El caprichoso y cíclico devenir de la Historia, podría hacer que dos Papas de la Iglesia Católica, separados en el tiempo y en la distancia por 35 años y un océano, queden hermanados por la brevedad de su mandato y la imagen de descrédito de la Iglesia que recibirán como herencia y ambos pasarán a la Historia por su lucha contra el establishment vaticano, su innegable carisma personal y un estilo revolucionario plasmado en un estilo apologético propio basado en el desapego de las formalidades y en su don de gentes, quedando sus elecciones como hitos del finiquito de la concepción eurocéntrica de la Iglesia Romana y la irrupción de la Iglesia centrífuga.
Francisco comenzó su Papado bajo el signo de la «Franciscomanía”, fenómeno sociológico que logrará que una persona sin conocimiento previo de los entresijos del Poder Vaticano se convierta en icono de la juventud, insufle vientos de cambios y devuelva la ilusión y la esperanza a unos fieles sumidos en la perplejidad y la desilusión tras la significativa erosión de la imagen de la Iglesia Católica debido a los lacerantes episodios de acusaciones de pederastia, ilegalidades en la Banca Vaticana e intrigas palaciegas de la Curia Romana (trama de filtraciones conocida como “Vatileaks”), que hicieron retrotraer a la Iglesia Católica a escenarios del siglo XIII y a la vigencia de las ideas de Francisco de Asís.
Así, la inesperada renuncia de Benedicto XVI abrió la puerta a un candidato descartado por los vaticanistas que fruto de su miopía intelectual lo consideraron “no fiable”, olvidando que ya en el Cónclave del 2005 y apoyado por el Cardena Martini fue finalista, aunque finalmente Ratzinger se convirtiera en Benedicto XVI tras desaconsejar el propio Bergoglio su elección al resto de cardenales participantes en el Conclave y finalmente , en el Cónclave del 13-3-13 y por vez primera en la Historia, un jesuita argentino de raíces italianas se impuso al teórico favorito del establishment vaticano, Angelo Scola , debido a las divisiones intestinas entre las facciones conservadoras detentoras del Poder con el Papa Ratzinger y tras haber descartado su candidatura el resto de cardenales no europeos debido al estigma del escándalo del “Vatileaks”.
Estilo apologético propio
Ambos compartirán un estilo apologético diametralmente opuesto al de sus predecesores al humanizar la dignidad del Pontificado con su aspecto bondadoso y sus gestos de amistad y cercanía, imagen que se extendió a todo el orbe cristiano tras su primera aparición en el balcón de la Plaza de San Pedro tras su elección y que sería fruto del bagaje adquirido en el ejercicio de su misión pastoral como Patriarca de Venecia y Cardenal Emérito de Buenos Aires respectivamente, despojándose en suma de la máscara hierática que hasta entonces había simbolizado la figura Papal.
Así, Juan Pablo I eligió como lema de su papado la expresión latina Humilitas («humildad»), plasmado en su polémico rechazo de la coronación y de la tiara papal en la ceremonia de entronización, sustituyéndola por una simple investidura en contra de lo prescrito por la Constitución Apostólica “Romano Pontifici Eligendo” promulgada por Pablo VI en 1.975. Recordar que fue el primer Papa que eligió un nombre compuesto en honor de sus dos antecesores ( Juan XIII y Pablo VI) y como muestra de su voluntad inequívoca de desarrollar los postulados del Concilio Vaticano II y asimismo el primer papa moderno en descartar el plural mayestático en sus intervenciones.
Por su parte, Bergoglio, adoptó el nombre papal de su admirado Francisco de Asís (il poverello d’Assis) y nada más ser elegido Papa, exclamó: “Cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres”, frase que sería un guiño al espíritu de pobreza de los primeros cristianos y a los ideales de justicia social de Monseñor Romero, quien hace tres décadas decía: “La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres” , así como un mensaje de esperanza para los que todavía sueñan con hacer factible dicha utopía en América Latina.
