La historia no contada


Autor: Director

Los mapuche son, sin lugar a dudas, el pueblo originario que más influencia ha tenido en la sociedad chilena. Su lucha contra quienes han invadido su territorio ha sido fuente de inspiración para poetas, cantores populares u organizaciones políticas y sociales; de su lengua se han extraído términos para bautizar cuanta cosa nueva sale por ahí. Equipos de fútbol, jardines infantiles, marcas de ropa, hasta nombres de personas, entre otros, llevan palabras del mapudungun.


mapuche

Sin embargo, el respeto hacia este pueblo alude tan sólo a los “hijos de la tierra” que pelearon contra los españoles. Así se recuerdan las hazañas de Lautaro, Caupolicán, Galvarino, y se les reconoce como héroes nacionales. No obstante, esa pleitesía se remonta hacia el pasado, como si ese pueblo valeroso que habitaba antes este país se hubiese extinguido.

La historia nacional, esa que se enseña en las aulas de clases, menciona a los mapuche en cuatro etapas: la primera es cuando se habla de los pueblos originarios que habitaron este país y se describen las distintas formas culturales que estos tenían. Posteriormente se pasa al período de la Conquista, entre los años 1552 y 1601, donde los mapuche aparecen como actores fundamentales. Es una etapa que termina en 1601, año en que comienza la Colonia. Aquí son comúnmente llamados “indios”, adoptando la clasificación racial de la época. Esto en el siglo XVII hasta el comienzo del siglo XIX.

Finalmente, dos siglos más tarde, luego de repasar la independencia de Chile, la organización del Estado, los gobiernos liberales, la Guerra del Pacífico, y otros temas, aparece la denominada Pacificación de la Araucanía, en 1881. No recuerdo que se haya dedicado más de una clase para entregar estos episodios. Allí, se dice que se pacificó a los “indios” que vivían al sur del Bío Bío, pues ellos tenían muchos conflictos internos.

Este es el horizonte histórico que se nos entrega cuando somos estudiantes. Mi pregunta es, entonces, ¿son suficientes antecedentes para comprender lo que en la actualidad sucede? Si los mapuche desaparecieron de la historia de Chile en el siglo XIX ¿quiénes son los que ahora reclaman mayor participación y reconocimiento de sus derechos? Más aún ¿quiénes son los que recuperan tierras, piden autonomía e inclusos son encarcelados por esto?

Naturalmente, nos falta memoria histórica sobre lo que pasó. Principalmente, porque los mapuche fueron borrados del mapa en 1881. Desde ahí que la formación de varias generaciones de “chilenos” estuviera marcada por esta dinámica. Sin embargo, los mapuche sobrevivieron y aún están aquí. Pero en la actualidad los adjetivos de granados, soberbios y belicosos que Ercilla inmortalizara en “La Araucana” han sido reemplazados perversamente por los de flojos, borrachos, pobres y, en los últimos tiempos, por “terroristas”.

Más allá de hacer un recuento histórico, el presente artículo busca entregar los antecedentes que permitan comprender la relación en distintas épocas entre el Estado y el pueblo mapuche. Intenta contextualizar sucesos que se dan en nuestro entorno, que se respiran, que nos afectan.

ENTRE LA GUERRA Y LA PAZ

Si bien la historia de Chile nos menciona que la gran resistencia de los mapuche fue contra los españoles, si analizamos bien veremos que luego de finalizar el período de conquista y comenzar el colonial, estos se pierden en una suerte de integración, convivencia y guerra defensiva . No se profundiza más en el asunto. Sin embargo, ocurren sucesos trascendentales, que influyen directamente en lo que sucede en la actualidad.

Luego de más de 100 años de guerras, los “araucanos” logran la retirada de las tropas españolas de la zona de Arauco. Así, en 1641, se acuerda la paz mediante el tratado de Quilín. Se reconocía así la autonomía de la nación araucana en la región comprendida entre los ríos Bío Bío y el Calle Calle, en la actual provincia de Valdivia.

