El sexo no es asqueroso. El sexo puede ser imperfecto porque los seres humanos lo somos. No hay píldora femenina equivalente al Viagra que potencie el deseo y, probablemente, nunca la habrá tal y como la deseamos, por mucho que de vez en cuando se anuncien nuevos descubrimientos. Lo único que podemos hacer es aprovechar los últimos descubrimientos la ciencia ha realizado sobre el funcionamiento de la sexualidad femenina y utilizarlos en nuestro provecho. Estas son algunas de las ideas que se recogen en Come as You Are: the Surprising New Science that Will Transform Your Sex Life (Scribe UK), el último trabajo de la educadora sexual Emily Nagoski.
Entre todo eso que hemos aprendido durante los últimos años se encuentra que las mujeres varían mucho más anatómicamente y en su respuesta sexual que los hombres. Y que, por lo tanto, no deberían crearse patrones generales ni juzgarse en función de los demás. Para las mujeres, recuerda el libro, no es tan importante lo que se hace en la cama como la manera en que se hace o cómo se sienten sobre ello.
En un extracto del libro publicado en The Independent, la autora desvela que seguimos viviendo en una cultura negativa para el sexo, a pesar de que este haya inundado los medios de comunicación, internet y gran parte de las relaciones humanas. Ello provoca que seamos duros jueces tanto de nuestra propia sexualidad como de la de los demás. No hay más que pensar en la forma que entendemos el sexo y la urgencia que sentimos por convertirnos en mejores amantes y proporcionar más placer, más intenso, durante más tiempo, para entenderlo.
La autora proporciona estas tres claves para convertirnos en personas más positivas hacia el sexo y, sobre todo, favorecer la explosión de la sexualidad femenina, evitando que el asco y la repulsa se conviertan en la respuesta aprendida ante las relaciones sexuales.
Autocompasión
Solemos relacionar instintivamente el sexo con la potencia, la valentía, el atrevimiento. Por eso, un concepto como el de autocompasión parece no venir a cuento según nuestra visión actual, pero la autora recuerda que “en ocasiones nos aferramos a la autocrítica”, porque pensamos que de otra manera no podremos cambiar.
Quizá seamos demasiado exigentes con nosotros mismos. Para evitarlo, Nagoski propone el siguiente ejercicio: en primer lugar, poner por escrito una situación que te atormente, que puede ser de índole romántica o sexual y que debe incluir todos los pensamientos destructivos que tenemos sobre nosotros mismos. Entonces, escribe el nombre de una persona que te aprecia e imagina que es su problema y que te lo está contando. Piensa en lo que le dirías si te explicase algo así para apoyarla. Vuelve a leer lo que has escrito: todo eso puede aplicarse a ti.
Disonancia cognitiva
La cultura nos empuja a odiar nuestro propio cuerpo, porque en comparación, siempre salimos perdiendo. Pero cuando nacimos, y durante nuestra infancia, nadie lo atacaba, nadie consideraba que deberíamos ser de otra forma, algo que sí ocurre de adultos. Nagoski nos anima a quitarnos toda la ropa, a colocarnos frente al espejo y a echarnos un vistazo. Lo primero que pensaremos es en todos los defectos que vemos, pero debemos concentrarnos en aquello que nos gusta de nosotros mismos y que quizá no habíamos descubierto hasta ese momento. Es un proceso que deberíamos repetir a menudo, especialmente cuando nos sintamos mal, con el objetivo de desterrar los pensamientos destructivos sobre nuestro cuerpo para atraer los positivos y sentirnos más seguros a la hora de hacer el amor.
Aléjate de los medios de comunicación
Lo pretendan o no, la mayor parte de artículos sobre belleza, bienestar o dietas refuerzan una visión crítica de nuestros cuerpos. Siempre hay algo por mejorar, siempre hay kilos por perder, siempre hay algo que estamos haciendo mal. No se trata únicamente de la clase de complejos que llevan a los desórdenes alimenticios, sino simplemente de la clase de pensamiento que nos lleva a la inseguridad. La pregunta que debemos hacernos después de exponernos a algo que nos puede perjudicar, como el cine pornográfico o los programas de televisión, es “después de ver esto, ¿me voy a sentir mejor con mi cuerpo o peor?” La respuesta está clara: si es sí, debemos seguir viéndolo. Si no, quizá es preferible dejar de consumirlo o darnos cuenta de qué manera la visión que del cuerpo se presenta ahí no tiene nada que ver con tu realidad.