Las migraciones no caen del cielo

Todos los días millones de personas expulsadas de sus tierras, por razones variopintas e interminables, van condenados por el capitalismo en búsqueda de migajas laborales y limosnas políticas

Las migraciones no caen del cielo

Autor: Sebastian Saá

Inmigrantes Lampedusa

Todos los días millones de personas expulsadas de sus tierras, por razones variopintas e interminables, van condenados por el capitalismo en búsqueda de migajas laborales y limosnas políticas. Van con su carga descomunal de miseria planetaria a hombros y con la esperanza de que la suerte acompañe para no morir en el intento. En Alemana, en Italia, en Francia, en España… y en USA, por ejemplo, políticos, clérigos y empresarios se reúnen para ensayar gestos de perplejidad y consternación. Se aplauden, se dan palmaditas en la espalda, reúnen algunas dádivas y vuelven satisfechos al sueño uterino mass media con sus cámaras y sus micrófonos entrenados en inocular un poco de tranquilidad a sus jefes bancarios y a sus pares empresarios. “Ya se han tomado las medidas pertinentes para atender esta emergencia”.

En un sector nada pequeño de la burguesía planetaria vive la idea de que la “Gente que Hace”, es decir la que es realmente útil y productiva, es aquella que “hace” negocios, que acumula propiedades y que “hace” dinero. Lo dicen sin empacho en público y en privado, es una convicción enraizada y es un pilar de la ideología dominante. Todos los demás son un lastre, son un estorbo o son enemigos del “hacer”. Y cuestan mucho. En España ya se organizan los muchachos enamorados de la limpieza… étnica. En Argentina la derecha cuenta con pocos, están emocionados.

Ese sector siente y cree que el mundo ha sido hecho por ellos y para ellos, es su mundo. Sienten y creen que todo lo que los “otros” hacen y exigen es un despojo, un hurto, un parasitismo de la mayoría que no sólo oficia de lastre sino que afea y vuelve peligroso el “paisaje”. La burguesía se solaza mirándose en el espejo de una ideología engreída basada en la exclusión y en el desprecio. Es la irracionalidad funcional a la propiedad privada.

A tal punto llega la petulancia y el engaño que se convencen a sí mismos y a -otros- de que el Trabajo son ellos, de que son ellos quienes más trabajan y que su “misión salvífica” es “dar trabajo” a los “más necesitados”. Van a misa, comen la ostia y se sienten buenos. Después no saben explicarse cómo hay gente que abandona sus países para ir a padecer, como inmigrantes, las injusticias que eso conlleva. ¡No se lo explican!

Queda bajo el tapete del escenario histórico oligarca, escondido con escobas ideológicas, militares y policíacas, el horror del saqueo, la monstruosidad del despojo y desde luego el flujo de ganancias que transita de un país saqueado hacia los bancos de los paraísos “centrales” donde la “tele” exhibe estupefacta a toda esa gente subida en barcos tratando de colarse al “primer mundo”. El burgués se asusta, se siente acorralado, no quiere a tanto pobre cerca de sus barrios y toma decisiones nazi-fascistas disfrazadas de filantropía.

Mientras tanto no cesa el saqueo ni en Libia, ni en Irak. Tampoco cesa la esclavitud ni el despojo en África ni en la India, ni en China. Ni en México ni en Centroamérica… “En los años 60 del siglo pasado, en pleno proceso descolonizador, África exportaba alimentos a razón de 1,3 millones de toneladas anuales. En la actualidad, África tiene que importar el 25% de los alimentos que consume, al tiempo que las muertes por hambre son algo corriente.”…“Y los beneficios de estas empresas son exorbitantes. Tenemos unos datos de 2007: ― Cargill aumentó sus ganancias 36 por ciento; ADM, 67 por ciento; ConAgra, 30 por ciento; Bunge, 49 por ciento; Dreyfus, 77 por ciento, en el último trimestre de 2007. Monsanto obtuvo 44 por ciento más que en 2006 y Dupont-Pioneer 19 por ciento. ”… “ ― Liderando el saqueo internacional de negocios agrícolas africanos se encuentran bancos de inversión, fondos de cobertura, comerciantes de materias primas y fondos soberanos que atesoran riqueza, así como fondos de jubilación británicos, y fundaciones e individuos atraídos por obtener algo de la tierra más barata del mundo. Juntos están perjudicando a Sudán, Kenya, Nigeria, Tanzania, Malawi, Etiopía, Congo, Zambia, Uganda, Madagascar, Zimbabwe, Malí, Sierra Leona, Ghana y otras naciones africanas. Solamente Etiopía aprobó 815 proyectos agrícolas extranjeros desde 2007 ‖ (43). Multinacionales como las norteamericanas ADM (Archer Daniels Midland) o la británica Actis están destinando millones de dólares para la adquisición de tierras en el Tercer Mundo.” [1]

Podríamos ahogarnos con cifras y datos en el inventario del horror planetario desatado por el capitalismo. Podríamos paralizarnos y deprimirnos a no ser porque en el centro mismo de ese infierno explotador e inhumano los pueblos luchan a su modo, y como pueden, contra la barbarie que los aplasta. No es cosa sólo de tener a la vista el “festín de la bestia” para, con eso, esperar un salto de la conciencia y un estallido organizado y revolucionario. Ninguna revolución se comporta linealmente ni opera con manuales del “usuario feliz”. Los métodos emergen de las condiciones objetivas y del grado de conciencia que asciende de ellas cuestionándolas para superarlas en la práctica. Eso lo sabe la burguesía también.

Es una tarea crucial no bebernos las “lágrimas de cocodrilo” con que la ideología de la clase dominante se aparece en la escena mediática a proveernos su rostro compungido por los miles de muertos en el mediterráneo o por los pobres que buscan pan en “tierras buenas” llevados por no se sabe qué aventura o qué ilusión. Es parte de la Batalla de las Ideas explicarnos -y explicar- que antes de que esos miles se jueguen la vida en migraciones criminales ya han ocurrido en sus países saqueos, crímenes y despojos a mansalva y que el capitalismo, simplemente, no tiene salidas.

Por Fernando Buen Abad Domínguez
Fuente: Rebelión/Universidad de la Filosofía


Reels

Ver Más »
Busca en El Ciudadano