Razón y comunicación: “Instrumentalización discursiva en dinámicas de interacción”

En las dinámicas de interacción, sean estas de tipo grupal o de un individuo a otro, la existencia del aspecto comunicativo forma parte fundamental de la consolidación del “ser”, lo cual constituye que el individuo sea, en cuanto se comunica y dialoga; acción sublime si se observa desde el ámbito del “acto ideal del habla”, […]

Razón y comunicación: “Instrumentalización discursiva en dinámicas de interacción”

Autor: Arturo Ledezma

En las dinámicas de interacción, sean estas de tipo grupal o de un individuo a otro, la existencia del aspecto comunicativo forma parte fundamental de la consolidación del “ser”, lo cual constituye que el individuo sea, en cuanto se comunica y dialoga; acción sublime si se observa desde el ámbito del “acto ideal del habla”, planteado por Habermas, en su libro Teoría de la Acción Comunicativa,  sin embargo, en los modos actuales bajo los cuales interactuamos, se antepone la razón instrumental como manera simplista de objetivación del habla, en ese sentido, se instrumentaliza racionalmente el discurso, para que el funcionamiento del sistema de símbolos y códigos que hemos creado, se mantenga. En relación a lo anterior, se genera una razón mecánica discursiva, la que posibilita un posicionamiento impositivo de lo que comunicamos, para que “lo creado”, tenga validez por cuanto lo que se dice, aún invalidando por cuanto contenido, la acción misma de la comunicación.

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Podemos preguntarnos entonces: ¿Qué hace que como seres pensantes, deshumanicemos el acto del habla, haciendo de éste, un instrumento de posicionamiento en cuanto a acción con un fin y no de creación dialéctica relacional?

Las formas de vida actuales, han invertido la lógica de creación dialéctica relacional en el “espacio comunicativo”, supeditándolo a una razón de instrumentalización. Eso no ocurre solamente con la comunicación como acto, sino que se traslada también a las formas cómo observamos y cómo nos relacionamos en nuestra cotidianidad de vida. La anteposición de lo que hacemos, por sobre lo que somos, hace que en definitiva el ser humano en su realidad, crea una visión distorsionada de su ser; se vive con respecto a lo que exteriorizamos, ya sea por cuanto a lo que decimos, desde una base de instrumentalización del habla y desde cómo nos relacionamos, siempre en base a la mantención forzada de lo que estamos comunicando. Lo externo, lo público, pasa a ser preponderante, lo interno, lo privado, lo que encontramos genuinamente al traspasar las barreras de nuestro yo, queda suspendido y supeditado a la mencionada razón instrumental.

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Para graficar lo anterior, tenemos dos ejemplos que nos ayudarán a entender lo expuesto. En aquellos ejemplos, podemos considerar una diferencia entre lo individual y lo social, que en la base no son más que la suma de las partes, ya que cada una de estas partes contiene a la otra; en lo individual podemos encontrar lo social, y lo social constituye un “mecanismo sistémico integrado de lo individual”. Lo que somos a nivel interno, se ve reflejado en nuestras formas de cómo interactuamos o nos relacionamos a nivel social.

A modo de individuo, si nuestro ser interno no ha sido nunca puesto bajo un proceso de profunda reflexión, el vacío existente de alguna manera, toma forma y lo exteriorizamos. Por ejemplo, si en nuestra propia historiografía existe un aspecto que rechazamos, lo veremos reflejado en otro. Por otro lado, si nuestra historiografía ha sido integrada, nos movemos con profunda liviandad; en este caso, esa propia historiografía no afecta el ser, sino más bien permite tener una visión panorámica de nuestros actos y de los hechos sociales. En este caso, existe un salto cuantitativo, ya que se observa desde la participación interna de un proceso, pero también existe la posibilidad de observar desde fuera. (Proceso inductivo y deductivo, llevado a la práctica). Este particular proceso, requiere necesariamente una “racionalidad genuina”, aspecto presente en todos los individuos, pero que pocos son capaces de observar y desarrollar, principalmente por las formas estructurales que adquiere nuestra psiquis a lo largo de nuestra vida. En este caso, la existencia humana es dualizada, ya que nos encontramos con individuos que han transitado por estadios evolutivos de conciencia reflexiva y otros simplemente se quedan en estadios inferiores, en donde el acto dialogal que se exterioriza demuestra dichas limitaciones internas. (Dichas limitaciones estarán dadas por: cultura, educación, capitales heredados o conformación de personalidad).

Para graficar el aspecto social, podemos observar lo que ocurre en las dinámicas políticas, si bien las relaciones de interacción social siempre constituyen política, en este caso nos referiremos a la política partidista, la cual funciona en base a una “estructura de colectividad invertida”, en donde se generan discursos integradores en cuanto a los fines que se persiguen, que en estos casos no es más que la mantención coercitiva de poder, en contraposición al real colectivo constituido por todos los individuos. En este punto, el concepto de elite es utilizado constantemente por la cohesión política a la cual se cree pertenecer. Para el común de los sujetos este concepto resulta irrisorio, sin embargo dichas cohesiones lo creen y en base a esa falsa creencia, se movilizan. En esta situación, se invierte la lógica del servicio público, ya que el mecanismo político se basa en la mantención forzada de pertenencia a dicho concepto, por sobre el bien común y la razón instrumental encuentra en esta lógica invertida la capacidad de reproducirse discursivamente.

Sin embargo, en esta real tribulación del mundo actual en el cual coexistimos, los movimientos sociales han hecho que el foco de observación cambie, y es ahí, en donde esta lógica invertida encuentra su curso natural, en aquellos individuos que ya forman parte de una elite auténtica de seres conscientes que han despertado a otras formas de comportamiento y comprensión de la realidad social; esa elite de gente elevada, que hace tiempo es movilizada en función a un todo, en donde la humanidad no se vive en torno a un discurso fingido, maleable y repetido, sino que la contribución social se hace a manera de cambio social, para generar las condicionantes estructurales básicas para la evolución hacia estadios de existencia con sutil igualdad, en donde la razón no es instrumentalizada, sino que construye y conecta con planos de realidad verdadera, manifestadas, desarrolladas y desplegadas, desde el cotidiano de nuestro diario vivir.

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