Robert Mapplethorpe fue uno de los fotógrafos más importantes de la década de los 70, marcando pauta con su técnica en blanco y negro y explorando la fotografía erótica. Mapplethorpe inició su vida profesional dentro del cine, creando filmes basados en collage de fotografías. Pronto, se percató que su pasión estaba en la fotografía después de que un amigo le regalara una cámara Polaroid.
Como parte de su proceso creativo, Mapplethorpe decidió explorar con las posibilidades que el autorretrato le daban para conocer mejor su técnica y definir un estilo propio, hecho que originó el gran número de fotografías que lo tienen como protagonista. A través de la experimentación de sus propios retratos, logró consolidar un estilo que pronto lo caracterizó y lo distinguió de otros fotógrafos de la época e incluso, por ellos, es considerado como el padre del autorretrato moderno.
Como hiciera Mapplethorpe con la experimentación del autorretrato, así también jóvenes fotógrafos como Kirill Oreshkin e Ivan Kuznetsov necesitan vivir experiencias cargadas de emociones fuertes, al límite del peligro, para encontrar su propio estilo y así descargar la adrenalina que de otro modo se les niega. Siguiendo su instinto por ir más allá de donde cualquiera otra persona ha ido, han decidido escalar los grandes edificios de su natal Rusia para vencer a las alturas y a sus propios miedos. Es de este modo como a través de la clandestinidad y del romper las reglas, suben hasta las azoteas de los rascacielos y encuentran la forma de llegar hasta el punto más alto de la torre. Así, en la cima del mundo, exploran su faceta creativa para tomar fotografías que hablan de ellos, de sus amistades y de sus facetas más arriesgadas pero también de las ciudades que son retratadas desde lo alto.
Oriundo de Moscú, este joven desafía cualquier miedo a las alturas para conseguir algunas de las mejores fotografías desde la cima de los rascacielos de la capital rusa. En ocasiones, sus fotografías no son precisamente selfies, pero tienen excelentes fondos que demuestran la belleza de las ciudades vistas desde el cielo. Si bien en la gran mayoría de las selfies, Kirill aparece como protagonista, en muchas otras más se convierte en fotógrafo de sus amigos y compañeros de aventuras que se atreven a seguir sus pasos cuesta arriba.
Sin embargo, en su intento por ser el temerario que tenga las mejores fotografías, Kirill también ha viajado a Dubai para tomarse una selfie en los rascacielos que dominan la ciudad del desierto.
Homónimo de un importante arquitecto soviético, Ivan gusta de escalar los rascacielos de ciudades como Moscú y Hong Kong, desde donde logra capturar increíbles fotografías que delatan la belleza de las grandes urbes. Este fotógrafo se ha hecho famoso gracias a su cuenta de Instagram donde comparte sus logros de ascenso de edificios y estructuras. Sin embargo, las fotografías que demuestran que el miedo a las alturas no existe en los genes de Ivan pues por el contrario, hace de la adrenalina una forma de vida.
Así como éstos jóvenes ascienden a los grandes edificios para obtener las mejores selfies, existen otros spots alrededor del mundo que se antojan aptos para tomar las mejores panorámicas. Por ejemplo, el Cristo Redentor, Río de Janeiro, Brasil.
El Cristo Redentor es una de las insignias de la bahía de Río de Janeiro en Brasil. Año con año, miles de turistas suben hasta el cerro desde donde la figura monumental de Cristo vigila la bahía. Sin embargo, lo que pocos saben es que la estructura cuenta con una escalera interna que permite, que a quien se le autorice el ascenso, llegar hasta la cima del Cristo y admirar de una vista espectacular. Y claro, tener la oportunidad de tomarse una selfie sin igual.
por Alejandro Campos en Cultura Colectiva