Cumbre de Copenhague: lo que el viento se llevó

Los molinos ya no están pero el viento permanece, decía Van Gogh al explicar su inspiración en los girasoles


Autor: Mauricio Becerra

Los molinos ya no están pero el viento permanece, decía Van Gogh al explicar su inspiración en los girasoles. Pero las ráfagas de Copenhague fueron todavía más voraces y dejaron solo estropicios para el cambio climático.

Dos semanas de negociaciones, agudas discrepancias con la voz de la conciencia, las ONGs, e intentos tardíos de forzar un acuerdo dejaron en claro que la Cumbre sobre Cambio Climático de Copenhague fue la catarsis de las mayorías.

Agotadas por el injusto orden internacional, las asimetrías en el desarrollo social y esa suerte de «fatalismo geográfico» al cual se le quiere condenar, las naciones del llamado Tercer Mundo se rebelaron, como pocas veces antes en un evento de la ONU.

Fue el bloque del Grupo de los 77 más China (G77), que en realidad agrupa a 130 países, el encargado de salirle al paso a las maniobras de la presidencia de Dinamarca en su afán por imponer una declaración a tono con los intereses de los ricos.

El presidente boliviano, Evo Morales, una de las autoridades más aplaudidas en la capital danesa, acaba de lanzar la iniciativa de una cumbre de los pueblos contra el cambio climático en su país el próximo 22 de abril.

Para los que reiteran que se dio un acuerdo «in extremis» sacado a escondidas por un selecto conciliábulo de 25 estados, el mejor calificativo que obtienen es la debilidad absoluta del texto, su carácter formal, vago y genérico en un tema tan serio.

Sin embargo, los detractores se instalaron en una inusual trinchera de la diplomacia y plantaron sus banderas contra las maniobras por hacer valer un resultado que trataba de maquillar el fiasco de la Conferencia de las Partes de la ONU (COP15).

No fue discutido ni siquiera con los 193 miembros que forman parte del Convenio de Naciones Unidas sobre el calentamiento global de la atmósfera. Sudán, presidente de turno del G77 fue enérgico en sus descargos, como la concertación del ALBA.

El palacio de los congresos del Bella Center parecía el escenario de una gran batalla en la noche del 18 de diciembre y la madrugada del 19. Lo peor, ni triunfadores ni vencidos. Apenas un contrapunteo de dilaciones por el control del espacio atmosférico.

Hay mucha gente que no lo entiende bien. Lo que busca el bloque industrializado es seguir su modo de vida consumista, sin sacrificar nada, seguir contaminando y que otros asuman la responsabilidad, dijeron ONGs consultadas por Prensa Latina.

Las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) fueron estrellas de la COP15 al levantarse en manifestaciones pacíficas, reprimidas violentamente por la policía danesa en reiteradas ocasiones, y en medios de un caos organizativo de los 15 días de reuniones.

En lo personal debo referir que nunca antes estuve en un evento de trascendencia mundial tan mal organizado, sin capacidad de respuesta ante problemas graves surgidos en las acreditaciones que atentaron incluso contra la salud de los participantes.

La ONU demostró de forma alarmante su incapacidad de actuar frente a la espera de tres a cinco horas a la intemperie de funcionarios, asociaciones civiles y periodistas que poseían la aprobación de sus credenciales.

Mucho más grave aún fue la vulnerabilidad de un proceso que depende del consenso y que a todas luces marcará en el futuro la pérdida de influencia de Naciones Unidas. Su secretario general, Ban Ki-moon, sigue hablando de «gran suceso» en la COP15.

Gran desastre en todo caso. Porque hoy, dos días después de mi regreso de la capital danesa, no tengo un recuerdo que me haga pensar en algún detalle significativo de Copenhague, salvo el empuje irreverente de los países en vías de desarrollo.

El documento final, inexistente para buena parte del G77 y la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), no es legalmente vinculante y dejó a criterio de los países elegir participar.

Colocó en el aire la perspectiva de un acuerdo completo de reducción de emisiones de gases que debería adoptarse en 2010 y tampoco queda claro el condicionamiento para la financiación de un fondo de los países ricos de 100 mil millones de dólares hacia el 2020 a las naciones en vías desarrollo.

Para colmo los objetivos de emisiones sin cuantificar deberán fijarse antes del 1 de febrero de 2010, es decir, dentro de poco más de un mes, otra fecha que tampoco ofrece garantías de concretar resultados.

«Estuvimos dos años de discusiones y dos semanas de intensos debates; es una ironía o una burla creer que en un mes se darán las cifras que exigen los científicos para alejar el peligro del calentamiento global», dijo un diplomático consultado.

Entre las decepciones más resonantes de Copenhague estuvo la esperada visita del presidente estadounidense, Barack Obama. Retrasó el inicio de la Plenaria del día final y pronunció un discurso «arrogante y prepotente» como señalaron WWF y Greenpeace.

El presidente venezolano, Hugo Chávez, apostilló que la ilusión sobre Obama murió en la COP15.

En Copenhague se acabó definitivamente la ilusión Obama. Quedó confirmado en su condición de jefe del imperio y Premio Nóbel de la Guerra. El enigma de los dos Obama ha quedado resuelto, sentenció a su regreso a Caracas.

Será difícil para el mundo encaminar el próximo año en México la COP16 con los diálogos sobre cambio climático liderados por la ONU. Antes en Bonn, Alemania, será la conferencia intermedia.

Cenas de lujo, ropa vistosa y toneladas de papel se repetirán en los dos encuentros. Falta esperar por la reacción de las ONGs, con razones para envalentonarse más con los políticos que hablan y la ausencia de líderes para actuar, como señalaron.

Tal vez la clave real se dará en la cita de Bolivia convocada por Evo Morales.

Por Fausto Triana

Discurso de Hugo Chávez en la Cumbre de Copenhage


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