Gonzalo Muñoz, jefe de la división de Educación General del Ministerio de Educación, comentó que la cartera constituyó tres divisiones a cargo del estudio e impacto de esta medida y sobre todo, de la implementación de este proyecto aprobado el año 2009 a través de la Ley General de Educación (LGE), sin embargo y a pesar del tiempo transcurrido desde ese entonces, aún no se ha puesto en marcha esta importante medida que podría rearticular el andamiaje en el proceso de enseñanza-aprendizaje que se desarrolla en nuestras aulas.
Dentro de las razones esgrimidas por el Ministerio para poner en marcha esta iniciativa se encuentran, por ejemplo, el contacto de las y los estudiantes con profesores con mayor especialización a más temprana edad y con esto, los adolescentes podrían recibir mejores herramientas para afrontar las exigencias que disponen los planes y programas en los niveles de 7° y 8°.
Por otra parte, con esta medida el Mineduc busca frenar los importantes índices de deserción que se producen en primero medio, debido principalmente a las febles herramientas que traen nuestros estudiantes desde la enseñanza básica, producto de la falta de capacitación y especialización con el que cuentan los docentes que trabajan con estos niveles iniciales. Es importante señalar que esta situación no instala la responsabilidad en los profesores que trabajan los curso de básica, sino que esto trae a colación el desamparo que sufre esta porción de profesionales por parte del ministerio que los comanda, poniendo exigencias sin el acompañamiento ni la formación para poder enfrentar con eficacia los desafíos torpemente impuestos.
Nuevamente el Ministerio de Educación, pone en marcha políticas y cambios que adolecen, primero, de la ausencia de voces de los verdaderos protagonistas del ejercicio educativo como son los profesores, estudiantes y académicos encargados de la formación docente; y en segundo término, la lentitud en la ejecución de esta medida, expone la grave indefensión a la que estuvo sometida esta cartera, develando prácticas que más que enaltecer y redignificar el quehacer educativo, lo han puesto en tela de juicio, castigando a los colegios junto con sus profesores sin brindarles un acompañamiento real y sostenido en concordancia con los nuevos desafíos que la misma cartera exige.