Veinte días encarcelados en Copenhague y una acusación formal de falsificación de documentos y allanamiento de morada. Les pueden caer dos años de prisión. Pero no son delincuentes ni siquiera alborotadores de manifestaciones callejeras. Son activistas pacíficos de Greenpeace que se colaron en el banquete oficial que el gobierno danés ofrecía a mandatarios del mundo durante la fracasada y vergonzosa Cumbre del Clima de Copenhague.
Es cierto que los activistas de Greenpeace entraron en una celebración a la que no habían sido invitados. Pero no robaron nada, no agredieron a nadie, no amenazaron, no insultaron, no hicieron pintadas en las impolutas paredes, no hicieron daño alguno. Vestidos de riguroso esmoquin, sólo desplegaron dos pequeñas pancartas que decían: “Los políticos hablan, los líderes actúan”.
Incluso el diario El País de España ha editorializado que “resulta sorprendente la dureza de los cargos, así como la prolongación de la prisión durante 20 días y el tratamiento dispensado a los activistas como si se tratara de peligrosos delincuentes”.
Juantxo Uralde, director de Greenpeace España, uno de los encarcelados, lo expresó con claridad:
“Si nos dicen que estaríamos tanto tiempo en cárcel preventiva, casi incomunicados, con la amenaza de una condena de varios años por una protesta pacífica, hubiéramos creído que eso sucedía en una dictadura, nunca en la democrática Dinamarca».
Aunque quizás saber que Dinamarca está gobernada hoy por el “Venstre Danmarks Liberale Parti” (Partido Liberal Danés) con la ayuda parlamentaria de un partido xenófobo de extrema derecha (Danske Folkepartie) explique porque cosas así suceden en Dinamarca.
Quizás también esclarezca los hechos que el Parlamento danés (con mayoría de derecha y extrema derecha) aprobara a toda prisa días antes de la fracasada Cumbre del Clima una ley que permite el arresto preventivo sin prueba alguna (hasta 40 días). La policía sólo ha de alegar que se podría obstruir el ejercicio de sus funciones investigadoras.
El Artículo 9 de la Declaración Universal de Derechos Humanos dice: “Nadie puede ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado”. Al parecer ese artículo no está vigente hoy en Dinamarca, aunque Dinamarca aprobó, firmó y ratifico la Declaración. Echar a la basura los derechos humanos (la justicia y la libertad, en definitiva) no es raro en estos días de embuste, ruido, y furia.
En Italia ocurre lo contrario. Allí se elaboran leyes a medida para que los poderosos que infringen la ley eviten la cárcel. Leyes que el primer ministro Berlusconi ha promovido para eludir la justicia. En junio de 2003 hizo aprobar la ley Schifani que le otorgaba inmunidad penal con efectos retroactivos en un proceso por soborno a un juez. Y al volver al poder en abril de 2008, Berlusconi se dio inmunidad penal con la ley Alfano. El Tribunal Constitucional italiano la declaró ilegal, pero Berlusconi había ganado tiempo suficiente. Y ahora hace aprobar otra ley para blindarse. Esa ley ordena que la instrucción de sumarios por delitos de corrupción o fraude fiscal (que Berlusconi tiene pendientes) sólo puede durar dos años desde que el fiscal empieza a investigar y lo notifica al acusado. Puesto que la investigación e instrucción de sumarios por delitos económicos son necesariamente lentos, Berlusconi y otros miles de procesados por esos delitos se librarán de ser juzgados por sus trapacerías, pues la nueva ley obliga a archivar las acusaciones una vez transcurrido ese arbitrario tiempo máximo de instrucción. Para evitar la cárcel, Berlusconi también ha despenalizado parcialmente hechos por los que se le juzgaba (como falsedad en la contabilidad) y decretado amnistías para algunos delitos.
Reflexionando sobre lo que ocurre en Dinamarca e Italia hemos de concluir que democracia es mucho más que votar cada cuatro años, aunque las elecciones libres sean un pilar del sistema democrático. Democracia es división de poderes. Democracia es un sistema de contrapesos y controles de los poderes del Estado para que ningún poder se exceda. Y, por encima de todo, democracia es respeto de los derechos humanos de todos y cada uno de los ciudadanos, nacionales o de donde sean.
Podríamos citar más hechos del pelaje descrito. Lo de Copenhague y la impunidad con que actúa Berlusconi indican que la grave crisis que sufrimos no es sólo económica y financiera.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor