Vivo con la idea de que está bueno recordar estas cosas constantemente. Si al final la vida es eso, un constante tambaleo entre encenderse y extinguirse, ser feliz y miserable. Así que aquí están, ocho cosas que he incorporado toda la vida a mi lista acerca de los más simples y maravillosos placeres de la cotidianidad.
- Todos los primeros besos: No hay nada más rico en la vida de los seres humanos, que el primer beso. Ese momento que empieza siendo medio incómodo y que después resulta en una imagen que puedes seguir recordando por días y más días. El primer beso encabeza esta lista porque es incomparable, único y gratis.
“Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos es un breve y terrible absorber simultaneo del aliento, esa instantánea muerte es bella.” (Rayuela) - El olor al pan tostado en la mañana: Porque el hambre es el mejor condimento, y madrugar es un gusto sólo para algunos; no hay nada más simple y cotidiano que un desayuno prometedor.
- Llegar a la caja y enterarte ahí mismo que lo que llevas tenía una oferta: Porque cualquier cosita ayuda.
- Cuando estás en un lugar cualquiera y suena una canción antigua de la que ni siquiera te acordabas y te encanta. Te acuerdas de los momentos en las que esa canción estaba en tu mp3 o en alguno de los cd’s de tu walkman.
- Caminar por la calle antes de que llueva. Antes de que llueva sale ese viento exquisito, un poco tibio. Las hojas se caen, la gente sabe que hay lluvia y compra cosas para no tener que salir de sus casas – no es solo el viento – es un todo.
- Pensar que estás más gordo, probarte ropa y darte cuenta de que te queda perfecto e incluso mejor que antes: Es la comprobación empírica de que eres mucho más encachado de lo que tú piensas y que tienes más posibilidades ante ti de las que crees.
- Recibir un rayito sol en esos días que son muy muy fríos. Cuando en otoño sale ese sol que no calienta nada, pero que de igual forma te da una extraña sensación de confort y armonía que sólo se logra estando sentado ahí.
- Cuando encuentras plata en lugares que ni sabias. Metes la mano en una chaqueta que no te ponías hace dos semanas y ahí está, la prueba de que el destino no te odia todo el tiempo.Y tú ¿Cuál es tu pequeño placer?