Como muñecas de trapo, vestidas como adultas, con las uñas apenas crecidas pero pintadas y make up… Así ‘sueñan’ verse “arregladas” muchas niñas. También nenes, con sus minúsculas chombitas “haciendo juego”. Looks atravesados por la proyección de sus propios padres.
Las nenas suelen ser las más perjudicadas en este sentido por la vulnerabilidad a las que las expone el propio género. No se puede generalizar claro está, pero desde los medios (realities de reinas de belleza, niñas que dejan de estudiar por ser modelos, etc.) a la realidad misma, se pueden ver ejemplos concretos de este tipo de casos. Un análisis con la psicopedagoga Mónica Coronado para proteger lo más preciado que tienen los niños: su infancia.
“Mi mamá…me mi…metiza”
Una proyección permanente, un modo de superar las propias frustraciones y lograr la mímesis de la hija, una manera de lograr el reconocimiento ajeno… Tantas razones como la psiquis adulta pueda generar, para atravesar negativamente las vidas de sus hijas.
“Los padres las tratan como pequeñas adultas, reemplazan juegos o introducen nuevos con elementos de estética, cargando sobre la niña la necesidad de tener una imagen y ‘gustar’. Esta necesidad de gustar y agradar es la clave. Entonces si no son bellas, dulces y dóciles, no se las quiere”, cuenta Coronado.
– ¿Qué implica la denominada ‘hipersexualidad’ en las niñas?
– Es un manejo mercantilizado del cuerpo, en donde el valor de alguien pasaría por su capacidad de gustar. Si bien a todos nos agrada arreglarnos y vernos bien, el matiz cambia cuando se sexualiza o se usan poses, ropa o arreglos que enfatizan atributos que no corresponden a una edad tan temprana.
– ¿Qué lleva a los padres a actuar de esta manera?
– Ganarse el afecto y reconocimiento a través del aspecto y de actitudes falsamente “femeninas”.
– ¿Se da más en niñas que en niños?
– Sí, porque se las cría como “princesas”; aunque he visto últimamente muchos varoncitos vestidos como si fueran la fantasía del novio de la mamá… Tengo ejemplos concretos en este sentido de un nene de 3 añitos al que visten como si fuera Iván de Pineda, con anteojos Ray Ban incluidos.
– ¿Cuál es precio para esos chicos ‘hipersexualizados’ cuando llegan a adolescentes?
– Vivir pendientes de algo que para ellos no tiene significado (la moda), estar atados a la aprobación ajena y tener una pobre imagen de sí mismos como seres humanos pensantes y con valores.
En la escuela se ve el correlato en las relaciones con los demás y quizá el rendimiento. El precio es altísimo: hablamos de una identidad construida sobre lo mas frágil, el juicio ajeno; la pérdida de espacios de juegos creativos, preocupaciones adultas.
– ¿Qué le dirías a esos padres que no saben cuál es el límite respecto a este tipo de crianza?
– Un desarrollo sano tiene barreras generacionales funcionales. Implica dejar de lado el narcisismo e internalizar que un niño no es una versión mejorada de uno mismo, sino un ser humano cuya actividad fundamental es el juego.
Que una nena juegue con el maquillaje de la mamá es lógico, pero no lo es que viva preocupada por cómo se ve, o si está bonita. Todas las niñas lo son. No necesitan más que su alegría. El límite es una cuestión de lógica sin llegar a los extremos.