Podría resultar sencillo hablar de segregación espacial o del tipo de distribución que posee Santiago o cualquier gran ciudad de Latinoamérica. Puede este ser un tema ampliamente abordado desde el punto de vista económico o cultural y sin duda alguna, no constituye ninguna novedad teórica o académica para la sociología y/o el urbanismo. Sin embargo, mediante las contribuciones de Louis Wirth es posible abordar esta temática no sólo desde el punto de vista netamente espacial, sino también, pudiendo observar la influencia que la ciudad ejerce sobre el individuo, es decir, concibiéndola como el centro de iniciación y control de la vida económica, política y cultural (Wirth; 1962, p.1).
A partir de los postulados de este autor de la Escuela de Chicago, y a través del recurso de datos históricos, se pretende aquí analizar la distribución de Santiago en varios de sus ejes componentes, así como también, la influencia de esta distribución y -más que posible- segregación existente en nuestra ciudad capital sobre el individuo, sus funciones y utilidades, dejando entrever de esta forma la contribución del sujeto mismo a la reproducción de esta distribución. Por medio de lo señalado por Wirth en “El urbanismo como modo de vida”, se intentará elaborar una interpretación acorde a lo relativo a nuestra gran metrópoli central, respondiendo la pregunta transversal conforme a los contenidos relacionados y señalados anteriormente: ¿Existe una verdadera segregación urbana en Santiago?
La ciudad de Wirth y Santiago
En un principio, el autor define la ciudad desde un punto de vista sociológico como “un establecimiento relativamente grande, denso y permanente de individuos socialmente heterogéneos.” (Wirth; 1962, p.4), donde además, se produce a partir del crecimiento, antes que de una creación instantánea y está influenciada históricamente a partir de movimientos migratorios rurales y por ciclos o procesos de industrialización –a pequeña o gran escala, dependiendo de la ciudad y su contexto-.
Si se observa la historia de Santiago, se puede apreciar que cumple en casi su totalidad con estas condiciones y posee las características que según el autor definirían la ciudad: Con el comienzo del siglo XX, la ciudad comenzó a experimentar diversos cambios relacionados con el fuerte desarrollo de la industria, por ejemplo, Valparaíso, que hasta esas fechas había sido el centro económico del país, comenzó lentamente a perder protagonismo en desmedro de Santiago. En 1895, el 75% de la industria fabril nacional radicaba en la capital y sólo un, y hacia 1910, los principales bancos y tiendas comerciales se instalaron en las calles del centro de la ciudad; además, desde fines del siglo XIX Santiago recibe la llegada de campesinos desde el sur que llegaban a trabajar a las fábricas y ferrocarriles en construcción, sin embargo, este crecimiento se experimentó en la periferia y no en el casco urbano propiamente tal (De Ramón; 2000).
Así, en palabras de Wirth “(…) históricamente la ciudad ha sido un crisol de razas, gentes y culturas y la base más favorable para nuevos híbridos biológicos y culturales. No sólo ha tolerado, sino también gratificado, las diferencias individuales. Ha unido a gentes de los confines de la tierra por ser diferentes y, así, útiles unos a otros, antes que por ser homogéneos y de mentalidades similares” (Wirth; 1962, p.6). Santiago desde comienzos del siglo pasado ha demostrado ser todo aquello que Wirth atribuye a los fenómenos urbanos de las grandes ciudades.
De esta manera, para dar paso al análisis duro que convoca este trabajo, tomaremos los tres supuestos teóricos del sociólogo de Chicago que hacen referencia a la relación entre a) el tamaño de la población, b) la densidad de la ciudad y c) la heterogeneidad de los habitantes, los cuales, permitirán poner en evidencia la distribución y la segregación existente en la ciudad capital de Chile.
Supuesto del tamaño de la población
De primer momento se señala que se puede inferir fácilmente que el número de habitantes de un establecimiento, entiéndase como ciudad, viéndose una vez aumentados estos habitantes, este incremento afecta las relaciones entre ellos y el carácter de la ciudad, lo que produce a su vez una esfera de variaciones individuales. Estos dan surgimiento a la segregación espacial de los individuos “ya sea el color, la herencia étnica, el estatus económico y social, los gustos o la preferencia” (Ibíd.).