Se establece una frontera, la que es revalidada periódicamente en los parlamentos entre mapuche e hispánicos. Se estrechan también los lazos comerciales.

Los mapuche se convierten en los mayores ganaderos del cono sur, atraviesan la Cordillera de los Andes y conquistan la pampa argentina. Allá iban a engordar sus animales y a buscar riquezas. Después regresaban al Gulumapu (territorio mapuche en lo que hoy es Chile) y los intercambiaban con los españoles.

La situación desde el Calle-Calle hasta el seno del Reloncaví, es un poco distinta.

Según el académico del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Austral de Chile (Uach), Ricardo Molina, “en esta zona la convivencia entre hispánicos y mapuche-huilliche es más armónica que en la Araucanía. Principalmente porque se comercia, se convive y se respeta la existencia del otro. Sin embargo también hay rupturas, llamadas levantamientos”. El último de ellos fue el de 1792 que derivó en el parlamento de 1793 y en la firma del Tratado de Las Canoas que regularizó la situación territorial.

El antropólogo y académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Rolf Foerster, en el libro “La Propiedad Huilliche en la Provincia de Valdivia” señala que “el tratado de1793 fijaba un área territorial limitada de donación : la comprendida en todo ese espacio que se abre desde la junta de los ríos Rahue y Damas hasta la cordillera (…) El resto de los territorios fue considerado por las autoridades coloniales como pertenecientes a los indígenas”.

Así, la diferencia principal que había con la Araucanía es que allí no existían propiedades ni ciudades españolas. En cambio, en la zona mapuche huilliche, sí.

En resumen, este período fue muy duro para los mapuche, producto de las guerras y de los tratos a los que eran sometidos por los españoles, sin embargo en términos generales sus territorios no se vieron usurpados por completo y se conservó gran parte de ellos. Además se establecieron formas de diálogo y acuerdo mediante los parlamentos y tratados.

“En este sentido los españoles no fueron tan duros con los mapuche, como lo fueron posteriormente los chilenos, en la pacificación de la Araucanía”, comenta Molina.

COMIENZA EL PROBLEMA

Como afirma Molina, los verdaderos problemas para los mapuche vinieron con posterioridad a la independencia de Chile. Antes, los criollos veían a los araucanos como aliados y ejemplos a seguir. Es que el haber resistido por más de 100 años la guerra contra los españoles era signo de valentía y unidad. Estas ideas quedan reflejadas en los artículos publicados en el primer periódico nacional, la Aurora de Chile.

El jueves 16 de julio de 1812, Fray Camilo Henríquez, en respuesta a una carta anónima enviada al periódico titulada “llamémonos todos indios” comenta con gran fuerza que “¿quién no admira el ardor y la magnanimidad heroica con que combatieron por su libertad los indios chilenos? La musa de la historia tomó a su cargo inmortalizar sus hazañas” y más adelante agrega “sólo el duro araucano rehúsa las cadenas, y anteponiendo todos los males posibles a la pérdida de su libertad, y sin intimidarse por la inferioridad e imperfección de sus armas, resiste, combate, triunfa a las veces; y cuando es vencido ni decae de ánimo, ni pierde la esperanza de vencer”.

Sin embargo, la realidad no era como se pensaba. Los mapuche del sur del Bío Bío no se unieron a las tropas independentistas, es más: muchos de ellos se unieron a los realistas. Así estaban las cosas cuando se concretó la independencia de Chile.

El historiador José Bengoa en su libro “Historia de un conflicto: el Estado y los mapuche en el siglo XX” relata que “ los mapuche no se habían independizado de España. La Independencia no los había involucrado, era asunto de los criollos. Los araucanos, al sur temían más a los nuevos ocupantes del gobierno de Santiago que a los antiguos. Y no les faltó razón. Los antiguos gobernantes respetaban sus fronteras y realizaban parlamentos con ellos. A los nuevos no los conocían y se les notaba en los ojos su ambición”.

