Tras los resultados de la segunda vuelta en la elección presidencial la derecha pìnochetista obtiene el triunfo. Ello gracias a la derechización de la Concertación, que durante veinte años, desde 1990, fue complaciente y entreguista con esa derecha neoliberal, asumiendo sus postulados económicos y manteniendo una Constitución antidemocrática por cuyo cambio jamás se la quiso jugar. Como tampoco se la quiso jugar por una asamblea constituyente. La Concertación cogobernó con la derecha de manera cobarde, legitimándola con su actitud de connivencia definida en el concepto de Patricio Aylwin de hacer las cosas “en la medida de lo posible”. Esa connivencia es la clave del triunfo de la derecha, la vergüenza de los partidos de la Concertación. La clave que ayudó a mentalizar a la gente para que creyera en una democracia pactada que sólo favoreció a las fuerzas reaccionarias. La Concertación nunca buscó apoyo en el pueblo, movilizándolo contra los pinochetistas. Por el contrario, debilitó los sindicatos, mantuvo las ISAPRES, las AFP y las privatizaciones de las empresas del Estado, acabando además con los medios de comunicación alternativos que lucharon contra la dictadura. Como guinda de la torta, se la jugaron por traer de vuelta a Pinochet desde Londres e incluyeron derechistas en las comisiones Rettig y Valech. Incluso, algunos de los miembros de la Concertación no tuvieron el menor pudor en confraternizar con personajes ligados a servicios de seguridad como la DINA y CNI y de participar en directorios de empresas derechistas. Connivencia que incluyó cárceles especiales para los pocos militares condenados por atropello a los derechos humanos. Es decir, legitimaron a la derecha desde todos los ángulos ¿Entonces, qué es lo que lloriquean hoy, tratando de buscar culpables en donde no los hay? Ellos son los únicos culpables del triunfo de Sebastián Piñera.
Lo relevante ahora es cómo la Izquierda recupera terreno y se organiza para combatir el futuro gobierno reaccionario de Piñera desde la movilización social. La Izquierda que rechaza la legitimidad de los acuerdos políticos con la derecha y mantiene en alto las banderas del socialismo debe volver a las calles para fortalecer, prioritariamente, las organizaciones sindicales, retornándoles el carácter de clase que nunca debieron perder. La Izquierda debe realizar su propia Asamblea Constituyente donde participen todas las organizaciones políticas, culturales, poblacionales y sindicales. Es la única manera de luchar por una alternativa verdaderamente democrática de gobierno.
Por Alejandro Lavquén