El sábado por la noche, después de una semana de vivir de los bares de snacks del centro de conferencias, unos cuantos de nosotros fuimos invitados a una deliciosa cena casera con una familia danesa de carne y hueso. Tras pasar la velada atónitos ante sus muebles de estilo, algunos de nosotros sentíamos curiosidad: ¿por qué los daneses son tan buenos en diseño?
“Somos frikis del control”, respondió inmediatamente nuestro anfitrión. “Viene de ser un país pequeño con no mucho poder. Tenemos que controlar lo que podamos.”
Cuando va de producir accesorios lumínicos absurdamente atractivos y sillas de escritorio alucinantemente confortables, esta forma danesa de desplazamiento es clarísimamente algo muy bueno. Cuando va de organizar una cumbre mundial con intención de cambio, la necesidad de los daneses por el control se convierte en un serio problema.
Los daneses han invertido una cantidad enorme de dinero en el co-branding (2) de su ciudad capitolio (ahora “Hopenhagen” (3)) con una cumbre que supuestamente salvará el mundo. Eso estaría bien si esta cumbre de verdad estuviera en el camino de salvar el mundo. Pero como no es así, los daneses están intentando frenéticamente rediseñarnos.
Tomemos como ejemplo las protestas del fin de semana. Al final, alrededor de 1.100 personas han sido arrestadas. Esto es simple y llanamente una barbaridad. La manifestación del sábado, con aproximadamente 100.000 personas, tuvo lugar en un momento crucial de las negociaciones sobre el clima en el que todos los indicios apuntaban a un fracaso de las mismas o a un acuerdo peligrosamente débil. La marcha fue festiva y pacífica pero también tenaz. “El clima no se negocia” era el mensaje, y los negociadores occidentales necesitaban oírlo.
Cuando un puñado de personas empezó a lanzar piedras y a hacer estallar granadas sonoras (no, no fueron “disparos” como el Huffington Post alarmantemente informó), los manifestantes lo resolvieron por sí mismos pidiendo a la gente responsable de los hechos que abandonara la protesta, cosa que hicieron rápidamente. Yo estaba en ese lugar de la manifestación y aquello apenas interrumpió la conversación que estaba teniendo. Llamar a esto “disturbios”, como hizo absurdamente el British Telegraph, no es justo para los auténticos alborotadores y creadores de disturbios, de los que hay muchos en Europa.
Da igual. Los polis de Copenhague usaron un pequeño cristal roto como pretexto para detener a casi mil personas, haciendo lo propio con otras cien al día siguiente. Cientos de estos arrestados fueron acorralados juntos, forzados a sentarse en el helado pavimento durante horas, con las manos esposadas (y algunos tobillos también). De acuerdo con el organizador Tadzio Müller, ésta no fue la gente que lanzó piedras pero “el trato fue humillante”, orinándose encima algunos de los detenidos por no permitirles que se movieran.
Los arrestos, parte de un patrón reproducido durante toda la semana, sonaban como un aviso: no se tolerarán desvíos del mensaje “Hopenhagen”.
Dentro de la cumbre oficial, los delegados se congregaban alrededor de televisores de pantalla plana para ver a la policía empujar a los manifestantes contra la pared y romper la marcha. A algunos debió sonarles de algo. Después de todo, eso es en esencia lo que el gobierno danés y otras potencias occidentales han estado haciendo aquí durante toda la semana: intentar romper el bloque de los países en desarrollo, el G77, usando las clásicas tácticas del divide y vencerás, incluyendo la de empujar contra la pared a Estados especialmente vulnerables con ofertas exclusivas.
No habiendo sacado nada en claro del “texto danés filtrado”, esta tarde tuvo lugar una reunión a la que fueron invitados 40 Estados para cocinar un acuerdo; el resto de los 192 Estados representados no tienen ni idea de lo que han decidido – difícilmente es esto la democracia que la ONU había prometido.
La prueba definitiva sobre el asunto del control danés tendrá lugar el miércoles en la acción de Reclamo de Poder. Por la mañana marcharán los manifestantes hacia el Bella Center para exigir soluciones reales a la crisis climática, no la confusa matemática ni el comercio de carbono de oferta del interior. A los delegados ahí dentro que piensan de la misma manera –y los hay a miles- se les está invitando a unirse a los manifestantes.
Si todo va bien, en algún lugar cerca del Bella Center tendrá lugar una “asamblea del pueblo”, una oportunidad para resaltar algunas de las muchas soluciones de sentido común que se han obviado en las negociaciones, incluyendo la de dejar las arenas de alquitrán (4) de Alberta donde están y el pago de “reparaciones” climáticas.
Los organizadores del Reclamo de Poder han establecido con claridad que están comprometidos con una desobediencia civil no violenta. Incluso si son atacados por la policía, no responderán con violencia. Aún así, el espectro de una disidencia fuera de todo guión que desvíe la atención de la conferencia oficial del miércoles tiene locos, sin duda, a nuestros anfitriones daneses.
Esperemos que no se enfrenten a sus rollos sobre el control intentando amontonar a todo el mundo en gallineros: los manifestantes lejos del Bella Center, los delegados encerrados dentro. Porque esta acción –más que cualquier cosa que haya pasado hasta ahora– tiene el potencial de enviar un claro y mucho más necesario mensaje al mundo: sólo un acuerdo dictado por la ciencia y la justicia tendrá efecto.
Así que un recordatorio para nuestros anfitriones daneses: desde luego que Copenhague es vuestra ciudad, y nos encantáis por vuestras bicis y vuestros molinos. Pero el planeta es de todos. Dejad de diseñar la fotografía con nosotros fuera de ella.
Naomi Klein
Traducido para Rebelión por Andrés Prado
www.naomiklein.org
Notas:
(2) El concepto convencional de «co-branding» es el de asociación de dos marcas con el fin de potenciar el valor y la rentabilidad de las mismas.
(3) Juego de palabras con el nombre de la ciudad y el verbo “Hope”: tener esperanza.
(4) También llamadas arenas bituminosas o arenas de petróleo.