión de la crisis. Los primeros días fueron como si nada e, incluso, la prensa festinó cuando la nuera respondía que “no era por tanta plata” a los nerviosos funcionarios del gobierno que querían ubicar a Dávalos.
El caso Caval generó un gran debate sobre la probidad en política o sobre las relaciones públicas y los negocios privados de las autoridades, pero pocos han puesto el énfasis en el método de enriquecimiento de Sebastián Dávalos. Salvo Patricio Herman de Defendamos la Ciudad y la periodista Patricia Politzer, pocos columnistas cuestionan el uso del hijo de la presidenta de un mecanismo de enriquecimiento rápido a costa de nuestras ciudades y de la soberanía alimentaria.
Hoy el modelo chileno no sólo tiene para mostrar al mundo un empresario que se hizo rico especulando y que terminó siendo presidente. También hoy tiene al hijo de su predecesora haciéndose rico en una sola pasada, a través de un mecanismo muy usado en la actual época de capital transnacionalizado: compra de tierras, cambio de uso de suelo, se disparan las ganancias. La misma especulación que generó la crisis sub-prime de 2008 y mantiene endeudadas por décadas a familias por acceder a una necesidad tan básica como tener una casa.
En el caso de Chile se suma un lucro desmedido con las ventas de tierras y casas, como lo han venido denunciando los deudores habitacionales y, paradójicamente, con más fuerza durante el primer gobierno de Bachelet.
También da cuenta del uso de información confidencial por parte del hijo de la presidenta o su esposa. Hasta ahora se sabe que el director de Obras Municipales de Machalí y una arquitecta que es sobrina del dueño original de los terrenos, entregaron informaciones importantes de precios y normas urbanísticas a Caval, datos claves para la concreción del negocio.
El caso Caval se conecta con la destrucción de nuestras ciudades a manos de la industria inmobiliaria y de áreas para el cultivo de alimentos, las mejores tierras del país cultivables son convertidas en condominios de casas con piscina. No hay que olvidar que cada cierto tiempo los intendentes modifican el uso del suelo extendiendo el área urbana. Y justamente en la zona central, sobre todo en comunas como Machalí, la calidad del suelo es óptima para producir alimentos ¿Pero qué les va a importar eso a los especuladores como Sebastián Dávalos con 2 mil 500 millones de pasada en el bolsillo?
Mauricio Becerra R.
El Ciudadano
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