Año 2015, en un concierto miles de fotógrafos se agolpan para disparar en el foso preparado para ellos. Seguramente tengan café y algún canapé a mano en una sala de prensa. Eso en el mejor de los casos, claro. ¿Ha muerto el Rock? Más allá del foso, una marea de teléfonos inteligentes se alza al cielo. Sus flashes, como pequeñas luciérnagas cegadoras, nos recuerdan dos cosas: La primera es que las fotos ya nunca serán eternas, todo el mundo tendrá la misma en alguna red social antes de que termine la primera canción. La segunda lección es que ya nada parece eterno.
Hay imágenes que saltan del papel o de la pantalla. Cicatrizan en el alma y se amarran a la historia. Forman parte de nuestro álbum personal como si hubiéramos estado allí. Queremos estar allí.
Bob Dylan juega con un neumático en las calles de Nueva York en 1963, Johnny Cash saca con rabia el dedo corazón en un concierto en la cárcel de San Quintín en 1969, Jimi Hendrix nace como un profeta de fuego en el Festival de Monterrey de 1967, Janis Joplin bebe de una petaca en plena cumbre de su creatividad cósmica, es 1968… Todas estas escenas nacen en una cámara Leica que manejaba Jim Marshall, cámara a la que siempre fue fiel, nunca usó otra marca desde que se hizo con su M2 en 1959. Le acompañó en sus viajes, en todos los sentidos. Con justicia, Marshall recibe el sobrenombre de «el fotógrafo del rock and roll».
Se implicó mucho más de lo que el oficio de «fotero» requería. Si los músicos se drogaban, él se drogaba como ellos; si bebían hasta el colapso, él llenaba su vaso otra vez. Supo capturar el alma de aquellos tiempos, supo atrapar en dos dimensiones la irreductible magia de un momento y una música irrepetibles.
¿Cómo podía hacer fotos tan fantásticas en ese estado? «¿Qué quieres que te responda? Tengo mucha suerte de estar donde estoy. Puedo entrar donde casi nadie entra. Esto nunca ha sido un trabajo: es mi vida», respondía él a esta pregunta.
Todo empezó en Chicago en 1962. Marshall se encontró a Coltrane en plena calle. El músico le preguntó la dirección de un club donde debía tocar. «Te acompaño hasta la puerta si me dejas hacerte unos retratos», contestó Marshall, que vendió aquellas fotos, se hizo colega del músico y pronto estaba trabajando para otros músicos dejazz, entre ellos Miles Davis.
Su carrera empezó por casualidad pero creció como un gran riff de guitarra hasta que se convirtió en el fotógrafo imprescindible. Su reconocimiento llegó a tal punto que fue el único fotógrafo acreditado en el concierto de despedida de los Beatles. Instalado en San Francisco, Marshall fue una figura clave en cualquier evento musical y también el fotógrafo oficial del Festival de Woodstock, la ceremonia de ceremonias.
Exigía estar donde estuvieran los artistas, allí donde se gestaban las canciones, las bromas, los colapsos y la magia. «No quiero peludos dando la tabarra, ni maquilladores…». Esas, y no grandes tarifas, eran sus condiciones. «He trabajado duro, pero esto no es un trabajo. Siempre lo pasé muy bien». Así, concierto a concierto y camerino a camerino se ganó la confianza de The Doors, The Who, Led Zeppelin, Judy Collins y Buffalo Springfield, entre otros. De aquellas arenas, estas fotos.
Marshall murió el 24 de marzo de 2010, mientras dormía en un hotel, como algunas de las personas que le acompañaron en sus noches de rock.
Robert Freeman es reconocido por su talento, pero también y muy a su pesar por ser el fotógrafo que abandonó a los Beatles. «Cuando me muera dirán que murió el fotógrafo de los Beatles, no Robert Freeman, y no quiero eso. Quiero que me recuerden a mí por mi trabajo». En Puerto Real, donde vive desde 1992, es conocido como Roberto, el de los Beatles.
Ya octogenario y delicado de salud, lleva una vida tranquila en Andalucía, una vida que dista mucho de la que llevaba entre 1963 y 1966, cuando fue fotógrafo de cabecera de los cuatro de Liverpool.
Cuando hizo la fotografía de la portada de With The Beatles en agosto de 1963, era ya famoso por su fotografía deNikita Khrushchev en el Kremlin. Pero fueron sus fotos en blanco y negro de la leyenda del jazz John Coltrane las que llamaron la atención de los Beatles.
