Hace un mes atrás, un estudiante de periodismo de la Universidad de Concepción, escribió un artículo en contra de Stephanie Fox (La Botota) y de su programa El Juego e’ la botota, el cual es subido a YouTube todas las semanas y grabado cada miércoles en una discoteque en Providencia, desde hace ya 4 años.
La efervescencia y el estupor con el cual el escritor dio vida a dicho artículo, marcó el acontecer de esos días en las redes sociales. Tanto es así, que la propia afectada salió a presentar sus descargos mediante plataformas virtuales, adjudicando un cierto impacto por los dichos del estudiante.
Sinceramente, quienes leen el artículo completo y piensan un poco en las palabras del autor, encontrarán cierto sentido y razón en lo que él plantea. Dicho sea de paso, mi primera impresión fue que él estaba en lo correcto. Pero un fenómeno como lo es el personaje de La Botota, merece si quiera más que una visión simplista y superficial de su trabajo y de su discurso.
Si bien Stephanie Fox entra en el lenguaje vulgar, en las bromas y risotadas en doble sentido, junto con movimientos y actitudes erotizadas que no aguantarían ni un minuto en televisión abierta. Ella es desafiante en sus palabras, incomprendida en sus acciones y rupturista respecto al límite que demarcaron (algunos, no todos) las personas de su mismo rubro.
Hablamos de desafío en sus palabras porque no tiene ningún empacho, ni titubeo en señalar las características (incluso denostativamente) de las personas que van a su programa. Dice lo que muchos pensamos, pero que pocos nos atrevemos a decir. No está de acuerdo con algunas concepciones pre-establecidas y desde su show estelar tiene toda la capacidad de decirlo.
Prueba de aquello que planteo, es una situación vivida en su programa, semanas después de la golpiza sufrida por Daniel Zamudio en el parque San Borja. Sube una madre al escenario de Fausto, afirmando que es heterosexual, pero que ella está ahí porque no quiere que a ninguna persona le pase lo que le pasó a Daniel. Su co-animadora de ese entonces, Francisca del Solar, entabla un discurso pequeño, hablando de respeto, de tolerancia y de todo aquello que propagan los Derechos Humanos. Cuando viene el turno de Fox, ella dice “yo creo que, igual hay unas colas que son muy mujer”.
Mediante estas palabras, Stephanie Fox ha catalizado el sentir de muchos gays y lesbianas que día tras día permiten en su accionar, hechos de discriminación en base a que algunos son muy afeminados u otras son muy camionas. En efecto, la Botota ha desmantelado a la población homosexual desde dentro, dejando entrever, que mientras condenan los actos de homofobia, perpetúan actos discriminatorios entre y hacia ellos mismos. Incluso toca a dirigentes de movimientos de diversidad sexual, ¿acaso no fue Rolando Jiménez quien sentenció periódicamente a los Gays amujerados y adoptó un binomio hombre/mujer bastante conservador? Ciertamente, la Botota no es diplomática, pero pareciera ser más democrática que la más grande de las fundaciones LGTBI en Chile, pues habla por medio del silencio culposo y de la indiferencia notoria de muchos y muchas.
No tan solo con este gesto emblemático desmantela a la población homosexual, también lo hace al adjudicar adjetivos como POBRE!! En sus monólogos. Ella se identifica con ellos, los apropia, los engarza en su vida y los supera, mediante la broma fácil y el si poh’ niña. Detrás de ella existe algo desafiante, porque no acostumbra a decir lo que no cree y desde sus palabras sinceras, llega al más profundo inconsciente de la población homosexual de este tiempo y desafía, sin quererlo ni saberlo, la cultura oficial impuesta.
