El candidato opositor de derecha, Sebastián Piñera, alcanzó el 44% de los votos válidos emitidos en la jornada del domingo 13 de diciembre de 2009, en tanto el candidato oficialista neoliberal, el hijo del golpista Eduardo Frei, llegó apenas al 29% de las preferencias. La candidatura de la izquierda burocrática se mantuvo en el 6%, lo que significa que perdió un sector de su electorado, pues se ha sostenido que Arrate atraía nuevos votos, mientras una quinta parte, poco más del 20%, se desprende de los tres conglomerados para entregar su votación a una nueva candidatura que se levantó criticando a las anteriores, la de Marco Enríquez, hijo del fundador del MIR y cuyos principales asesores provienen de las filas de la lucha armada contra la dictadura de Pinochet.
Habrá entonces una segunda vuelta a mediados de enero del 2010. La única posibilidad que tiene Piñera de ganar es que una parte de su electorado, que escogió la opción más crítica de Enríquez, regrese para darle su voto, ya que los desencantados de la Concertación y de la izquierda burocrática no volverán a apoyarlas, aún a sabiendas de que Piñera ganará. Nadie tiene más de donde obtener nuevos votantes, los cauces están claros. El neoliberalismo gubernamental tendrá que jugar a un leve izquierdismo paseando como la mujer barbuda del circo a los tres parlamentarios electos de la izquierda estalinista.
Ni Frei ni Piñera representan opción favorable al desarrollo estratégico de cambios desde abajo, sino que más bien son enemigos declarados del poder popular, de la izquierda de a pie, de las organizaciones sociales, del pueblo mapuche y de las autonomías comunitarias y barriales. Tal vez sea más conveniente para el bolivarismo continental que gane Frei, sin embargo es una hipótesis tan mala para los mapuche como la de Piñera, por lo que no parece prudente sacrificar intereses y necesidades internas por acuerdos o posibilidades continentales. Sin embargo nadie puede hablar por los mapuche ni arrogarse sus puntos de vista, sino que son ellos los que se pronuncian según el caso.
Veamos primero el significado de la distribución de los votos, lo que está diciendo el electorado:
44% a Piñera y 20% a Enríquez, representan dos tercios de severa crítica a la conducción concertacionista de la gobernabilidad y la economía. Muchos votaban Piñera a falta de un candidato progresista, ya que su idea era sacar de cualquier manera a la tropa de corruptos y ladrones que forma la capa partidaria y funcionaria de la DC, del PS y demás partidos llamados progresistas. Se trata de un voto castigo difícil de superar en un mes de nueva campaña. Sin embargo no es sano soslayar el significado de la adhesión ideológica de parte importante del electorado piñerista:
El partido UDI creado por Jaime Guzmán y que agrupó parte importante de la organización armada anti allendista Patria y Libertad, es una organización integrista y de nítido perfil fascista, que más que la violencia pura contra las organizaciones populares, se ha planteado su penetración con un mensaje populista que ha conseguido gran resultado en especial en barrios de antigua tradición izquierdista. Hoy día ese partido es el más fuerte a nivel nacional en votos, con una gran cantidad de alcaldes y parlamentarios, denotando una fina estrategia de férreo control de arriba-abajo, por ejemplo organizando y dirigiendo comités de sin casa y juntas vecinales en diferentes barrios del país. Sus activistas son reclutados sobre la base del interés monetario o de determinados beneficios y sus cuadros dirigentes se encargan de hacerlos trabajar, a diferencia de los cuadros izquierdistas o progresistas, cuyo principal interés ha sido arreglar su vida, mejorar su status y acumular bienes, a costa de una fuerte corrupción y vista gorda entre unos y otros. Muy claro es el caso de las ONGs, fundaciones y empresas que licitan proyectos estatales, que han servido para mantener pequeños bolsones de defensa del status alcanzado sin importarse un pepino con la organización social amarrada como hacen los fascistas, y menos aún apoyar la autoorganización independiente de los barrios, ya que siempre han visto la organización autónoma como el distanciamiento social de los subordinados que apoyan desde las calles mientras ellos se embolsillan lo que pueden a manos llenas.
