Un día como hoy, en el año 1931 se proclamaba entre pitos y guitarras la Segunda República Española, una forma de gobierno alternativa al caciquismo que le precedía, que comenzaría de forma legítima y democrática pero que sería traicionada cuando aún era una niña por unos militares que no la dejaron crecer. Al golpe de Estado le siguió una dura guerra civil que enfrentó a familiares y a amigos, y en la que, al contrario de lo que nos enseñan las películas, perdió el bando que tenía que ganar, y vencieron los golpistas, los tiranos, los fascistas, para imponer en España una dictadura que silenciaría y reprimiría a su pueblo durante los siguientes 36 largos años.
Hoy, 14 de abril se cumplen 84 años de aquel glorioso día en el que el pueblo, con su voto legítimo, logró cambiar una realidad corrupta y viciada por una alternativa más justa para los ciudadanos, joven pero luchadora, ilusionada e ilusionante, una alternativa que el pueblo de España recibió entre gritos de alegría y de victoria.
Las elecciones de 1931 proclamaron la Segunda República Española en sustitución al monarca Alfonso XIII, quien había permitido que un dictador se pusiera a los mandos de España durante 7 años. Aquel 14 de abril España inició un periodo único de libertades y derechos civiles que recogió la Constitución de 1931, uno de los textos legales más avanzados de los que ha disfrutado España. Entre los destacables cambios en educación, en agricultura, en el ejército o en la religiosidad del estado, destaca el reconocimiento por primera vez en España del sufragio femenino, derecho del cual hasta entonces sólo disfrutaban los hombres.
Así se inició un memorable periodo tricolor en España que fue sacudido el 17 de julio de 1936 cuando los militares comandados por Francisco Franco llevaron a cabo un golpe de Estado planeado durante años que fracasó parcialmente, pues se encontró con la oposición de un pueblo valiente que tomó las armas y defendió la República con su propia vida. Así, de un golpe militar parcialmente fallido, dio comienzo una dura Guerra Civil entre españoles que enfrentó a familiares y amigos.
Por un lado, aquellos defensores de la legitimidad de la República; y por el otro, los que, por voluntad propia u obligación, lucharon en el bando de los golpistas, conocidos también como nacionales o franquistas. Los sublevados, gracias a la ayuda de la Alemania de Hitler y la Italia de Mussolini, se hicieron con la victoria y cambiaron el régimen republicano de Manuel Azaña por el régimen dictatorial de Francisco Franco que se alargó en la historia durante más de treinta años. Pero la Guerra Civil y la dictadura son temas que se merecen artículos propios para darles la explicación que precisan, así que volvamos a lo que hoy se conmemora: la proclamación de la Segunda República Española.
Es triste, muy triste, que tal día como hoy no sea recordado por todos los españoles, ya no sólo por celebrar el triunfo del régimen republicano, sino por recordar aquel histórico 14 de abril de 1931 que cambió el devenir de España. Es cierto que Franco se dedicó con empeño a borrar la memoria de los españoles durante años y a silenciar todo lo que antes de 1939 ocurriera, pero ese dictador ya está bajo tierra y es hora de dejar salir a los fantasmas del pasado para asumir una historia que nos precede y que merece ser recordada, nuestra historia.
La historia de Chile guarda varias similitudes con la española, pues ambas disfrutaron de un periodo de amplitud de las libertades y los derechos de los ciudadanos, en los que las fuerzas parecían equipararse, y la justicia y la igualdad pasaron de formar parte de la utopía a convertirse en una realidad. Pero en ambos países, uno en 1936 y otro en 1973, la tiranía se impuso a golpe de puño y la democracia fue arrebatada a un pueblo que dejó de ser libre.
En Chile, por suerte, el periodo dictatorial no fue tan largo, pero al igual que en España la transición a la democracia tras la dictadura fue confusa y engañosa, pues nunca existió ese punto y aparte que eliminara del poder a todo aquel que hubiera participado o apoyado el despotismo.
El problema en España es que los más de 80 años que separan la proclamación de la Segunda República con la actualidad ayudan a la falta de memoria, pues muy atrás queda esa etapa histórica que muchos creen que ya nada tiene que ver con nosotros. La historia hay que tenerla siempre presente, recordarla y aprender de ella para reconocer los aciertos y analizar los fallos.
En España la restauración de la memoria tras tantos años de silencio y engaños, es complicada pues la mayoría de los que vivieron aquellos días hoy ya no nos acompañan; pero Chile aún está a tiempo de no olvidar y de conseguir que Salvador Allende perdure en la memoria de todos los que hoy viven y de todos los que vivirán. Es responsabilidad de cada uno de nosotros que la historia persista y que sea recordada y conmemorada como se merece, pues una sociedad sin memoria es una sociedad frágil e indefensa, completamente vulnerable ante futuras traiciones.
«No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién ha puesto al huracán
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
(………………)
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas«
Vientos del pueblo, de Miguel Hernández.