Juan Pabo I y Francisco, rehenes del establishment vaticano
Parafraseando a Wright Mills en su libro “The Power Elite” (1.956), el establishment vaticano sería “el grupo élite formado por la unión del lobby eurocentrista, el lobby curial, el lobby masón y el lobby gay”, grupos de presión que serían los verdaderos detentores del poder en la sombra y del que serían rehenes los últimos Pontífices tras el golpe de Estado virtual urdido en los sótanos del Vaticano y que concluyó con la misteriosa muerte de Juan Pablo I. Así, Albino Luciani se impuso como tarea vital el desarrollo de los postulados de un Concilio Vaticano II lastrado desde sus inicios por el filibusterismo del establishment conservador vaticano, pero para lograrlo debía antes desinfectar las estructuras del Vaticano de los virus patógenos inoculados por dichos lobbys de presión.
El Instituto para las Obras de Religión (IOR), conocido como Banco Vaticano fue fundado en 1942 por Pío XII para “custodiar los bienes de la iglesia, destinados a obras de religión o de caridad”, una especie de Caja de Ahorros y Monte de Piedad sin ánimo de lucro ni potestad para realizar préstamos o inversiones directas que pronto derivó hacia la opacidad y quedó envuelto por las sospechas de lavado de dinero. Recordar que en enero del 2013, el diario británico ‘The Guardian’ realizó una investigación que reveló que la Santa Sede construyó un imperio inmobiliario secreto con propiedades en el Reino Unido, Francia y Suiza con millones recibidos de Mussolini y que según el diario La Repubblica el IOR operaría como “pantalla para ocultar dinero de clientes que quieren evadir los controles fiscales italianos» .
Recién asumido su apostolado, Juan Pablo I decidió que la Iglesia no debía entrometerse en asuntos políticos y pretendió desligar la Banca Vaticana de la trama del dinero negro que ingresaba por medio de los partidos políticos, (en especial de la democracia cristiana que siempre contó con las bendiciones del Vaticano para acceder al Gobierno dentro de la estrategia de la CIA de evitar la llegada al poder del Partido Comunista Italiano), pero sus nobles ideales nunca llegaron a hacerse realidad ya que murió el 28 de septiembre de 1978, apenas 33 días después de haber sido electo, en lo que fue el segundo papado más breve de la historia desde León XI.
Por su parte, Bergoglio, a pesar de tener un corazón franciscano y un cerebro jesuítico, habría desoído la máxima del fundador de la Compañía de Jesús, el vasco Ignacio de Loyola: «En tiempos de crisis, malo es hacer mudanza» y habría adoptado como suya la frase atribuida al frailecillo de Asís: “Comienza haciendo lo que es necesario, después lo que es posible y de repente estarás haciendo lo imposible”. Así, tras la detención de monseñor Nunzio Scarano por orden de la Fiscalía de Roma bajo la acusación de fraude y corrupción, Bergoglio habría iniciado el proceso de descabezar el Banco Vaticano y ponerlo bajo sus órdenes directas y en aras de dotar a la Institución bancaria de una mayor transparencia, la Autoridad de Información Financiera del Vaticano habría firmado un acuerdo con el Banco de Italia para el intercambio de información en un intento de reforzar el control y la supervisión de los flujos de activos.
Geopolítica de sus Pontificados
El Pontificado de ambos Papas quedará hermanado por el retorno a escenarios de Guerra Fría EEUU-Rusia y sus efectos colaterales en América Latina. Así, la apertura de la Iglesia hacia su «izquierda renovadora» tras los los pontificados de Juan XXIII y de Pablo VI amenazaba su continuidad expansiva con Juan Pablo I, apostolado que chocaba con los intereses del establishment vaticano de los cuales se valía la CIA para irradiar sus estrategias de expansión en el seno de la Iglesia Católica Latinoamericana.