Los caldos de cultivo de reclutamiento de la UDI han sido tradicionalmente las universidades católicas y demás privadas, donde aseguran directores y cuadros de profesores que cuidan el marco ideológico para la incorporación masiva de jóvenes a sus filas bajo el manto del viejo gremialismo. La masonería no ha podido aguantar ese aluvión y ha caído enormemente en su captación de jóvenes en las facultades de derecho y medicina, manteniéndose en las universidades tradicionales un espacio abierto que estimula las batallas campales entre ideologías. Todo este reclutamiento de cuadros políticos y empresariales se ha ido distribuyendo en cargos que luego son canalizados hacia los municipios y parlamentos, mientras los demás partidos, de izquierda, centro y derecha intentan hacer lo mismo, preparando sus cuadros dirigentes también reclutados en la competencia de pescadores que pescan a río revuelto en la eterna discusión de los primeros años universitarios que luego decae en los segundos años para casi desaparecer en los terceros, asegurando su adscripción mediante su contratación en ONGs, fundaciones y demás. No obstante ha sido la UDI la que ha conseguido los mejores resultados, quedando claro que son más organizados, tienen más bases sociales cautivas y más votos que Renovación Nacional, la vieja alianza de conservadores y liberales, a la que una fuerte capa de intelectuales sistémicos, en especial académicos universitarios, intenta empujar para una mayor liberalización y dirección por sobre la UDI, percibiéndose cierta influencia de la intelectualidad masónica que intenta retomar estratégicamente el viejo control que mantenía sobre buena parte de las organizaciones políticas en el poder.
El empresariado ha mantenido cierta equidistancia entre Piñera y Frei, ya que ambos son importantes para ellos, conservando cierta reticencia hacia la UDI que penetra paso a paso organizaciones gremiales de propietarios, en especial en el sur, donde se expresa el llamado conflicto mapuche y los hacendados quieren empuñar las armas contra los comunarios. Ello fue lo que llevó a rechazar la candidatura de un empresario piñerista a la presidencia de la poderosa Confederación de la Producción y el Comercio, optando los grandes empresarios por un ex militante de izquierda, que asegura puentes hacia el gobierno de la Concertación: el vicepresidente de la Viña Concha y Toro, una de las primeras productoras y exportadoras de vino del mundo, tal vez para emborrachar la perdiz.
Joaquín Lavín, la figura estrella de la UDI, fue derrotado ignominiosamente para el senado por el candidato Chahuán justamente de su aliado Renovación Nacional, en medio de peleas a golpes entre partidarios de uno y otro, lo que muestra el nivel, dimensiones y gravedad de las disputas internas del conglomerado. Ello llevará a Piñera obviamente a colocar a Lavín como la figura central de su campaña, en parte por el poderío alcanzado por la UDI y en parte como desagravio para evitar mayores roces y comprometer los esfuerzos y capacidades de ese partido en su campaña.
Así las cosas, la UDI juega con conceptos tales como lo popular, la gente, la pobreza y similares, en tanto Renovación Nacional siembra conceptos más políticos como libertad de empresa, democracia y parecidos. A la UDI no le interesa la politización ni la concientización, sino el seguidismo ciego paternalista y asistencialista, el nacionalismo y los valores patrióticos. Renovación Nacional juega más al voto conciente, ya que su opción se dirige hacia un sector del empresariado, capas académicas y pequeña burguesía urbana y rural.
Si bien Piñera representa a la derecha conservadora y liberal y la UDI al pinochetismo, la población no los percibe necesariamente como la derecha política, lo que es más una necesidad de la izquierda institucional y del centro político para asegurar el perfil y los límites de su electorado, lo que no ha funcionado, llegándose a decir que hay una derechización de la población y una falta de conciencia.
La Alianza, el bloque de derechas, ha seguido la línea de trabajo político diseñado por el capital a nivel continental, esto es, penetrar y hacerse fuertes en los movimientos sociales y localidades, como el empresariado de Zulia en Venezuela, los seguidores de Macri en Argentina, la oligarquía cruceña en Bolivia, el empresariado y viejo populismo de Guayaquil, empresariado y militares en Honduras, municipalidad de Caracas y universidades venezolanas. Lo cierto es que en algunos países han pasado por encima de todas las propuestas y posibilidades de las izquierdas para asentarse cómodamente en los gobiernos, como en México, Panamá, Colombia y Perú.
Respecto del bloque de la Concertación con el Partido Comunista, se trata de la representación política de un gobierno neoliberal que ha respetado y aplicado la constitución de Pinochet, que mantiene increíblemente bajas las pensiones de jubilados, que favorece claramente al empresariado tanto en la política de inversiones como en el tratamiento a las huelgas o luchas de trabajadores, que reprime duramente a las comunidades mapuche que reivindican sus territorios ancestrales, que se alinea internacionalmente con estados Unidos, que allana y persigue casas okupa y centros culturales autónomos, que ha creado un moderno aparato de inteligencia anti popular, que ha desviado la atención de la problemática de los derechos humanos creando una nueva figura jurídica estilo fundación que será dirigida por Bachelet, que estimula la depredación del medio ambiente apoyando a las empresas que envenenan las aguas, el aire y la tierra en contra de las comunidades, que ha mantenido elevados índices de desempleo y notoria precariedad e inseguridad en el trabajo. La educación y la salud son reclamos insatisfechos.
