Una campaña sin debates de fondo, con el presidente Evo Morales liderando por amplio margen en todas las encuestas y una oposición arrinconada pautan el panorama político de Bolivia cuando sólo faltan dos días para las elecciones generales.
Más de 5,1 millones de bolivianos y bolivianas están habilitados para acudir a las urnas el próximo domingo y la última encuesta divulgadas por la empresa Equipos Mori indica que Morales, que va por su reelección, recoge 52,6 por ciento de la intención de voto de los consultados, apenas 1,1 puntos porcentuales por debajo de las adhesiones recogidas en diciembre de 2005, cuando fue elegido presidente.
La encuesta otorga el segundo lugar al líder del derechista Plan Progreso para Bolivia, el ex prefecto (gobernador) del departamento de Cochabamba Manfred Reyes Villa, con la adhesión de 21,1 por ciento de los entrevistados, mientras el industrial del cemento y jefe de la centrista Unidad Nacional (UN), Samuel Doria Medina, marcha tercero con un lejano 9,4 por ciento.
Morales, del izquierdista Movimiento al Socialismo (MAS), llega al final de la campaña solitario y sin rival en el horizonte cercano, tras el visible retroceso de la oposición después de su fallido intento por abatirlo desde los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija y amenazar con una secesión de esta amplia zona que parte el país en dos hacia el oriente y que llaman la Media Luna.
El sociólogo y analista político Franco Gamboa señaló a IPS que, tras el debilitamiento de los principales líderes de la oposición, se diseña una estrategia empleada hábilmente por el equipo de campaña oficialista y por Morales, el primer indígena en llegar a la presidencia en la historia de este país, cuyos 9,5 millones de habitantes reconocen esa descendencia.
Al respecto, Gamboa cita algunos pasajes de los acontecimientos registrados en el último año. Reyes Villa perdió popularidad al ser revocado en un referéndum realizado en agosto de 2008, mientras que su compañero de fórmula, Leopoldo Fernández, cedió terreno tras ser inculpado por la masacre de 13 campesinos el 11 de septiembre de 2008 en el norteño departamento de Pando, cuando era su prefecto.
Fernández fue obligado por la justicia a dejar la gobernación y ahora espera en la cárcel pública de La Paz la resolución del proceso que se le sigue por esta causa.
«El lamentable hecho de sangre en Porvenir (Pando), mostró que Fernández y las élites regionales sobreestimaron su capacidad para enfrentar al gobierno por la fuerza. Al perder espacios para negociar, la oposición de ese departamento fue derrotada con una victoria militar ejecutada por el gobierno», afirma Gamboa.
En desventaja por sus desaciertos, la oposición se sometió y negoció más de 100 artículos de la nueva Constitución, en octubre de 2008, e implícitamente aceptó la realización del referéndum que la aprobó para entrar en vigencia en febrero de este año, según el analista.
«Esta fue una victoria para el país, porque marcó el fin de la resistencia a reconocer el texto constitucional y someter todo finalmente a una consulta popular. El gobernante MAS salió fortalecido porque permitió revisar su texto constitucional, pero sabiendo que podía ganar el referéndum», explica.
Los acuerdos de octubre de 2008, adoptados en el edificio del Congreso Nacional legislativo, bajo una vigilia de campesinos, movimientos sociales y sindicatos, incluyeron las autonomías departamentales, regionales, municipales e indígenas.
«El liderazgo de los prefectos de la Media Luna demostró ser demasiado débil, porque nunca tuvo un soporte partidario, mientras las élites regionales del progresista (más desarrollado) departamento de Santa Cruz no consiguieron construir puentes de acercamiento con el resto del país, y su orientación estuvo cercana a la desunión nacional», opinó Franco.
Una nueva caída de la credibilidad de las élites santacruceñas se produjo tras descubrirse la formación de grupos paramilitares liderados por el mercenario boliviano-húngaro-croata Eduardo Rózsa Flores, en abril de este año, donde éste y otros terroristas ultraderechistas fueron abatidos por las fuerzas de seguridad, a la par de que era detenido el resto de los integrantes.
«Y el gobierno volvió a tener la victoria porque como titular del poder, se impuso frente a la ambivalencia de las élites que probablemente estaban apostando por un proyecto divisionista, demasiado costoso para su autonomía», resume el analista.
Pero la campaña de las elecciones generales de este año será recordada porque no hubo un debate sobre programas de gobierno, y hasta el propio presidente Morales «tampoco tenía programa», expresó a IPS el sociólogo e investigador Joaquín Saravia.
La propuesta del gobierno, según este observador, ha sido hecha en el camino y en función de los bonos sociales y los buenos precios de los minerales y el gas natural en los mercados internacionales.
Una victoria electoral previsible en filas del oficialismo ha permitido al gobierno dejar de lado la elaboración de una propuesta de superación a la que lleva adelante en la actualidad y la oposición eligió una batalla política en lugar de exponer planes, comentó.
«Un efecto de deslumbramiento ha cautivado a la población con la oferta de dinero mediante bonos, y por lo tanto hubo poca predisposición a escuchar a los opositores», según Saravia.
Tras el eslogan «Con la nacionalización ganamos todos», el gobierno se montó en el reconocimiento por el notable incremento de la readecuación producto de la renegociación de los contratos del Estado con las empresas petroleras transnacionales que operan en el país.
Así sostiene que 24,7 por ciento de la población, es decir unos 2,5 millones de bolivianos y bolivianas se beneficiaron con los bonos sociales que se pudieron implementar para distribuir los recursos generados por el aumento de la participación del Estado en la producción de bienes.
«Concientemente, para la oposición era difícil vencer a Evo Morales, y su lucha política no tuvo éxito porque no hubo cohesión orgánica, y no lograron penetrar en la población con un mensaje», según Saravia.
Franz Chávez
IPS