En un destello de objetividad periodística propio de un medio serio y prestigioso, Patricio Aylwin fue presentado por la periodista Mónica Pérez, conductora de 24 horas, como el protagonista de la transición a la democracia más exitosa del mundo, y cual docta historiadora o cientista política, ni se arrugó al asegurarlo.
La extensa nota emitida en horario prime fue realizada por el periodista Claudio Fariña, cuyo reporteo consistió en la exclusiva visita del equipo de TVN a la celebración familiar de los 25 años del ascenso de Aylwin a la presidencia de Chile, aquel “glorioso” día en que recibió el mando estrechando la mano del dictador Augusto Pinochet.
Pero lo mejor de todo fueron las imparciales fuentes entrevistadas por Fariña, los hijos, hijas, esposa y nieta del nonagenario político. Fuentes que obviamente no escatimaron palabras para elogiar el papel que jugó Patricio en el retorno a la democracia, sin decir absolutamente nada del rol que desempeño en la imposición de la dictadura. Nadie recordó cuando Aylwin espetó que con el Golpe de Estado «Las Fuerzas Armadas se anticiparon para salvar al país».
Pero Fariña no solo se limitó de contrastar las fuentes, el invitado de honor ensalzó al político complementando la alegría familiar con los elogios de Lagos, Foxley y Cortázar, ex ministros del primer mandatario de la Concertación.
Si no está al tanto del rol que jugó este personaje en el Golpe de Estado que derrocó al gobierno democrático de Salvador Allende, le dejamos a continuación un ilustrativo artículo a propósito de una entrevista dada por Aylwin en 2012.
Si anoche se perdió este botón del riguroso periodismo chileno, lo puede ver aquí.
Y pensar que a nosotros nos acusan de tendenciosos…
El Ciudadano
Los zarpazos de Aylwin
Líder DC arremetió contra ex Presidente Allende muerto y lo acusó del Golpe Militar
El democristiano omitió su documentado papel en la desestabilización e incitación a la asonada golpista de 1973. Homologando el lenguaje de los militares, ese año dijo que Allende tenía “milicias armadas” y que las Fuerzas Armadas. “se anticiparon” para “salvar al país”. Relativizó el rol estadounidense en el derrocamiento del gobierno allendista. En su momento, el Presidente Mártir le enrostró “incitar a la destrucción de las instituciones democráticas”.
En 1990, el diario español El País, publicó una nota de José Comas, titulada “Allende y el difícil equilibrio de Patricio Aylwin”, donde se señaló que “en los días del gobierno de Allende y la Unidad Popular, Aylwin, desde la presidencia del Senado y de su partido después, encabezó el sector de la democracia cristiana que, de hecho, con su actuación, propició el golpe de Pinochet”.
Veintidós años después, también en El País, en una entrevista de Rocío Montes, Patricio Aylwin espetó: “…en el golpe de Estado, la DC no tuvo ninguna participación. Eso puedo asegurarlo de manera absoluta, en conciencia”.
Nítidamente un desequilibrio. Una, cuando menos, contradicción explicitada por el propio medio español. Historiadores, cientistas políticos, periodistas, analistas, legisladores estadounidenses y chilenos, y la opinión pública local e internacional, conocen el papel jugado por la Democracia Cristiana y su presidente de entonces, en la asonada golpista de septiembre de 1973.
El País ya había dado señales de estos desequilibrios del dirigente DC, cuando indicó que “la derecha chilena y un general retirado… acusaron a Aylwin de hipocresía”, al intentar en reiteradas ocasiones desprenderse de lo que fue su simpatía con el “pronunciamiento militar” contra la administración del doctor Salvador Allende, apartándose de quienes fueron sus aliados en su guerra contra el gobierno de la Unidad Popular, principalmente el derechista Partido Nacional y gran parte del alto mando de las Fuerzas Armadas.
Claro que hubo ocasiones en que el ex jefe democristiano no pudo evitar expresar su postura anti allendista, al punto de que en el funeral público y masivo del ex jefe de Estado no vaciló en afirmar: “Debo decirlo con franqueza: si se repitieran las mismas circunstancias, volvería a ser decidido opositor” a las políticas del médico socialista.
Eso había quedado más que claro en una entrevista televisiva de 1973 donde no sólo expresó su rechazo al proyecto de la Unidad Popular y su antipatía conservadora y beligerante contra Salvador Allende, sino que justificó políticamente el Golpe de Estado y reivindicó a los militares anticonstitucionalistas.
“La crisis económica, el intento de la Unidad Popular por acaparar el poder -dijo Aylwin- el caos y la destrucción institucional a la que había llevado el señor Allende, provocaron un grado de desesperación y angustia colectivo en los chilenos que precipitaron este pronunciamiento de las Fuerzas Armadas”. Prosiguió Aylwin: “Nosotros tenemos el convencimiento de que la llamada vía chilena de construcción del socialismo que empujó la Unidad Popular y que exhibió en el extranjero, estaba rotundamente fracasada y esto lo sabían los militantes de la Unidad Popular y Allende, y por eso ellos se aprestaban a través de la organización de milicias armadas, muy fuertemente equipadas y tuvieron un verdadero ejército paralelo, para dar un autogolpe y asumir por la violencia la totalidad del poder”.
