Estamos ya acostumbrados al machismo y a los prejuicios de nuestra sociedad, tanto que parecemos adormecidos por estos principios, y apuntamos a las personas sin darnos el tiempo de realmente oírlas yrespetar sus puntos de vista. Y esto pasa demasiado con la sexualidad, con nuestra sexualidad, la de las mujeres. Y lo he vivido en carne propia.
No tengo ningún problema con las relaciones íntimas. Mi vida sexual comenzó sin bombos ni platillos, con mucha tranquilidad y tomándome el tema a la ligera. Pensé que era el momento y simplemente pasó, sin pensarlo de más. Pero sabía que no todos lo veían así. Siempre me sentí tan cómoda con el tema, a veces riéndome de eso, que nunca me imaginé que eso podía generar prejuicios.
Desde que tuve mis primeras incursiones en el tema de la sexualidad, no sentí que tenía que cohibirme por nada. ¿Qué tenía de malo esto nuevo que podía disfrutar? En los años siguientes nunca significó un tema de gran importancia para mí, quizás también por el hecho de que no había tenido una pareja amorosa por mucho tiempo, lo que hacía más ligero el tema, sin tanta carga emocional. Era algo que quería – y aún quiero – disfrutar de la manera que a mí me parezca.
A través de los años, he tenido diversas parejas de manera muy casual. Hoy miro atrás y pienso que podría haber sido un poco más cuidadosa, pero gracias a Dios nunca tuve ningún percance. Mis amigos me veían como alguien que tenía demasiadas relaciones de este tipo, como si pasara haciéndolo como una máquina. Pero cuando nos poníamos a hablar y se detenían a escucharme, notaban que no era más que algunas experiencias separadas y muy en específico. Por ser liberal en este tema, me veían como una libertina. Llamándome a ser responsable, es que me di cuenta de los prejuicios que se generaban ante mi visión de las relaciones íntimas.
En pocas palabras, hice lo que quise. Cuando sentía la química y las condiciones dadas, no me cuestionaba mucho un acercamiento mayor. El disfrutar una noche, una tarde, y luego no importaba. No era mi adicción, no me obsesionaba el tema. Nunca me pregunté si podía confiar en la otra persona o no, para mí iba implícito, pues es un actuar íntimo. ¿Por qué habrías de traicionar la confianza de alguien que te había visto desnudo, totalmente expuesto? Pues no todos piensan así.
Durante estos años me vi desilusionada de distintas maneras. De personas en las que confiaba y por las que me vi objetivizada, traduciendo cualquier instancia de amistad en una posibilidad para llevarme a la cama. Pues entonces entendí que el pararme frente al mundo con una mentalidad abierta acerca de mi sexualidad, me hacía ver fácil. O deseable. Al principio era una sensación nueva y debo decir que la disfruté un poco. Pero a la larga solo me hacía pasar malos ratos, porque me sentía poco comprendida y juzgada.
Es como si nadie se atreviera a decir que quiere disfrutar de acostarse con otra persona, siendo que todos lo hacen, incluyendo a quienes pagan por hacerlo. En mis encuentros no había abuso, ni cosas extrañas, era un acuerdo de placer entre ambas partes. Y yo seguía siendo la misma chica, tengo una buena crianza y soy una buena persona, con la que creo que se puede hablar de muchos temas y pasar un buen rato. Pero obvio, eso queda atrás cuando piensan que eres fácil. Y las mujeres también te juzgan, pensando que cada vez que hablas con un hombre es eso en lo que estás pensando: que te va a ir bien y vas a “anotar”.
Ni siquiera, como dije, tuve muchos encuentros o parejas sexuales en esta etapa. Por eso más ridículo me parecía que se me viera como una especie de ninfómana. Simplemente la gente piensa demasiado y habla también, más de lo que sabe. Me gustaba perderme en la diversión que esto me causaba y lo hacía con personas por las que me sentía atraída, sin esperar mucho más la mayoría de las veces.
Hubo un momento en que cambié, quizás por los comentarios y prejuicios, pero más por que fue el curso natural de las cosas. La molestia de escuchar comentarios hacia mí misma sobre las decisiones que tomaba, más algunos percances, me hicieron hartarme. Preferí bajar las revoluciones, y entender que no se podía confiar tan fácilmente, porque alguien eventualmente abriría la boca y podría hablar mal. Y en ese periodo fue que conocí a alguien con quien nunca pensé hacer nada más que besarnos un poco, y cuando sentí que era el momento le conté de mis experiencias. Pensé que se sentiría asqueado, como todos parecían estarlo a veces.
Pero él entendió que no era un asunto de mayor importancia. Que en verdad, tenía mi vida íntima tomada por las riendas, tenía dominada mi sexualidad. Y que no había hecho tanto como todos pensaban, y aún así nadie tenía porqué llamarme fácil. Soy una buena chica, estoy saludable, sigo disfrutando mi sexualidad, pero ahora de distinta manera. Y comprendí que podía explorar y disfrutar de todo esto con alguien a quien amara – pero ese es otro tema.
Nadie tiene el derecho de ponerte nombres ni asumir cosas sobre ti. Y en especial, creo que las mujeres debemos callar los prejuicios y hacer lo que se nos da la gana con nuestro cuerpo. Cada uno será su propio juez.
Vía Upsocl