La cuestión central que se plantea aquí, por raro que pueda parecer a primera vista, no es entonces un mero asunto monetario o económico, sino más bien una cuestión de sentido de la vida.
La presión a que la sociedad capitalista somete a sus ciudadanos a través de una serie de exigencias relacionadas con una vida de éxito, los valores estéticos o la realización de las metas sociales y familiares prefijadas ya de antemano por el propio sistema, cada vez va resultando más evidente que supone una carga excesivamente dura de aguantar para millones de ciudadanos en todo el mundo.
Una carga que, además, al haber sido incorporada con todas estas exigencias como una norma de sentido para la vida que deben llevar los sujetos dentro de tal sociedad consumista-capitalista, se acaba consolidando, para una inmensa mayoría de personas, como la única alternativa existencial a mano a partir de la cual poder mirar hacia el futuro, pues tal camino es presentado por el proceso de socialización general como el único viable para alcanzar, dentro de la sociedad capitalista, una existencia que cuente con la aprobación y el reconocimiento generalizado de nuestros conciudadanos.
La cuestión central que se plantea aquí, por raro que pueda parecer a primera vista, no es entonces un mero asunto monetario o económico, sino más bien una cuestión de sentido de la vida, una problemática existencial que afecta a la vida de los sujetos y acaba repercutiendo en sus expectativas de cara a una supervivencia útil y satisfactoria.
Si, por ejemplo, analizamos los datos de los hombres y mujeres que se ven afectados por algún tipo de patología de la psique en nuestras sociedades, y cuáles suelen ser las principales enfermedades que les afectan (depresión, stress, ansiedad, etc.), no es demasiado arriesgado concluir que el principal problema existencial que afecta hoy a nuestros conciudadanos (en el mundo capitalista) es una cuestión de sentido, es decir, un problema no exclusivamente del ámbito de lo material (que también en muchos casos), sino un grave problema en el ámbito de la existencia cotidiana, en la búsqueda de la auto-realización personal, y, sobre todo, en el plano del cumplimiento con las expectativas fijadas de antemano por la sociedad e interiorizadas a través de aquello a lo que los sociólogos califican como proceso de socialización.
Si, por h o por b, no eres apto para el sistema, el sistema no sólo te golpea hasta derribarte, sino que, una vez que estás en el suelo, te pisa hasta rematarte, mediante la propia acción social del entorno en el que nos vemos envueltos. La consecuencia de todo esto, cómo no podía ser de otra manera, es un aumento cada vez mayor del número de personas que se ven afectadas dentro de la sociedad consumista-capitalista, y en cualquier país del mundo, por enfermedades mentales como las anteriormente mencionadas, con todo el sufrimiento psicológico y existencial que ello lleva asociado para con las personas que las padecen.
Un asunto, sin duda, sumamente preocupante para cualquier persona con una mínima capacidad de empatía y sentido de la justicia, que en ningún caso debe ser tratado como un asunto menor dentro de las innumerables consecuencias negativas que para otros muchos ámbitos genera también el sistema capitalista (ecología, alimentación, relaciones económicas y laborales, etc.).
Con este artículo, partiendo de lo anteriormente expuesto, se pretende pues analizar de manera racional la relación establecida entre los valores inherentes al sistema consumista-capitalista y el aumento de este tipo de enfermedades mentales, aplicando para ello el marco científico que nos proporciona el materialismo histórico.
Según este marco, como ya se sabrá, las ideas de los hombres están estrechamente ligadas a las condiciones materiales de cada ser humano, especialmente al trabajo que realiza el hombre dentro de la sociedad y al lugar que ocupa socialmente dentro de la misma.
La primera idea que cabe destacar, por tanto, es aquella que nos dice que la estructura económica es la base real de la sociedad, el fundamento material básico en torno al cual giran el resto de estructuras, materiales o ideológicas, presentes en la realidad sociológica. El sistema económico genera pues unas relaciones sociales determinadas, que respaldan al sistema que las creó. Economía y sociedad están profundamente entrelazadas. De la infraestructura económica nace y se desarrolla la superestructura ideológica (conjunto de productos, costumbres y representaciones culturales que actúan en el ámbito de una determinada sociedad).
La superestructura depende pues de las condiciones económicas en las que vive cada sociedad, de los medios y fuerzas productivas (infraestructura). La superestructura no tiene una historia propia, independiente, sino que está en función de los intereses de clase de los grupos (clase/s dominante/s) que la han creado. Son las clases dominantes quienes dan vida y moldean convenientemente el ámbito de la superestructura, de tal manera que ésta pueda servirles como mecanismo de legitimación del orden establecido y como medio para el control social. Por ende, los cambios en la superestructura sólo pueden venir como consecuencia de los cambios en la infraestructura.
Nuestra actual sociedad consumista-capitalista, en cuya superestructura ideológica reside la causa de los problemas en el ámbito del sentido de la vida individual que venimos denunciando, no es ajena a tal dinámica científica de la historia. En consecuencia, con este artículo se pretende analizar la relación establecida en el marco del consumismo-capitalismo entre la estructura económica capitalista y la superestructura ideológica consumista-capitalista, una superestructura en la cual residen una serie de patrones y arquetipos ideales, hechos a la medida de la estructura económica, que en última instancia condicionan la percepción que los sujetos insertos en esta dinámica social consumista-capitalista tienen de sí mismos.
La hipótesis de partida es que son precisamente estos arquetipos los causantes de buena parte de la problemática existencial que conduce a los individuos de esta sociedad a desarrollar enfermedades mentales como las anteriormente mencionadas. Una hipótesis que se intentará demostrar a lo largo de las argumentaciones propuestas en el artículo.
En definitiva, con el artículo aquí presentado se pretende en última instancia denunciar la relación existente entre la estructura económica consumista-capitalista y el desarrollo de problemas de tipo psicológico-existencial por un número cada vez mayor de personas, una vez estas personas han interiorizado, vía proceso de socialización, los valores ideológicos resultantes de una conversión de las exigencias económicas del sistema en arquetipos ideales que los sujetos han de perseguir como única vía posible para alcanzar el éxito social y el reconocimiento entre sus conciudadanos.
Es por ello, además, que, como conclusión final, se afirma, sin ningún tipo de dudas, que toda solución al problema planteado ha de pasar irremediablemente por una revisión profunda del sistema económico vigente (que llevaría igualmente asociado un replanteamiento de las pautas sociales imperantes), ya que resulta del todo incompatible una sociedad donde lo que prime sea la necesidad del egoísmo, el consumismo, y la competitividad social por encima de todo valor común, con una sociedad donde los individuos puedan verse libres de presiones existenciales auto-impuestas, y donde la búsqueda de sentido se encamine hacia el fomento de valores humanistas como la solidaridad, el altruismo, la cooperación desinteresada, etc., tan necesarios para llevar una vida plena y en paz con el común de la humanidad y con uno mismo.
Se hace urgente, por tanto, también para la búsqueda de la paz espiritual y el avance hacia una verdadera felicidad, la superación del capitalismo y el advenimiento del socialismo. De lo contrario estaremos abocados sin remedio a un eterno sufrimiento para la inmensa mayoría, a costa del siempre presente placer sádico de la minoría explotadora.
Por Pedro Antonio Honrubia Hurtado
Fuente: www.kaosenlared.net