Así, según el periodista italiano Ennio Remondino, los fondos secretos del Banco Vaticano cuyo origen sería eran el tráfico de drogas y de armas controlado por la CIA, sería utilizado para financiar operaciones especiales con el objetivo de desestabilizar o a derrocar a gobiernos «pro-comunistas» u hostiles a Washington «en el llamado patio trasero latinoamericano (Operaciones del «Contra-Gate»). La muerte de Luciani, se produjo pues en un contexto latinoamericano donde la Teología de la Liberación se expandía como la pólvora entre las clases humildes mientras las dictaduras militares anticomunistas surgidas al amparo de la CIA desarrollaban su «guerra antisubversiva» con las bendiciones de la ultraderecha católica.
Respecto a Bergoglio, en América Latina hemos asistido en las dos últimas décadas al fenómeno de la irrupción de las iglesias evangélicas (sectas o cultos según la jerarquía vaticana), surgidas en la década de los 80 bajo inspiración y patrocinio de la CIA con el objetivo inequívoco de desbancar al catolicismo romano como religión dominante y que habría conseguido dibujar una nueva arquitectura espiritual en el llamado patio trasero de EEUU, ya en su versión de iglesias evangélicas latinoamericanizadas.
Las diferencias serían no tanto dogmáticas como pastorales y de estructura organizativa, pues los movimientos evangélicos tienen una estructura horizontal y no jerárquica como la Iglesia Católica, lo que ha contribuido a extender su influencia ya que el pueblo identifica a la Iglesia Católica como una institución centrada en las élites dominantes e incardinada en las estructuras del poder político de la mayoría de dichos países ( excepción hecha de los países del ALBA), por lo que a pesar de reconocer la labor social de los sacerdotes católicos en sus múltiples campos de actuación, se habría producido una fuga masiva de ex-feligreses católicos a las iglesias evangélicas protestantes, entras la que descollaría el pentecostalismo que englobaría al 75 % del total de fieles evangélicos de América Latina y el Caribe.
Así, según el Centro Nacional de Investigaciones Científicas de Francia (CNRS) , los evangélicos representan un 25% de los cristianos en el mundo con más de 560 millones de fieles, (107 de ellos en América Latina y el Caribe), siendo Guatemala paradigma de la nueva geografía espiritual latinoamericana con un 50% de su población evangélica. En consecuencia, el Papa Francisco pondrá énfasis en la tarea de supervisar dicha geografía espiritual para intentar detener la incesante sangría de fieles de la Iglesia Católica Latinoamericana, para lo que deberá respaldar los movimientos de regeneración que ya están surgiendo en la Iglesia Latinoamericana, aunque antes deberá liberarse del estigma de la acusación de colaborar con la dictadura militar argentina del General Videla y de la supuesta denuncias de delación por parte de los jesuitas Francisco Jalics y Orlandio Yorio.
Sin embargo, dicha estrategia chocará de nuevo con los intereses de EEUU (inmersos en un nuevo episodio de Guerra Fría con Rusia), dispuestos a recuperar la influencia perdida en dichos países durante el nefasto mandato de George Bush, quien obsesionado con el Eje del Mal habría relegado al olvido al llamado patio trasero. Así, la nueva estrategia de EE.UU. para América Latina conjugará la teoría kentiana del palo y la zanahoria para reconducir los pasos de los países latinoamericanos del MERCOSUR y lograr su ingreso en la Alianza del Pacífico con el retorno de la política del Big Stick o «Gran Garrote», consistente en la implementación de “golpes virtuales o postmodernos“ en los países que no se plieguen a sus dictados, no dudando en sustituir a los regímenes populistas-progresistas surgidos de las urnas (Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia) por regímenes militares presidencialistas tutelados por la CIA. Como vemos, la tarea encomendada al Papa Francisco sería descomunal, con múltiples frentes abiertos que le harán granjearse la enemistad de múltiples sectores, por lo que no sería descartable la gestación de una trama que mediante métodos expeditivos intente reconducir a la Iglesia Romana a la senda de los pontificados tutelados por el verdadero poder en la sombra (establishment vaticano).