Este bloque gobiernista ha sufrido un duro revés, ya que es prácticamente imposible remontar la diferencia de 15 puntos de Frei contra Piñera y más bien va a aumentar la abstención para no legitimar ni a uno ni a otro, ya que la política del mal menor no entra en el juego como en otras partes, lo que indica que hay un grado de conciencia fuerte en la población sobre lo que no quiere. Ello a su vez remonta en la dirección de la falta de expectativas, esperanzas y alternativas de cambio, notándose un sentimiento generalizado de poca credibilidad en la capacidades propias de la gente de hacer “algo”, pues las propuestas y promesas de la izquierda no son recogidas justamente por su carácter poco práctico de resolver situaciones inmediatas, como el desempleo, la salud, la inseguridad, las bajas pensiones y otras. La solución para esa izquierda y aún para los grupos y partidos que se han ido constituyendo a contrapelo de las elecciones, pasa por el aumento de la propaganda contra las instituciones y la invitación a formar parte de una orgánica o sumarse a un determinado proyecto, sin entender que la gente mira a esas orgánicas como espacios donde tampoco es posible desplegar la libertad necesaria y las iniciativas que puedan romper el círculo vicioso.
Gran parte del electorado piñerista vota contra la Concertación y no a favor de la propuesta de la Alianza derechista, justamente por la ausencia de definiciones ideológicas en la misma gente. Hay un cansancio y un descrédito a las posturas ideológicas, más aún si el socialismo ha caído y las visiones de un socialismo del siglo XXI pasan por un Chávez que más parece gobernar desde arriba con los mismos métodos que se critican en Chile. La derrota de Allende y la práctica del gobierno militar, más un gobierno civil que no se distingue mucho de los militares, han arrebatado la vieja esperanza que no consigue vitalizarse. Las propuestas futuristas de una sociedad mejor no calan en la población y son rechazadas una a una por la gente.
Tal vez sea Chile el lugar donde el reordenamiento ciudadano, escapando a las viejas prácticas, consiga diseñar modalidades de cambio desde abajo aún insospechadas por los analistas políticos, ya que hay un caldo de cultivo extraordinariamente rico. Y para peor se les ofrece un Frei para detener a la derecha, como quien salta de la sartén al fuego o escapa del incendio arrojándose por una ventana del octavo piso. Todos saben que Frei es carta del empresariado y de Estados Unidos, uno más, y que es miembro del partido que preparó el golpe militar contra Allende. Ya la gente percibe que los han puesto en una situación sin salida institucional, dejándoles sólo el cuello de botella de la democracia cristiana por donde sólo puede pasarse dejándose la mitad de la piel en el camino. La trampa es notoria y más aún cuando ven que se ha cooptado a la izquierda burocrática. La organización económica, el trabajo precario y la ansiedad de luchar por un puesto en las obras de construcción, han recrudecido la ley del sálvese quien pueda acentuando el internismo personal y el individualismo. Antes la gente votaba en el calor de la batalla de ideas y propuestas, hoy día como mansos corderos quedan algunos que votan por lo que se puede para obtener o mantener alguna migaja.
De 12 millones de ciudadanos chilenos oprimidos en edad de votar, sólo 8 de ellos están debidamente inscritos en los registros electorales, de los cuales más de un millón se abstiene, por lo que hablamos de 5 millones de opositores a las elecciones y de 7 millones que participan, de los cuales la mayoría representan lo que se ha dado en llamar el “envejecimiento” del electorado, ya que los jóvenes y adultos jóvenes se han restado notoriamente. Ello perfila aún más la inquietud de un importante sector de la ciudadanía cuya latencia y perspectivas para el cambio desde abajo son de una explosividad difícil de medir y aún de controlar en el futuro inmediato. Estas cifras son de difícil comparación con realidades de otros países. La izquierda del oficialismo, que era llamada extraparlamentaria debido a su exclusión mediante el sistema binominal y que dejó de serlo, no aumenta su votación, ya que los tres parlamentarios electos del PC lo han sido merced al apoyo del PS en el gobierno, la presidenta Bachelet y aún la propia Democracia Cristiana, su enemigo mortal, que hoy día por los votos les llama poco menos que compañeros de ruta….
