Corría el año 1975, el Gobierno de Isabel Martínez de Perón estaba sumido a una profunda crisis y había autorizado la intervención de las Fuerzas Armadas en la represión al movimiento revolucionario y a los sectores populares. Ricardo Balbín, el presidente de la Unión Cívica Radical, reclamaba que se reprimiera a “la guerrilla industrial”, coincidiendo con la burocracia sindical-los Lorenzo Miguel, Lescano, y Cia.
Por su parte el Partido Comunista bregaba por la constitución de un gobierno cívico militar con los militares no pinochetistas representados por Jorge Rafael Videla.
La Triple A –el “Somatén” del ”General en su Laberinto”, secuestraba y asesinaba a centenares de activitas sindicales, estudiantiles, profesionales y sociales y se “inauguraban” los primeros “campos de detenidos desaparecidos-regenteados por las Fuerzas Armadas, como el llamado “La escuelita” en la localidad de Famaillá, en la Provincia de Tucumán.
Vivíamos, en el último trimestre de ese año, en una quinta junto con mi ex esposa y mis tres hijos. La misma la habíamos alquilado para poder tener un lugar donde reunirnos con dirigentes políticos y sindicales de la oposición democrática, actividad que realizaba como responsable de estas relaciones del Partido Revolucionario de los Trabajadores, dirección político militar del Ejército Revolucionario del Pueblo.
Al mismo tiempo dirigía el quincenario Nuevo Hombre, que tenía una muy buena tirada, y al que lo hacíamos con una redacción en la clandestinidad y lo colocábamos en las playas de distribución sin ningún problema, apareciendo sólo mi nombre como director y responsable de la publicación.
El 23 de diciembre, en vísperas de la Navidad, estaba en casa preparando unas milanesas para los chicos cuándo llegó mi hermana Emilia Susana, y me dijo que teníamos que irnos ya que iba a haber una acción muy importante en la zona y seguramente la represión realizaría rastrillajes y podría llegar hasta la quinta.
Al mirar el rostro y la mirada de la “Nena”, me dí cuenta que la situación era seria, por lo que rápidamente preparamos una pequeña valija con ropa para todos y en el Citroen, nos dirigimos rumbo a la Capital.
Al llegar a la Avenida Mitre advertimos el paso de helicópteros artillados y veíamos, desde lejos, fogonazos y sentíamos explosiones, no detectando de qué lugar provenían.
Sorteamos varias pinzas de uniformados, militares y policías, que no nos detuvieron porque veníamos con tres niños y cargados de juguetes, y finalmente llegamos a la casa de Luis Piriz, un gran compañero que fue meses mas tarde secuestrado-desaparecido.
Todos teníamos una gran incógnita y nos preguntábamos qué estaba pasando, por lo que encendimos la radio y el televisor. Las noticias eran confusas, se hablaba de que había habido un fuerte enfrentamiento en la zona Sur del Gran Buenos Aires entre fuerzas del Ejército y la policía y grupos subversivos, con muchas bajas.
Durante toda la noche siguieron reiterando la información, sin precisiones. Los nervios nos consumían y estábamos todos preocupados por la surte de los compañeros. Dos meses atrás habíamos lanzado la propuesta de un Frente Antigolpista, que había sido bien recibida por la oposición democrática, por lo que esta acción debía estar enmarcada en esta estrategia, la de frenar el golpe militar que parecía inminente.
Al día siguiente, a la reunión de ámbito, donde funcionábamos juntos “legal”, solidaridad y juventud, llegó Eduardo Merbilaha, integrante del Buró Político del Partido y nos informó que el 23 de diciembre en horas de la tarde una unidad del Ejército Revolucionario del Pueblo había intentado copar el Batallón Depósitos de Arsenales 60l “coronel Domingo Viejobueno”, ubicado en la localidad de Monte Chingolo, en el partido de Quilmes.
Participaron cerca de doscientos combatientes; las tres Fuerzas Armadas habían movilizado miles de efectivos, aviones, helicópteros artillados, tanques, ya que estaban advertidas de la realización de esta acción, por un infiltrado. Los combates duraron casi toda la noche y la decisión y la confianza en el triunfo que tenían los compañeros fue determinante para lograr el menor número de bajas en una relación absolutamente desproporcionada.
La crueldad de los oficiales y suboficiales del Ejército, el asesinato de los prisioneros heridos, las torturas infligidas a estos, previo a darles muerte, revela la verdadera cara del Terrorismo de Estado que ya se había instalado desde principios de 1974.
Recientemente, Gustavo Plis Sterenberg publicó una extensa y completa investigación sobre la que el llama “la mayor batalla de la guerrilla argentina”, de la que surge claramente el heroísmo de nuestros combatientes, hombre y mujeres, de no más de 22 años de promedio y la ferocidad criminal de los represores, que vulneraron la Convención de Ginebra que establece el derecho humanitario en un conflicto armado…
Verdaderos David enfrentando a Goliat, los 55 compañeros caídos son recordados en este nuevo aniversario de aquél trágico diciembre del 75.
Oscar Allende y otros políticos democráticos se interesaron por la suerte de los que habían podido eludir el cerco, mientras que el Partido Comunista persistiendo en su concepción de que Videla era el militar “bueno”, me manifestó, en una entrevista que tuve con su máxima dirección, que los compañeros estaban “drogados”, tratando de esa forma de enturbiar el sacrificio de estos militantes que luchaban por una sociedad socialista, fraterna e igualitaria.
La historia de aquellos años todavía está muy fresca para poder escribir sobre la misma y sacar conclusiones, ya que como le respondiera Mao a una periodista francesa que al triunfar la Revolución China en 1949 le preguntó qué opinaba de la Revolución Francesa de 1789, ”es muy reciente para que pueda tener una opinión formada”.
Sin duda de que esta gran batalla y sus protagonistas serán parte de esa historia.
Por Manuel Justo Gaggero
Abogado, ex director del diario El Mundo y de la revista “Nuevo hombre”.
Fuente: Argenpress.info
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