Con base en esa tesis -que no resistía en ese momento y menos ahora ningún análisis de evidencia histórica, constituyéndose no sólo en un sometimiento a las tesis de los golpistas sino en una grotesca pieza comunicacional- Patricio Aylwin, sin más, lanzó su explícito respaldo y justificación del golpe de Estado. “En esas circunstancias -indicó- pensamos que la acción de las Fuerzas Armadas simplemente se anticipó a ese riesgo para salvar al país de caer en una guerra civil o una tiranía comunista”.
LA OBRA DESESTABILIZADORA DEL EX JEFE DC
En archivos del Congreso está el acuerdo promovido por Patricio Aylwin, junto a Sergio Onofre Jarpa, presidente del Partido Nacional, y otros legisladores anti/allendistas, poco antes del derrocamiento del gobierno de la U.P., destinado a deslegitimar “la legalidad” de la administración de Allende, creando un supuesto “marco institucional” para la acción “ordenadora” de los militares. El contenido -si se revisa bien el estado de cosas en esa época a través de la prensa y textos de historiadores- es desproporcionado y falaz. Se sostuvo que el Presidente de la República era responsable “de veinte violaciones a la Constitución y las leyes, entre las cuales destacaban amparar grupos armados, torturar, detener personas ilegalmente, amordazar la prensa, manipular la educación, limitar la posibilidad de salir del país, confiscar la propiedad privada, formar organismos sediciosos, y violar las atribuciones del Poder Judicial, el Congreso y la Contraloría”. Por cierto, mucho, todo o más que eso, lo hicieron los militares que Aylwin reivindicó como salvadores del país.
Además, el acuerdo promovido por el presidente de la DC indicaba que la administración allendista “desde sus inicios, se (ha) empeñado en conquistar el poder total, con el evidente propósito de someter a todas las personas al más estricto control económico y político por parte del Estado y lograr de ese modo la instauración de un sistema totalitario».
La postura en favor del Golpe de Estado del que era el presidente de la DC, avalado por el senador Eduardo Frei Montalva y la cúpula democristiana, llevó a que 13 militantes de esa colectividad tuvieran que redactar y difundir una carta explicando que ellos no respaldaban la acción de los militares.
La evidencia histórica, periodística y testimonial da cuenta de que Patricio Aylwin quiso imponer las condiciones de acuerdo ante Salvador Allende y como éste no lo aceptó, el DC optó por cortar cualquier diálogo para superar la crisis política. Aylwin promovió que altos mandos de las FF.AA. fueran designados en varios ministerios y tomaran las riendas del Gobierno; promovió la violenta y antipopular Ley de Control de Armas, convertida en esos años en instrumento de represión y preparación del Golpe. Fue incitador de acusaciones constitucionales contra muchos ministros para desestabilizar la administración allendista. Siendo jefe del PDC, su partido recibió millonarias donaciones desde Estados Unidos. Apoyó paros, protestas y boicot contra el gobierno de la U.P.
Con todos esos antecedentes, y varios más, se puede comprender la irritación, molestia y rechazo que produjeron sus declaraciones de mayo de este año al diario español El País, donde entrega una mirada propia de 1973, llena de baches, omisiones y tergiversaciones, quizá con la misma matriz del caso ‘Carmengate’, operación interna de la DC que le permitió posicionarse como candidato presidencial de ese partido, violentando una decisión que apuntaba a que el ex senador Gabriel Valdés ocupara ese sitial.
Sin referencia al papel de los militares golpistas, Patricio Aylwin achacó al Presidente Salvador Allende la responsabilidad de la asonada militar: “Hizo un mal gobierno” que “cayó por debilidades de él y de su gente”. Se permitió además, la frase de que “Allende… no fue un buen político, porque si hubiera sido buen político no habría pasado lo que le pasó”. Y acotó severo: “No tiene ninguna razón lógica echarnos la culpa” de la ruptura democrática e institucional de 1973.
Esas afirmaciones llevaron al presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, a declarar que el ex jefe de la DC quiso “lavarse las manos en la responsabilidad histórica” de los sucesos políticos que acabaron violentamente con la administración allendista y de los cuales Aylwin fue protagonista como lo indican los hechos.
LA RESPONSABILIDAD HISTÓRICA REAL
El economista Belarmino Elgueta, en un largo artículo publicado en la revista Punto Final, esbozó mucho del papel jugado por la DC y particularmente por Aylwin contra el gobierno de la Unidad Popular y específicamente contra Salvador Allende. “La derecha y la Democracia Cristiana decidieron derrocar al gobierno por la fuerza ante el fracaso del camino electoral y parlamentario. Sustituido Renán Fuentealba en la presidencia de la DC por Patricio Aylwin, hombre de confianza del presidente del Senado, Eduardo Frei Montalva, comenzó la promoción abierta del golpe”, escribió el académico.
