En Chile las mujeres somos discriminadas. Es un hecho, es un fact, como les gusta decir a los gringos, aunque del que a nadie le gusta hablar mucho muy en serio ni por mucho rato (ni si quiera a nosotras mismas). No me interesa aquí, en este artículo, la denuncia ni la crítica rabiosa. Como dice un amigo, es probablemente un tema estructural. Sin embargo, hace un buen rato que no dejo de preguntarme, ¿cambia eso en algo las cosas? ¿nos sirve de algo? ¿hace alguna diferencia? La verdad pienso que a estas alturas de la historia (no dejo de pensar en mi gurú –y no me avergüenzo de confesarlo- Isabel Allende, escribiendo sobre los famosos y eternos trogloditas en los años 1960s) no las cambia y tampoco las justifica mucho.
Lo peor del síndrome del Club de Toby es que es mujer-observadora-inteligente y crítica excluyente. Algo así como: mientras más patente la amenaza, más potente la exclusión. Y opera, reconozcámoslo, incluso en los más selectos y educados recodos de nuestra sociedad. Sin embargo, es aún peor cuando los dirigentes de tan magno club son verdaderos trogloditas, intuyen el peligro y cierran aún más el círculo. Prácticamente no te ven (es curioso eso sí y tengo que decirlo, por lo general no son malas personas). Ellos no se ven, están demasiado acostumbrados a estar entre ellos. De hecho, han sido los medios de comunicación los que han tenido (será por las cámaras) que mostrarles lo mal que se ven esas fotos y puntos de prensa llenos de pelos, ternos, corbatas, guatas (lamentable síndrome del hombre chileno) y demases. Seamos sinceras, no la llevan, al menos en el discurso.
Mi padre, germano, me lo dijo hace tiempo: en Chile, el rol de la mujer, incluso el de la profesional más top, será siempre el ser la secretaria de. Es obvio. Él piensa, ella ejecuta. He ahí la trampa, el problema de fondo no es la diferencia. Si ella ejecuta mejor que él, qué problema habría en que él, por mientras, piense, planifique, etc. El problema es la sobrevaloración de una cosa por sobre la otra y la absurda separación de tareas. ¿De dónde sacan que la ejecución de un plan no requiere de la elaboración de un plan o idea previa?
Nosotras organizamos, sistematizamos y ejecutamos. ¿Qué valor se le da a eso? ¿En qué momento nos sientan a la mesa de las grandes decisiones? Tampoco hay, por lo general, muchos interesados en adentrarse realmente en serio en estos temas. Es complejo el asunto y es más fácil mirar el piso, evadir el problema o decir que justo en este momento no tenemos tiempo para preocuparnos de ellos, ya vendrá el momento. La otra y genial excusa es el tema de las confianzas y costumbres. Claro, es que es mi amigo de toda la vida, es que nos parecemos, es que sabemos trabajar juntos. Nosotras, las otras, mejor en otro cubículo, en otra área.
¿Qué hay detrás de todo esto? ¿Cómo nosotras damos (si es que hay que darla) la pelea? Ahí va la pregunta fundamental de este artículo (y les tengo malas noticias, todavía no lo sé, en eso ando). VerDeseo está incompleto si no se hace cargo de temas como este, porque la sustentabilidad, la ecología política de la felicidad, no es posible en un mundo donde una mujer se puede sentir a ratos como una persona negra viviendo en un Apartheid (pensemos que somos ni más ni menos que más del 50% de la población). Y no piensen que exagero, si eres un poco observadora verás cómo sutilmente el círculo se cierra y ahí están ellos, de terno, saludándose y comentando, nosotras afuera mirando.
Por Colombina Schaeffer
Socióloga UC