De modo que no se puede contar con ese electorado de la izquierda burocrática para impulsar políticas de cambio desde abajo, muy por el contrario, ellos han sido soplones en contra de actividades y colectivos alternativos, auxiliando a su aislamiento y favoreciendo su represión, la que se dejó caer sobre las casas okupas un par de días antes de las elecciones con evidentes propósitos de atraer al electorado inseguro.
Por otra parte la crisis de las capas medias, profesionales jóvenes, pequeños empresarios, estudiantes, empleados, deudores de tiendas, etc. ha mitigado la distancia con las llamadas capas pobres, por lo que se hace hoy día muy difícil trabajar en la práctica con las consignas del pueblo pobre o los pobres del campo y la ciudad, produciéndose más bien un cierto rechazo a conceptos manoseados que procuran perfilar para atraer, en especial si se percibe que ha sido la UDI la que ha penetrado en la pobreza para organizar gente detrás del populismo. Sin embargo hay efectivamente esas capas que arrastran sus vidas en las vendimias o aún en los barrios periféricos de las ciudades, pero en los municipios se abre paso el catastro de pobreza para otorgar subsidios de vivienda que de hecho logran dividir las iniciativas y conformar de alguna manera a sectores importantes de población. Las viejas políticas de estimular la rebeldía han llegado a un cierto punto de tope y su extensión en los últimos años se ha ido dando más bien en un sector del estudiantado universitario, de donde salen nuevos cuadros que regresan a los barrios a proponer lo mismo.
En el campo de la organización sindical, ya no existe ni existirá el viejo sindicalismo de clase, pues el corporativismo pasa por la adscripción de los dirigentes a los partidos que disputan los espacios de gobierno y los pequeños grupos más rebeldes no pasan de ínfimas islas que no inciden para nada en el conjunto de los trabajadores. Sin embargo hay grupos que insisten en la estrategia de “los trabajadores” para sumar gente que ya poco o nada tiene que ver con el mundo del trabajo, pues el mercado negro, el pequeño comercio y el narcotráfico se han encargado de envolver a muchos desempleados en las redes mercantiles, lo que dificulta grandemente su organización y conciencia. La ideología del proletariado ya no expresa las realidades de vida de los vecinos, ni su actual situación ni sus perspectivas de futuro. Sigue priorizándose la propuesta orgánica por sobre la ideológica, el aparato por sobre la organización social, la conducción antes que la participación, la verticalidad y dirigismo antes que la asamblea y la horizontalidad.
En la juventud crece avasalladoramente el sentimiento anti institucional, poca y nula confianza en los gobiernos y en especial contra los tribunales, policía y municipios. Esa tendencia va en aumento y ha sido reforzada en los últimos años por la rebelión de los pingüinos, los estudiantes secundarios, que han mostrado sorprendentes niveles de conciencia liberadora y de contestación, así como modalidades de organización autónoma, asamblearia, horizontal y comunitaria.
Así el territorio de la política ha ido perfilándose también como un terreno extra institucional, en que proliferan los grupos contestatarios rebeldes, anarquistas y autónomos.
Un sector de población votante crítica del gobierno se ha ido acercando a Piñera para sacar de ahí a esos corruptos, sin embargo la emergencia de Marco Enríquez atrajo buena parte de ese electorado además de gente del gobiernismo, por lo que ese 20% alcanzado por MEO expresa una seria protesta contra ambos que podría haberse canalizado perfectamente a favor del progresismo en una segunda vuelta, pero no consiguió ser así por el nítido perfil izquierdista y de amplitud de Marco y sus principales asesores, que habían conseguido atraer a un economista liberal de la talla de Fontaine, pero que asustó al bloque gobernante y al empresariado, invirtiéndose denodados esfuerzos de la medida para perfilar el debate exclusivamente entre Piñera y Frei. De hecho la democracia cristiana pavimentó el camino para el retorno de la derecha, igual que había pavimentado el camino del golpe. Marco hace bien en mantenerse equidistante, pues el capital político obtenido puede organizarse como una alternativa progresista que dispute las elecciones municipales del 2012 y las presidenciales del 2014.
De hecho se ha instalado una fuerte crisis en el gobierno, el panorama político institucional se ha modificado y el centrismo emite su canto de cisne. Es la oportunidad para comenzar a expresar la potencia de los de abajo en procesos más visibles de autoorganización y dinámicas barriales en torno a una nueva democracia asentada en el mundo de la vida.
Profesor J