Observando la realidad chilena de la ciudad capital, vemos que a fines de 1920, el censo estimaba una población en Santiago de 507 296 habitantes, lo que equivalía al 13,6% de la población total del país. Este incremento, como bien ya se mencionó, se dio en las nuevas comunas periféricas y no en el casco urbano propio, ya que los sectores más altos residían allí y el centro de Santiago cumplía labores administrativas y financieras. Es aquí donde se ven los primeros choques entre los nuevos habitantes de la ciudad y por ende, de estratos bajos –que tuvieron que residir en comunas periféricas como Barrancas (actual Pudahuel), Conchalí o La Granja o en cites de Estación Central o Santiago centro- y los residentes de estratos más altos –quienes tuvieron que emigrar con el paso del tiempo, hacia Providencia o Ñuñoa- (De Ramón; 2000). Según Wirth, el aumento en el número de habitantes de una comunidad más allá de unos pocos centenares, necesariamente limita la posibilidad del conocimiento mutuo y personal de cada miembro de esta (Wirth; 1962, p.7) de esta forma, dando los primeros atisbos de una segregación espacial de tipo socioeconómico.
Hoy en día, Santiago está compuesto por más de seis millones de habitantes, convirtiéndolo en una denominada mega ciudad, pues bien, siguiendo con el autor, denotan que nuestra ciudad central está fuertemente segregada lo que produce realidades diferentes y desconocidas tanto para unos sectores de dicha división, como para otros. El índice de desarrollo humano (IDH) da cuenta cierta de lo anteriormente señalado:
Como se puede apreciar en la tabla, no es la misma realidad la que se vive, o no se vive entre pares si tomamos las comunas de Vitacura y Lo Espejo, dando un claro ejemplo de estratificación. Entendamos el concepto de estratificación como lo propone el autor Niklas Luhmann, quien afirma que esta corresponde a una diferencia de la sociedad en subsistemas desiguales, los cuales requieren de una distribución desigual de poder y la riqueza (Luhmann, 1998). Esta concepción de la estratificación se ajusta claramente en el contexto que aquí se aborda analíticamente. Ahora bien, si analizamos las más de 37 comunas existentes en Santiago y la cantidad de habitantes de la ciudad en general, se aplicaría a cabalidad, el supuesto del autor que da cuenta del limitado conocimiento mutuo y la segmentación de las relaciones humanas, delimitadas solo a un acento utilitario de las relaciones interpersonales en la ciudad que encuentran su expresión institucional en la proliferación de tareas especializadas las cuales son interpersonales, superficiales y transitorias (Wirth; 1962) como sería el caso de la nana de la casa de Las Condes que vive en Pudahuel, el taxista de Puente Alto, entre otros ejemplos cotidianos que demostrarían lo anterior.
El supuesto de la densidad
Prosiguiendo con las categorías urbanas del autor, así como en el caso del número de habitantes que ya analizamos, también de la concentración del espacio surgen ciertas características de relevancia para nuestro análisis, es decir, aquellas que comprenden la densidad de la población.
Tal como Wirth cita a Durkheim, “el aumento cuantitativo de las sociedades dentro de un área que se mantiene constante (es decir, el aumento de su densidad) tiende a producir diferenciación y especialización, dado que sólo así puede dicha área soportar cantidades crecientes” (1962). Es de esta manera que la densidad viene a reforzar la acción del tamaño de habitantes en el punto de diversificar a los individuos y actividades y a incrementar la complejidad de la estructura social.
