El adagio realmente es: no por mucho madrugar amanece más temprano. Pero en este caso se ha modificado para interrogar acerca de si la situación política actual que cuestiona la probidad y la transparencia en Chile, y la relación política y dinero, mejora por tener una respuesta rápida.
Una definición de probidad dice: “Honradez, honestidad, integridad y rectitud de comportamiento”. Lo que se supone podría no estar ocurriendo en varios de los imputados en los casos PENTA, CAVAL, SQM, SII. Y las masas, la gente, ahora instantáneamente expresivas en las redes sociales, han puesto el grito en el cielo y enchufado sus ventiladores. Acicateados por los medios de comunicación que se ganan rol y pan también revolviendo la olla de las multitudes.
La reflexión a la que quiero llevar es a si una rápida respuesta podría ser un beneficio para lo que esto implica y en qué medida. De hecho se dijo que la presidenta Bachelet podría haber reaccionado más rápido sacando inmediatamente a su hijo del cargo cuando se conoció el caso CAVAL; que reaccionó tarde y eso ya mostró su incapacidad para manejar adecuadamente su interés materno y el del “biensocial “ . Bueno ¿Quién puede tener la última palabra en algo así? entre esos dos bienes jurídicos. O madre o servidor público.
Posteriormente se formó el Consejo Asesor Presidencial que busca diseñar un nuevo marco regulatorio respecto de la relación entre negocios y dinero, con una serie de notables para que entregaran sus sugerencias en un mes. ¡En un mes! Después de reconocerse que es grave la situación y de que algunos mostraron temores a que toda la estructura institucional este carcomida por las malas prácticas, y hasta se especulara con un vacio de poder que obligue a parar de urgencia las investigaciones por “razones de Estado” -casi un golpe blanco-.
También -como respuesta a lo que se vive- se emite el instructivo de la presidenta Bachelet que busca aumentar los requerimientos de transparencia a quienes trabajan en el servicio público. El que indica que personas que trabajen en Ministerios, Servicios y Gobiernos Regionales deben declarar sus bienes e intereses a partir de dos años antes de ocupar el cargo al 30 de abril, y luego hacerlo anualmente, lo que involucra a funcionarios hasta de tercer nivel de jerarquía en dichas instituciones. Además se estaría enviando un proyecto constitucional para que los Presidentes de la República tengan que hacerlo de por vida; y cosas por el estilo. El servidor público como mártir, el “masoquiatra” que entiende que hacer una labor social es estar bajo sospecha, que le parece razonable que le pasen un detector de metales a la entrada y a la salida, ojala que gane poco respecto a iguales cargos de responsabilidad y que su familia quede en una situación de desmedro en su propio afán de aspiración social; bueno… como “debe ser”, para convertir la sensibilidad por el prójimo en un fetiche de santones. Apenas distinguible de la hipocresía o la puerilidad.
Todo eso cuando todavía no se sabe que es verdad y que mentira, excepto algunos reconocimientos personales de las famosas boletas falsas. Es decir se reacciona cuando todavía no se sabe que falló, antes que halla un diagnóstico, por investigación, con rigurosidad formal. ¿Entonces sobre qué se está reaccionando realmente? ¿Contra un grupo, contra los poderosos, contra la certeza inconsciente -y consciente también en alguna medida- de la sociedad de que como comunidad tenemos una enorme tendencia a la deshonestidad, lo sectorial, lo egocéntrico, lo nepótico?
Se quiere mejorar la condición moral social estableciendo la obligación de actuar en lo “justo”, y es “justo” lo que está definido en un concepto transformado en norma obligatoria, que restringe conductas so pena de castigo. Previene por disuasión, y corrige por castigo contra una conducta prohibida cuando esta se llega a producir a pesar de haber una norma explícita en contrario.
Finalmente es una amenaza. Virtuosos por temor. El mismo sujeto –humano- que ha tenido sus propios conceptos de “lo justo” a través de la historia, que han ido cambiando, y frente a cada cambio del concepto la norma a seguir es distinta; y aquí estamos: con medio planeta en huillas. Esta bien no somos dioses, ni espontáneamente tan empáticos, generosos, o equitativos como nos gustaría, por lo tanto la guasca tiene que seguir zumbando, ya sea en la piel, en la mente o en las iglesias.
Ahora la pregunta ¿cambia la gente, las sociedades? ¿O solo se reprimen ciertas conductas de turno condenadas de acuerdo a la consciencia social de cada momento, Consciencia que por lo demás como se dijo va cambiando?
Se piensa, se cree, se sabe o se espera, que hubiera otra forma de crecer, de ser justo de ser probo en este caso. Que no venga desde afuera; que no sea obligación, por imitación, por castigo, por el corsé. Ni por la dictadura de las elites ni de las multitudes. Es la idea que pudiera buscarse el bien, lo justo etc., no por represión de algo que ya existe pero no puede ejercerse porque esta prohibido o “es malo”. Porque la represión y sus cabezas de Medusas implica que algo ya esta ahí y hay que destruirlo; y la cuestión es así y ya. Pero, existe esa otra opción -ilusión a lo mejor- de que antes que salte la tendencia negativa o calificada como tal, se pudiera cultivar lo que se quiere en vez de destruir lo que se desprecia. ¿O es necesario pasar siempre por el chaparrón de la violencia para llegar a la virtud? Son caminos que tenemos.
Tomando en cuesta estas cuestiones uno puede decir: “no por mucho madrugar se amanece más probo”, respecto a la reacción que pudiéramos tener como país ante la coyuntura de la relación dinero y política y sus aristas. Porque -ya se dijo-: qué profundidad podría tener una respuesta sin esperar la aclaración de lo que pasó, que no fuera el acto reflejo de asustarnos y soltar de golpe nuestros propios prejuicios.
Lo segundo, un cambio hacia la ética social no es solo ser gatillo rápido y andar corriendo hacha con “la mala yerba” cuando ya existe; es cultivar la virtud. No estoy rasgando vestiduras, ni me pongo por arriba, soy otro rey desnudo. La cuestión es como es, ¿quien puede tirar la primera piedra? pero, quizás para consentimiento y sonrisa socarrona de Michel Foucault, mientras estemos esculpiendo la virtud a golpe de formas de represión y no por cultivo de consciencia -y lo digo sin juicio de valor- aún estamos en la guerra y no hemos entrado a la política.
Avelino Jiménez Domínguez
Psiquiatra