Recordando lo que fue el primer intento de derrocamiento del Gobierno, en junio de 1973, Elgueta señaló que “el presidente del Senado, Eduardo Frei, habló por televisión sosteniendo la inconstitucionalidad del gobierno de Allende y haciendo un tácito llamado a las Fuerzas Armadas a ‘restituir’ la legalidad. El presidente de la DC, Patricio Aylwin, entretanto, respondiendo a una invitación al diálogo del presidente Allende, establecía tres condiciones: 1) inmediato desarme de los grupos armados mediante la aplicación, por las Fuerzas Armadas, de la ley sobre control de armas; 2) devolución de las industrias y demás establecimientos ocupados en los últimos días; y 3) promulgación de la reforma constitucional Hamilton-Fuentealba, aprobada recientemente, para liquidar el área de propiedad social.
Estas exigencias impedían el diálogo: quienes estaban armados no eran los partidarios de la Unidad Popular sino los de la derecha; las industrias y predios tomados por los trabajadores eran resultado del reciente golpe intentado por la derecha; y la ‘reforma constitucional’ se había aprobado al margen de la Carta fundamental. Por eso, el diálogo ni siquiera se intentó”.
Fue el Cardenal Raúl Silva Henríquez quien llamó a “evitar la guerra civil”, alejándose desde ese año de las posturas golpistas. Salvador Allende planteó varios puntos para superar la crisis política, pero Aylwin no aceptó e insistió en que el marco de diálogo eran las exigencias de su partido, sólo esas. Belarmino Elgueta recordó que “el 7 de agosto de 1973, después de dos entrevistas de cinco horas, la dirección de la Democracia Cristiana, por intermedio de Patricio Aylwin, anunció que las conversaciones habían terminado, porque Allende ‘no aceptó las condiciones mínimas para iniciar los puntos de convergencia’”. El académico escribió además que “a la acción conspirativa se agregó una campaña pública avalada por profesores de derecho, incluido Patricio Aylwin, dirigida a demostrar la legitimidad de la intervención militar”.
Con mirada histórica, como si le contestara o recordara ahora a Aylwin cómo fueron las cosas, el Presidente Allende declaró un mes antes del golpe de Estado que la oposición, liderada por Patricio Aylwin y Sergio Onofre Jarpa, “asume la responsabilidad histórica de incitar a la destrucción de las instituciones democráticas y respalda de hecho a quienes conscientemente vienen buscando la guerra civil”.
EL EMPUJONCITO DE ESTADOS UNIDOS, SEGÚN AYLWIN
En la entrevista a El País, el ex jefe de la DC planteó que “el golpe se habría producido sin la ayuda de Estados Unidos. Estados Unidos lo empujó, pero la mayoría del país rechazaba la política de la Unidad Popular, eso era evidente”.
La última frase es relativa y distorsionada. Porque en la elección parlamentaria de marzo de 1973, la Unidad Popular obtuvo el 44% de los votos, subiendo un 7% respecto a la elección de 1970. No se podría afirmar que era un Gobierno perdiendo apoyo.
Pero donde el relativismo y la distorsión llegaron al límite de la mentira, es cuando Aylwin habló del papel de Estados Unidos en el golpe de Estado contra Salvador Allende.
Son cientos los documentos con declaraciones de Richard Nixon y Henry Kissinger (Presidente y secretario de Estado de la época), contra la administración del médico socialista. Existen los informes de la Comisión Church y Hinchey, los desclasificados de la CIA, los llamados “documentos secretos de la ITT”, los archivos de las sesiones del Senado estadounidense, las pruebas de la entrega de al menos 20 millones de dólares a la DC por parte de entidades de esa potencia.
No se podría creer o pensar que Patricio Aylwin desconocía toda esa documentación e informes -a lo cual cualquier persona con un mínimo de interés en el tema puede acceder hasta el día de hoy-, lo que incluye sus contactos con la embajada de Estados Unidos en esa época y la sumatoria de la cúpula democristiana a la teoría de combatir “al totalitarismo comunista en todo el mundo” como se lo dijo Frei Montalva en una carta al presidente de la DC italiana, Mariano Rumor, a parte de señalar, al igual que Aylwin, que los militares habían salvado a Chile.
Al final de la entrevista con El País, Patricio Aylwin indicó cómo quiere que lo recuerden los chilenos y la historia: “… como un demócrata… abierto al pluralismo, impulsor de la justicia social y defensor de los derechos humanos”. Todo indica que los recuerdos de su figura irán por otros senderos y por otros énfasis.
Por Hugo Guzmán R.
El Ciudadano Nº126, primera quincena junio 2012