Hace una semana, Silvio Berlusconi, primer ministro de Italia, fue acusado de estar vinculado a la Cosa Nostra, la mafia. Lo acusó Gaspare Spatuzza, mafioso siciliano arrepentido, condenado por atentados que sembraron el terror en Florencia, Milán y Roma en 1993.
Spatuzza se convirtió en la cárcel, estudió teología y decidió colaborar con la justicia. Berlusconi ha reaccionado ante la acusación amenazando a los medios que informan sobre su participación e los hechos.
Después de que el Tribunal Constitucional italiano anulara la ley Alfari (que le concedía inmunidad total), Berlusconi, en su obsesión por blindarse ante la justicia, hará aprobar un decreto ley que permitirá anular cualquier sumario cuya instrucción supere los seis años. Es el tiempo que necesita para que desaparezcan las causas Mediaset y Mill contra él.
A Mill ya lo condenaron a cuatro años y medio de prisión por soborno en beneficio de Berlusconi, por lo que éste busca con desesperación que no lo juzguen. Con ese decreto se libra de la cárcel, pero también concede impunidad a miles de encausados por corrupción, robo o abusos sexuales sin antecedentes penales.
En sus dos mandatos, Berlusconi ha hecho aprobar normas para huir de la justicia que, de momento, hacen caducar decenas de miles de procesos anuales en Italia. Decenas de miles de presuntos delitos impunes al quedan impunes al ser archivados por una norma para que el primer ministro no vaya a la cárcel.
Berlusconi es dueño de tres cadenas privadas de televisión y otros medios en Italia, pero no le basta. Ahora intenta amordazar las voces críticas de la RAI, la televisión pública italiana. Ha forzado el despido del responsable del canal RAI-3, Paolo Ruffin, porque ese canal es plural, crítico y tiene más audiencia que sus cadenas.
Según el informe anual de Reporteros Sin Fronteras, Berlusconi está muy cerca de entrar en la lista negra de dictadores que violan el derecho a la información, junto con Muhamar Gadafi o Putin.
Esas aprobaciones de leyes que lo blindan ante los tribunales más su pretensión de control total de la televisión convierten a Berlusconi en un modelo antidemocrático. Corrompe el Estado (que en democracia es la suma de todos los ciudadanos que procura armonizar los intereses de todos) al ponerlo a su personal servicio. Berlusconi cree disponer de patente de corso para hacer lo que le venga en gana, al servicio de sus intereses y de los de su clase. Dispuesto a doblegar lo que haga falta para actuar como quiere y conseguir lo que se propone.
Ésa es conducta muy neoliberal, atendiendo a lo ocurrido los últimos veinte años. Una conducta neoliberal, por cierto, que recuerda la clásica del gangster estadounidense, como hemos conocido por la historia reciente, la literatura y el cine: Lo importante es ganar, ganar mucho y cada vez ganar más. No importa cómo. Y se elimina cualquier obstáculo que dificulte las ganancias. El gangster resulta a la postre un neoliberal puro.
Como explica una escena de “Cayo Largo” de John Huston. En un hotel de Florida, coinciden un soldado, que regresa de la Segunda Guerra Mundial, y Johnny Rocco, gángster deportado de Estados Unidos que vuelve clandestinamente. El soldado pregunta en un momento de tensión del filme: “¿Qué quiere Rocco?” Y él mismo se responde: “Quiere más”. El gángster confirma: “Eso es, quiero más”. El soldado pregunta de nuevo: “¿Alguna vez Rocco tendrá bastante?” Y Rocco aclara: “Nunca tengo bastante”. Una conducta muy neoliberal.
En cuanto a lo que sufre Italia, afortunadamente centenares de miles de personas han respondido hace unos días a una convocatoria a través de Facebook para manifestarse por las calles de Roma contra Berlusconi en un “No Día de Berlusconi”. Iniciativa de un grupo de ciudadanos sin intervención de partido ni institución alguna. Quizás algo empieza a moverse en Italia. Esos cientos de miles de manifestantes han exigido al peor primer ministro de la historia de Italia que se deje juzgar (porque no está por encima de la ley) y que saque las manos de la Constitución de la República (alusión a los intentos de Berlusconi de blindarse legalmente ante la Justicia).
Acaso no esté todo perdido. Como casi siempre, la solución empieza a surgir desde abajo.
Xavier Caño Tamayo
CCS El Ciudadano