«Nos dispuso en el pasillo de un hotel, muy poco parecido a un estudio. El pasillo estaba bastante oscuro y había una ventana al final. Usando la fuente natural de luz de esta ventana que venía desde la derecha, tomó cada una de esas fotos malhumoradas. La mayoría de la gente cree que tuvo que trabajar en ellas un montón de tiempo. Pero fue solo una hora. Se sentó, tomó un par de rollos, y eso fue todo», recuerda Paul McCartney en una entrevista reciente.
Durante los primeros tiempos de The Beatles, Freeman viajó con la banda en su primera gira por EE. UU. en 1964, cuando la beatlemanía empezó a ser endémica.
Con quien mejor conectó fue con John Lennon; «Trabajé más con él y le hice las portadas a sus libros. Cuando los Beatles se fueron a vivir a Londres, les conseguí un apartamento a él y a su esposa Cynthia encima del mío. Estuvimos bastante cerca por muchas razones».
Esta sigue siendo una de las portadas más famosas de la historia de la música. Los cuatro de Liverpool y el fotógrafo convirtieron este juego de claroscuros de la portada de With The Beatles en arte.
Robert Freeman ha dicho alguna vez que la foto de Help trataba de que los cuatro hicieran la señal de «Socorro», en el lenguaje de las «banderas semáforo». La foto que aparece finalmente en la portada está al revés. Algo absolutamente genial para el mundillo del arte. Por otra parte, Rubber Soul fue su primer acercamiento al arte conceptual. Freeman había quedado con ellos en casa de Lennon para enseñarles algunas fotos con un proyector. En una de las diapositivas, la pantalla se deformó y aparecieron los Beatles con las caras alargadas, como si tuvieran el reflejo del agua. Paul gritó: «Eso, eso es lo que queremos».
A pesar de la buena sintonía, Robert Freeman lo dejó. Después de parir las primeras portadas de The Beatles, se marchó en 1966 tras descubrir que su esposa había tenido un apasionado romance con Lennon. Un affaire que el de Liverpool se encargó de airear de forma sucinta en «Norwegian Wood», según afirman algunas fuentes. Otras versiones atribuyen la canción a otra historia de cama de Lennon.
She showed me her room,
isn’t it good, Norwegian wood?
Sea cierto o no, Freeman fue además responsable de imágenes de Led Zeppelin, Joe Cocker, John Coltrane oMarianne Faithfull. Fotos que se convirtieron en absolutos iconos de toda una época.
Seguir a los «Fab Four» cámara en ristre tenía sus riesgos. El siguiente en asumirlos fue Bob Whitaker.
Capitol Records, que editaba al grupo en Estados Unidos, tenía la mala costumbre de trocear álbumes y meter y sacar canciones para multiplicar los álbumes, algo que a la banda no le gustaba. En 1967 se solicitaron nuevas fotos para la portada de Yesterday and Today, una recopilación exclusiva para Estados Unidos. Entonces decidieron provocar a Capitol o al menos esa fue una de las explicaciones que dio el grupo a posteriori. Lennon llegó a hacer incluso una lectura política sobre la portada y su relación con la visión del grupo sobre la guerra de Vietnam. Whitaker desmintió esa teoría tiempo después; se trataba de una sesión marcadamente surrealista que no estaba pensada para el disco. La portada levantó ampollas y Capitol pidió otra foto que se pegó inicialmente sobre la «ofensiva» portada inicial. En la nueva foto los cuatro músicos aparecían sentados de forma inocente y formal sobre una maleta. Hoy, los discos originales que sobrevivieron a la polémica son piezas de coleccionista y aún generan debate: provocación, protesta antibelicista o mero humor negro británico. De todas maneras, esta portada llegó justo tras las declaraciones de Lennon («Somos más famosos que Jesucristo»). Solo echó más leña al fuego. Aquel capítulo de la historia beatleiana será recordado como «la polémica de la portada del carnicero».
Whitaker murió en septiembre de 2011 a los setenta y un años de edad en Sussex, Inglaterra. En su memoria quedarán imágenes de Jagger, de Dalí y, claro, de los cuatro de Liverpool.
Los sesenta desembocaron en unos años setenta que se acercaban vertiginosamente al nacimiento del punk. Allí, para contarlo con sus imágenes, estuvo Bob Gruen.
Había una chica en primera fila que pidió que se acercara Sid. Él bajó y se acercó, ella le dio un golpe en la nariz. Él regresó al escenario con la nariz sangrando y una sonrisa en su cara. Después de trabajar con Alice Cooper y Kiss, pensé que la sangre era falsa. No lo era. Él estaba escupiendo la sangre a la chica, ella se limpiaba la sangre y se la escupía de regreso. Cuando la nariz le dejó de sangrar, él se acerco al amplificador, tomó una botella, la rompió y empezó a cortarse el pecho. Se cortó un par de veces y un roadie saltó al escenario y le preguntó si estaba bien. Sid tiró la botella al piso y empezó a tocar.