También dijimos que era incomprendida en sus acciones. La Botota ciertamente se hizo conocida por pedir que le tiraran agua con un balde de pintura. Pero con esto no nos referimos a su sin sentido, nos referimos a su performance, su atuendo, su preparación y su puesta en escena. ¿No se han fijado acaso, que ella no intenta copiar ningún paso de baile de las grandes divas del POP? ¿Acaso no es notoria la diferencia que hay, entre el perfil de su co-animadora y ella? Mientras Fernanda Brown cautiva con la belleza de su personaje, la regiedad de su figura, sus pelucas al viento y sus comentarios ABC1, la Botota nos muestra pasos improvisados, caras y morisquetas cotidianas, frases y chistes de barrio y algo no menos importante, una belleza nueva.
Acá está el segundo elemento contracultural que hemos identificado. Stephanie Fox no requiere de risas superficiales, mezquinas y falsas frente a las cámaras. Si revisamos el Fan-page de su programa en Facebook posee solo una, de veintisiete fotos, en donde ella aparece sonriendo. ¿Qué ocurre con este singular transformista que no siente la necesidad de aparentar ser una Miss 17 eterna? ciertamente sus vestidos, atuendos, peinados y pelucas han sido comprados en las mismas tiendas de retail donde compran sus demás compañeras, pero el sentido otorgado por Fox es distinto. Mientras todas las demás se preocupan de su ornamentación y su perfección respecto a su Look, ella no tiene inconveniente en entrar en una pileta de agua en el centro de Santiago, en mojar y manchar sus vestidos, sacarse sus pelucas, mostrar sus rellenos de pechugas o tirarse al suelo y mostrar sus calzones ¿han visto a alguna otra transformista hacer eso antes que ella? una vez más, la Botota nos ha desafiado nuestras definiciones impuestas.
Con todo, Stephanie Fox ha roto el cerco que circundaba a las transformistas hasta antes que ella se hiciese conocida. Entabla bromas hacia los hombres que se esconden detrás de los personajes hechos, desenmascara a sus parejas y amoríos y no tiene ninguna vergüenza en asumir a sus parejas públicamente, aun cuando, le han dicho algo como “tu marido es más mujer que tu”. Ella no muestra vergüenza, pareciera ser que, espontáneamente para ella, el binomio Hombre/mujer y Activo/pasivo, no es decisivo frente a su decisión de ser transformista y sin si quiera haber leído mucha literatura sobre género, lo destruye autodidactamente.
Si quisiésemos encontrar sentido a aquellas risas que sobreabundan en su programa, a sus bromas y chistes frente a situaciones doloras y crudas o a sus improvisados dichos, tendríamos que entender que ella está, inconscientemente, haciendo comedia de una tragedia. Para los más intelectuales, la Botota entraría en la concepción de la repetición de la Historia de Marx, primero como tragedia, después como Comedia. Ella está en la comedia, habla después de que ocurrió la tragedia. Habla después de los desmantelamientos de lugares clandestinos de público gay, después de los incendios de discotecas gays en donde no se encontró ningún culpable, después de la discriminación de un motel frente a una pareja de lesbianas, después de un veintenar de transformistas y travestis asesinadas sin ninguna persona procesada por sus muertes, después de las yeguas del apocalipsis, de las putas babilónicas y como no, después de Daniel Zamudio.
Inconscientemente, sin querer queriendo, la Botota ha tomado la tragedia escrita en la historia contemporánea de los gays y lesbianas en Chile y la ha traído a la comedia. Por esta razón puede reírse de cualquier cosa, utilizar la burla y la sátira de manera indistinta, para hablar de lo que sea. Este personaje, ha dado un vuelco. Toma las ofensas que ha recibido, las reconoce y las supera, mediante una burla. No reproduce discriminación, sino que se ríe de ello desde una broma, de tal suerte que, en su programa nadie se podría sentir discriminado.
Ciertamente este es un fenómeno que se sigue escribiendo, pero mientras ocurre, mirémoslo no desde la palabra dura y vacía, sino de aquello que las guían y motivan. Lo que, en el caso de La Botota, es mucho más que palabras baratas y una mente vacía, como dijo un estudiante de periodismo, hace un mes atrás.
Juan Ignacio Cisterna
Estudiante Pedagogía en Historia y Geografía (Quinto año)
UMCE – Ex pedagógico
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