Aunque la percepción y la práctica de la música se han conservado a lo largo de la evolución humana, los determinantes biológicos que subyacen a estas capacidades son en gran parte desconocidos.
La respuesta la han aportado los perfiles de expresión génica de los músicos profesionales de una orquesta llamada Tapiola Sinfonietta y de la escuela de música Sibelius-Academy,
ambas en Filandia.Coincidencia genética
Los análisis realizados revelan que la interpretación musical de los músicos profesionales aumentó la actividad de aquellos genes implicados en la neurotransmisión de la dopamina, la función motora, el aprendizaje y la memoria.
Curiosamente, se sabe que algunos de esos genes, como el SNCA, el FOS y el dusp1, contribuyen a la percepción y la producción del canto en pájaros cantores. Este hecho sugiere un potencial de conservación evolutiva en los mecanismos moleculares relacionados con la producción de sonido, en todas las especies.
Algo que, el año pasado, quedó especialmente constatado en otro estudio realizado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), EEUU, sobre el tema.
Este otro análisis reveló que un total de 55 genes muestran un patrón similar en la actividad del cerebro de los seres humanos y de las aves cantoras. Entre los genes descubiertos por los científicos del MIT estaba el FOXP2, también conocido como “gen del lenguaje”.
En él, los científicos finlandeses analizaron el efecto de escuchar música clásica en los perfiles de expresión génica de personas con y sin experiencia musical. Todos los participantes escucharon el Concierto para violín n.º 3 en sol mayor, K. 216.
Determinaron a raíz de este análisis que escuchar música mejoró la actividad de los genes implicados en la secreción de dopamina y su trasmisión; la función sináptica, el aprendizaje y la memoria.