Paradoja: La señal de unidad es muestra de separación

¿Qué ocurre con la señal que intentaron dar Auth y Gómez?


Autor: alvaromunoz

Una de las denuncias de Marco Enríquez-Ominami durante su candidatura fue haber puesto sobre la mesa el “atornillamiento” de algunos personajes de la Concertación (y de la política en general, para ser justos) y la necesidad de renovación. A esta especie de llamado atendieron dos de los cuatro mandamases de los partidos socialistas (o progresistas, como parece decirse actualmente): José Antonio Gómez, del partido radical y Pepe Auth, del PPD. Estas renuncias, según explicaron ambos, fueron una señal de unión, de compromiso con la alicaída candidatura oficialista y también, como resulta evidente, un guiño a la candidatura de ME-O. ¿Tendrá razón Sebastián Piñera al haber dicho que a los chilenos no les interesa quienes son los presidentes de partido y que estas renuncias no sirven de nada?

Primero, y antes de responder la pregunta anterior, hay que notar un “pequeño gran detalle”:  ¿Y Escalona? Bueno, como era de esperarse, el presidente del PS no renunció de inmediato, sino que puso su cargo a disposición, pero después del balotaje. El otro involucrado, Juan Carlos Latorre (Partido DC), fue más allá y, no solo negó cualquier posibilidad de dejar su cargo, sino que afirmó que la Concertación está en un periodo de cambios y no de renuncias (excusa o explicación válida, cada uno decide). ¿Qué ocurre con la señal que intentaron dar Auth y Gómez? Claramente queda reducida a nada. Paradójicamente, la señal de unidad fue, al final del día, una muestra de separación: Unos renuncian, otros no, no hay consenso, no parece haber un ideal colectivo. Además, en la gente queda la sensación de que para Latorre y Escalona es más importante su puesto que la candidatura de Frei, lo cual le juega muy en contra a la coalición gobernante. Otra paradoja muy llamativa que se desprende de este hecho es que la señal de unidad fue dada por los díscolos y no por los conservadores, de quienes realmente se esperaba que entregaran signos de apoyo a la candidatura oficialista. Los papeles se inviertieron y, por más extraño que parezca, uno de los principales detractores de los díscolos, Camilo Escalona, parece ahora formar parte de este grupo. (¿Qué podrá venir ahora? ¿Eduardo Frei llamando a “Camilito” a cuadrarse con la colectividad?).

Dado esto, la pregunta del principio queda respondida: Piñera se equivoca. La falta de unidad demostrada con esta fallida señal de cohesión puede ser decisiva en las votaciones de segunda vuelta: El electorado de ME-O no ve incentivo alguno para traspasar su apoyo al senador DC, los concertacionistas más románticos verán cómo el reino de más de veinte años se cae por culpa de un par de testarudos y, además, Piñera gana un nuevo punto al cual apuntar sus dardos.

Si Eduardo Frei y su coalición fueran, respectivamente, un paracaidista y su paracaídas, éste ya no sólo tendría problemas porque su equipamiento está desgastado, sino que, para colmo, tiene dos yunques amarrados a sus pies que lo hacen caer al doble de velocidad.


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