Esta situación sin duda era una piedra en el zapato para las autoridades chilenas en los albores de la república. “Más aún cuando en esos tiempos el gobierno en Santiago tenía puesta la mirada en la organización de Estado-nación, sin considerar las diferencias internas. Se empezaba a constituir así la supuesta nacionalidad chilena, principalmente en una elite que empieza a gobernar el país, desde Santiago”, agrega Molina. El paradigma del estado-nación caló hondo por esos años en las nacientes repúblicas americanas. Y Chile no se quedó atrás. Tal concepto jurídico proviene del nacionalismo y promueve que en un determinado territorio sólo debe existir un estado y una nación.

Además estaba el crecimiento económico. Los dueños de haciendas necesitaban más tierras para labrar. Así en 1813 ya se dictan las primeras leyes indígenas que convertían a los mapuche en ciudadanos y ponían sus tierras en el mercado. Pero esto se dio en los territorios al norte del Bío-Bío, en cambio en el sur no pudieron ser aplicadas.

Todo esto iba acelerando el deseo de anexar los territorios de la Araucanía a la naciente república.

Hay que entender que hasta el año 1860, Chile llegaba hasta Chillán y Concepción, allí el territorio se pegaba un salto violento hasta Valdivia. En esos tiempos, hasta el río Calle Calle no había administración estatal. De acuerdo a esta situación es que se crearon una serie de cargos para intentar controlar este vasto espacio. Nacieron así los Capitanes de Amigos y en un rango superior, los Comisarios de Naciones. Pero en general, “la sociedad santiaguina y el Estado consideraron que esos territorios al sur estaban desocupados. Tierra de Nadie, se dijo”, cuenta Bengoa.

Por otra parte, alrededor de 1850 comienzan a llegar los colonos alemanes a Valdivia, Osorno y Puerto Montt. Su venida era el fruto de las ideas de intelectuales como Mariano Egaña y Vicente Pérez Rosales, que veían en ellos la oportunidad de dar productividad a las tierras “deshabitadas” al sur de Bío Bío.

Todos estos antecedentes provocan un triste desenlace: la invasión militar del territorio autónomo mapuche, el despojo del mismo y las riquezas de los mapuche.

LA PACIFICACIÓN DE LA ARAUCANÍA

Al contrario de lo que se cuenta, este período histórico no fue una pacificación, como reza su denominación. Fue una guerra.

Ya en 1866 nacieron las primeras leyes de ocupación de la “Araucanía”. El Gobierno encargó la misión al general de ejército Cornelio Saavedra.

Los mapuche resistieron cerca de 15 años la invasión a su territorio. Kilapan emergió como el mayor toki (jefe militar) de la resistencia mapuche. Sin embargo, la diferencia en armamento jugó un papel decisivo; mientras los mapuche utilizaban lanzas de madera, boleadoras y palos, los soldados chilenos contaban con armas de fuego. Miles de mapuche murieron defendiendo su territorio, dejando su vida por su mapu (territorio). Este duro y lamentable capítulo de la historia de Chile finalizó el 4 de noviembre de 1881.

Curiosamente, los chilenos, aquellos que a comienzos de siglos veían a los araucanos como ejemplos a seguir y como parte de su sangre, ochenta años más tarde los aniquilaban para quitarles sus territorios y potenciar así su economía y la nacionalidad chilena.

Es este episodio de la historia el que marca la pauta para la actual situación de los mapuche. Ya no eran una nación libre y autodeterminada, sino que ahora pertenecían a un Estado que no los reconocía como mapuche sino como chilenos. Sus territorios eran fiscales y con límites definidos que no correspondían a su cultura. La anexión definitiva de la Araucanía al territorio nacional desencadenó un sinnúmero de consecuencias para la sociedad mapuche del siglo XIX. La más significativa es, sin duda, la crisis en cuanto a la propiedad del territorio, el que sufre una notable disminución en el curso del siglo XX. Esto es la causa de la pobreza mapuche y, sin dudas, de su organización como movimiento social en Chile. Pero esta historia, la no contada, será analizada en el siguiente artículo.

Por Dennys Salazar Ñirril


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