Bob Gruen no fue solo un gran fotógrafo, fue testigo de la historia de la música y llegó a formar parte de The Clashpor un momento. También fue el responsable de fotografiar momentos históricos de bandas de rock y punk del siglo XX.
Aprendí a tocar la trompeta cuando era un niño. Un día, fui a la casa de Paul Simonon (bajista de The Clash). Noté que había una trompeta ahí, así que la cogí y empecé a soplar. Él se me acercó y me dijo: «¿Puedes tocar la trompeta?». Yo le dije: «Sí, no es tan difícil». Y él me dijo: «Queremos que alguien abra un show con un grito de guerra». Y le respondí: «Claro, ¡yo lo hago!»
Bob Gruen reconoce: «Fue muy divertido porque fue la única vez que formé parte de una banda».
Además de su testimonial carrera «musical», le unió el trabajo y la amistad a New York Dolls y al embrionario movimiento punk. En aquel momento, Lennon lo contrató como su fotógrafo personal, eran los setenta. Aceptó el reto y congeló instantes como este.
Los ojos azules de Bob Gruen han capturado a las figuras más emblemáticas de la escena musical: su gran amigo John Lennon, Bob Dylan, Rolling Stones, Sex Pistols, Led Zeppelin, Tina Turner y un largo etcétera.
Mucho antes de que todos ellos llenaran estadios, el fotógrafo Art Kane ya había gestado una reunión en la cumbre. Hay días grandes y también hay días para la historia. Uno de ellos fue A Great Day in Harlem. En 1958, un joven director de arte de la revista Squire, Art Kane, propuso a sus jefes reunir a tantos músicos de jazz como fuera posible para una fotografía. Era una idea sin precedentes, pero lo consiguió: cincuenta y siete músicos, representantes de varias eras del jazz, acudieron a la llamada y este es el resultado.
Art Kane también fue responsable de la mítica foto de The Who. The Kids Are Alright, una película y su banda sonora de 1979, el rockumentary álbum de The Who. La foto muestra a los miembros de la banda durmiendo contra una pared, tapados por una enorme bandera británica. A pesar del uso prominente de la británica Union Jack, la foto fue tomada realmente en Estados Unidos. La banda fue fotografiada en Nueva York, en el Monumento Carl Schurz, situado entre la calle 116 con Morningside Drive.
Dicen que Gloria Stavers amó a Jim Morrison desde el primer disparo. Dicen que fue durante la famosa «sesión del león» cuando ella se enamoró. El líder de The Doors fue entonces nuevamente infiel a la frágil Pamela Courson, su pareja hasta que todo terminó en París. Son célebres las escenas que la película de Oliver Stone sobre The Doors dedica a este episodio de la vida del hipnótico músico.
A Gloria Stavers se le atribuye ser una de las primeras periodistas mujeres dedicadas al rock and roll. Algunos editores masculinos se burlaban de ella acusándola de hacer revistas para adolescentes. Le llamaban malintencionadamente «Mother Superior of the Inferior».
Stavers no tenía experiencia previa en el periodismo, ni poseía un título universitario, pero se colocó en primera fila gracias a su talento. Fue redactora jefa en 16 Magazine, donde también fue jefa de fotografía. Fue una leona en el periodismo y la fotografía y se movió como nadie entre bambalinas y en las primeras filas de los conciertos. La reina de las redacciones, que impulsó innumerables carreras artísticas, entre ellas la de los Beatles cuando visitaron por primera vez Estados Unidos, se rindió ante el Rey Lagarto. Cuentan que el collar que lucía Morrison en la sesión de Joel Brodsky, solo un día después, era de Gloria Stavers.
Uno de los grandes amigos de Lou Reed fue el fotógrafo Mick Rock, quien se encargó de documentar muchos de los grandes momentos que Lou vivió con The Velvet Underground. La carrera de Rock continuó elevándose con imágenes inolvidables como la portada de Transformer de Lou Reed o Raw Power de Iggy and The Stooges. En 1977, se trasladó a Nueva York, donde se involucró en la escena musical underground con The Ramones, Blondie yTalking Heads.
Nueva York hervía en aquellos tiempos. Era septiembre de 1979. Pennie Smith estaba tomando fotos de The Clash en el Palladium, un famoso club de la ciudad, cuando capturó una de las imágenes más icónicas de la historia delrock. Paul Simonon, el bajista, estaba enfadado porque el público estaba muy tranquilo, así que empezó a romper su bajo contra el suelo.
