Este es el caso de Mario García Montealegre, el joven que agredió a una mujer en Barcelona y que ha quedado en libertad con cargos tras prestar declaración por una falta de vejaciones.
La agresión tuvo lugar el pasado 22 de febrero. García Montealegre golpeó con los pies a la mujer que esperaba para cruzar un semáforo en la avenida Diagonal y la derribó al suelo, entre las risas de sus amigos que estaban grabando el video.
La grabación se difundió en las redes sociales y no tardó en provocar una gran indignación por la violencia gratuita del hombre. Internet «no ha tenido compasión»: el nombre y dos apellidos del joven han quedado grabados en la historia, con 420.000 resultados en la búsqueda en Google, escribe el periodista español Alfredo Pascual en su columna de ‘El Confidencial’.
«Más vale que se cambie de nombre, o que cambie el orden de sus apellidos, porque de esta no se libra», explica Alejandro Domínguez, experto en reputación ‘online’ y Digital Director en Apple Tree Communications, citado por Pascual. «Si sólo le hubieran identificado como Mario García no habría tanto problema, pero es que su nombre completo figura hasta en los titulares, y por lo tanto en la URL de varios grandes medios, que tienen autoridad de búsqueda y están respaldados por millones de lectores diarios», agrega.
En el caso de García Montealegre ni siquiera una de las empresas especializadas en mejorar la reputación podría ayudarle, ya que «el impacto que ha tenido su video es tremendo», explica Domínguez.
«La gente que recurre a estos servicios suele tener uno o dos contenidos negativos. Un impago con Hacienda, una derrota judicial… y además tiene una actividad comercial que se puede vender. Este tiene 400.000 impactos negativos y un video indecente. ¿Qué vas a contar positivo de este chico? ¿A qué se dedica? ¡Si da una entrevista, es para hablar de la patada sí o sí!», prosigue.
Otro error de Mario fue borrar sus perfiles en las redes sociales para dificultar su identificación, ya que de otro modo sus cuentas de Twitter o Facebook habrían salido a las primeras posiciones de los buscadores, y podría utilizarlas como una plataforma para pedir disculpas públicas.
«Este chico se ha metido en un lío que ni se imagina», opina Domínguez. «Yo me cambiaría el orden de los apellidos, saldría de Talavera y trataría de empezar de nuevo. No utilizaría ese nombre ni para las tarjetas de visita, porque te va a costar el puesto de trabajo, si lo tienes, o la candidatura, si no. Ninguna agencia seria va a aceptar trabajar por tu reputación», concluye.
El joven tampoco puede pedir que se borren las noticias sobre él, porque ha cometido un delito, por lo cual solo puede recurrir al derecho al olvido si gana el juicio, «pero no parece el caso», explica, por su parte, Borja Adsuara, abogado especialista en nuevas tecnologías.
A lo mejor para algunos el castigo de García Montealegre –»quedar señalado para siempre en Internet»- parezca excesivo, pero él al menos tiene culpa, señala Pascual, recordando casos de personas que «fueron arrojadas a los leones» por expresar una opinión o hacer tonterías inofensivas, como es el caso de la actriz Anna Allen.
Allen fue acusada de utilizar Photoshop para captar seguidores en Instagram después de que ella publicara algunas de ‘sus fotos’ en la ceremonia de entrega de los Premios Oscar.
La mujer, a la que los internautas tachan de «mentirosa», «inventora», «falsa», «perturbada» e incluso «pequeña Nicolasa», «difícilmente volverá a ser considerada una actriz relevante», concluye el periodista.