Correa, Tironi, Ottone

En las ciencias aprendí que los resultados se explican por sus causas, y por la filosofía sé que “el actuar sigue al ser” (que es una comprensión más profunda de lo mismo)

Correa, Tironi, Ottone

Autor: Sebastian Saá

Luis Razeto MEn las ciencias aprendí que los resultados se explican por sus causas, y por la filosofía sé que “el actuar sigue al ser” (que es una comprensión más profunda de lo mismo).

Eso, más el hecho de que me fascina la literatura de política ficción, y que suelo inventarme pequeños relatos enteramente ficticios (que rara vez escribo pero que me entretienen), se me ocurrió este cuento que hoy les cuento:

“Estaba la Presidenta angustiada por la crisis política que afectaba muy gravemente al país que tanto amaba. Una crisis de la que se sentía en gran medida responsable, y sobre la cual no lograba combinar ideas claras y coherentes sobre cómo resolverla y cumplir así su deber.

Ese día había tenido la intuición de que debía cambiar a todos los Ministros de Estado, y sin pensarlo dos veces lo anunció en la primera ocasión que tuvo para comunicarse con los ciudadanos. Pero después de ese gesto arriesgado se encontró con que no tenía un diseño de lo que había que hacer, ni de quienes debieran ser los llamados a reemplazar a los despedidos. Había anunciado que en tres días que dedicaría a reflexionar, propondría al país el camino a seguir.

Llegó a su casa, de noche, desanimada y sintiendo la soledad y la responsabilidad del poder. Salió al jardín. Mirando al cielo buscó las 3 estrellas que siempre buscaba y cuya constante presencia le habían dado, desde niña, sosiego y confianza. Las tres hermanas María debían iluminarla, y al verlas, le pareció que le hacían un guiño cómplice. Después de todo, eran también femeninas, feministas y coquetas.

El mensaje que escuchó de sus tres Marías era claro: debía hacerse asesorar por tres lumbreras. Pero ¿de dónde? la Presidemta sabía que no podía encontrarlas en los partidos políticos, inmersos en la crisis y atravesados todos ellos por conflictos y desaveniencias internas. Además, no había visto en ellos la lealtad que había esperado en momentos tan difíciles. Pensó, mirando a sus estrellas: “díganme, por favor, cada una de ustedes un nombre”. Y las estrellas, que la querían mucho y que se sentían responsables por haberla elevado dos veces a cargo tan importante, le dictaron los tres nombres.

– Correa, sussuró una.
– Tironi, dijo la segunda.
– Ottone, musitó la tercera.

Claro, cómo no lo había pensado antes. Eran, sin duda, las tres personas más inteligentes de la política chilena, aunque – tal vez por lo mismo – eran poco queridos e incluso odiados por muchos, razón por la cual no ocupaban altos cargos de gobierno. Eran inteligentes y cultos, astutos y conocedores finos de la realidad nacional. Además, habían prestado importantes servicios a Chile, cada uno a su modo y desde diferentes tribunas. Eran hombres pragmáticos, prudentes, y –cosa muy importante especialmente en esta coyuntura – reservados. Ella podía confiar en que, no desinteresadamente pero sin alardear como suelen hacer todos los políticos del mundo, le prestarían su asesoría en momentos tan delicados para la vida del país. Además, los tres eran “neo-liberales de izquierda”, que parecía ser lo que en ese momento del país convenía un poco a muchos: a los empresarios y banqueros, a los propios políticos, y a la numerosa ‘clase media’ del país.

Contenta, iluminada, se dirigió al telefóno para llamarlos. Pero justo antes de hacerlo, y uno tras otro, los tres se le adelantaron, llamándola y ofreciéndoles sus servicios en tan delicado momento. Claro, ellos no estaban guiados por las estrellas, sino por su fino olfato y sensibilidad política.

Durante los cinco días que pasó la Presidenta trabajando con sus ‘asesores estrellas’ (conectados en el ciber espacio) en el diseño político y en la selección del Gabinete, los dirigentes de los partidos se pasaron haciendo conjeturas, sumamente molestos. Se llamaban entre ellos, casi no dormían. No podían entender que la Presidente no los consultara en tan delicado momento para el pais, teniendo ellos tantos nombres que querían recomendarle. Estaban desconcertados, y temían lo que pudiera decidir esa mujer tan sola, tan angustiada como la habían visto últimamente, y que era siempre impredecible.”

Lo que sigue ustedes ya lo conocen, porque no es ficción, sino la realidad con la que tendremos que contar durante los próximos meses, o quizás hasta que termine este período de gobierno.

Por Luis Razeto Migliaro

uvirtual.net


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