«El Palladium había puesto sillas para que el público se sentase, y eso hizo que la gente se congelase», contó Simonon. «No recibíamos ninguna respuesta por su parte: era como si no les importase lo que estábamos haciendo. En general estoy de buen humor, pero de pronto se me cruza el cable y puedo dar miedo, incluso a mí mismo». A Joe Strummer le encantó la foto, pero Pennie Smith trató de convencer al grupo de que estaba demasiado desenfocada para ser la portada de un disco. Al final fue portada del disco London Calling. El bajo destrozado se puede ver en el Rock and Roll Hall of Fame en Cleveland, Ohio. La imagen es tan famosa como el retrato del Ché.
Pero Pennie no solo tiene ese mérito. Entre sus fotos podemos encontrar a Led Zeppelin, The Rolling Stones, The Who, Iggy Pop, The Jam, The Slits, Siouxsie Sioux, Debbie Harry, U2, Morrissey, The Stone Roses, Primal Scream, Manic Street Preachers, Radiohead, Blur, Oasis, David Smith o The Strokes.
Barry Feinstein tomó esta foto el 3 de octubre de 1970. Esa sesión muestra el esplendor hippie de una Janis Joplin sonriente, capturó el espíritu colorista de una voz irrepetible. Barry no imaginaba lo que iba a pasar al día siguiente. El 4 de octubre, en el Landmark Motor Hotel, el representante del grupo Full Tilt Boogie, John Cooke, encontró a Janis Joplin tirada en el suelo de su habitación, la 105. Causa de la muerte: sobredosis de heroína. En su testamento, Joplin dejó dos mil quinientos dólares para realizar una fiesta en su honor en caso de su desaparición. Alrededor de doscientas personas recibieron invitaciones para la fiesta en las que se podía leer: «Las bebidas son por Pearl». El álbum Pearl fue publicado de forma póstuma y esta foto fue su portada.
En las décadas de los sesenta y setenta, Feinstein retrató a las principales figuras del rock. Sus fotografías ilustraron las portadas de discos como The Times They Are A-Changin’, de Bob Dylan; Beggars Banquet, de los Rolling Stones; o All Things Must Pass, de George Harrison. En 1966 acompañó a Bob Dylan en su gira eléctrica.
Frente a su objetivo se colocaron artistas, actores, actrices, políticos… Eric Clapton, Miles Davis, Marlon Brando,Marlene Dietrich, Frank Sinatra, Steve McQueen, Judy Garland, John F. Kennedy y Richard Nixon, entre otros. Uno de sus últimos trabajos fue el cartel del documental de Martin Scorsese No Direction Home, en 2005.
Dylan y Feinstein se conocieron en 1964 a través de Mary Travers, novia y futura esposa del fotoperiodista y, solista del trío Peter, Paul & Mary. Este grupo, junto a Dylan y otros personajes como Pete Seeger o Joan Baez, protagonizaron grandes momentos de la música protesta en aquellos reivindicativos primeros años sesenta.
Fue precisamente durante un viaje a Denver cuando Dylan y Feinstein se hicieron amigos y maquinaron la puesta en marcha de un libro que une veintitrés poemas del prolífico músico compuestos en 1964 y las fotos que Feinstein había hecho en Hollywood. Fotorretórica de Hollywood. El manuscrito perdido fue editado después de pasar años traspapelado en algún cajón. Esta es una prueba más de los escasos centímetros que separaban al objetivo de los fotógrafos de la escena musical, de los propios músicos.
Feinstein, Marshall y Whitaker ya no están para contar batallas, para decir si esas historias a medio camino entre la leyenda y la verdad, sucedieron o son producto del mar de cotilleos que rodean el fascinante mundo de la música. Sea como fuera la relación entre notas musicales y arte fotográfico es profunda y sincera. Una simbiosis que ha nutrido el imaginario popular.
Vuelven a encenderse las luces, aparecen todos con sus cámaras, suena la música y esta vez son ellos y ellas, los músicos, el Olimpo de los himnos del rock, los dioses, las diosas que hicieron historia con notas musicales, son ellos quienes aplauden al desfile de genios de la imagen que hicieron posible que hoy nos dibujemos en escenarios que nunca vimos, fotos que hoy hacen que escuchemos cómo Dylan llamaba a las puertas del cielo, cómo Morrison buscaba otras puertas, las de la percepción, cómo Janis superaba en genialidad y brillo su propio blues cósmico, cómo se quejaba de placer la guitarra de Hendrix.