Es así que el autor nos señala “la competencia por el espacio es grande, de modo que cada área tiende a ser usada de manera que produzca el mayor provecho económico. El lugar de trabajo tiende a disociarse del lugar de residencia, pues la proximidad de establecimientos industriales y comerciales tornan a un área cualquiera, económica y socialmente indeseable para propósitos residenciales” (Wirth; 196, p8). Es por esta razón que en Santiago nos encontramos con un panorama como el siguiente:
Como se puede apreciar en el anterior mapa, las zonas industriales de la ciudad están abocadas en su totalidad a los sectores que bordean Santiago o en las zonas periféricas, como por ejemplo Lampa o Quilicura. Ahí se puede demostrar que los supuestos de Wirth son aplicables a nuestra ciudad capital, puesto que al ser los suelos de la periferia de menor costo y además de ser más provechoso, es utilizado para las actividades industriales. En el siguiente mapa, se presentan las distribuciones de las principales actividades corporativas y la localización de las principales empresas de Santiago, el cual a modo ilustrativo, reafirma lo planteado por el autor:
Como puede observarse, las mayores actividades comerciales, corporativas y financieras se encuentran en comunas de estrato socioeconómico medio alto y alto, tales como Providencia, Vitacura y Las Condes con algunas localizadas en Santiago centro. Esto evidencia la utilización del espacio en virtud del provecho y la utilidad, además de segregar la ciudad en función de quienes administran económica y financieramente la ciudad –y por qué no, el país- y el resto de quienes viven para producir bienes o servicios y consumir, es decir, “la población urbana es seleccionada y distribuida en instalaciones más o menos diferenciadas” (Wirth; 1962, p.9). Cabe destacar, como reafirmación teórica de lo ilustrado anteriormente lo siguiente: “Diversos elementos de la población que habitan un establecimiento compacto tienden así, a segregarse unos de otros en la medida que sus requerimientos y modos de vida son incompatibles unos de otros y en la medida en que son antagónicos entre sí. De modo similar, las personas de estatus y necesidades homogéneas se agrupan inconscientemente [tal vez, luego del último mapa no sea tan así], se seleccionan conscientemente, o son forzados a hacerlo por imperio de las circunstancias, dentro de una misma área. Así, las diferentes partes de la ciudad adquieren funciones especializadas [sectores industriales, sectores financieros y administrativos y sectores residenciales- habitacionales]”.
Supuesto de la heterogeneidad
Sin duda Santiago es una ciudad muy heterogénea, y es quizá a partir de ahí que se desprenden los análisis previos y desarrollados con anterioridad aquí; y lo que es innegable, a partir de esta característica es que se genera la segregación espacial y la división social de la ciudad, esta característica puede explicarse tanto en la experiencia histórica de la composición de Santiago, como también por factores propios de la estratificación. Sin embargo, se da el fenómeno de la homogeneidad dentro de la heterogeneidad para el caso de nuestra ciudad, puesto que a pesar de constituir un establecimiento con distintos estratos, cultura o idiosincrasia, dentro de una unidad comunal el nivel de heterogeneidad es mucho menor, de ahí el roce con la homogeneidad de estas. De Wirth se desprende que esta heterogeneidad es niveladora y que puede volcarse hacia cualquiera de los extremos ya sean socioeconómicos o culturales, es decir, permite la movilidad social aunque por otro lado, introduce un proceso de despersonalización, puesto que la ciudad, como bien sabemos, produce una población altamente diferenciada:
El anterior cuadro muestra el porcentaje de distribución del nivel socioeconómico para las comunas de Santiago, indicándonos según lo señalado anteriormente, esta homogeneidad dentro de la heterogeneidad, la cual es antesala tanto del supuesto del tamaño poblacional como de la densidad. Es heterogéneo Santiago si se comparan La Pintana y Vitacura, pero si comparamos Lo Espejo, Cerro Navia y La Pintana nos encontramos con homogeneidad, en este caso, obviamente, del tipo socioeconómico. Si bien el cambio de pertenencia de un grupo a otro puede ser fácil y rápido según Wirth, para este caso se hace mucho menos posible debido a lo extremo de las comparaciones realizadas y no sólo a nivel económico, sino también al cultural y social.
A modo de síntesis
Una vez analizado la teoría urbana de Wirth y llevadas a cabo a la realidad santiaguina, podemos establecer que si existe una segregación en la ciudad, comprendida por factores utilitarios, históricos y socioeconómicos que bajo procesos inconscientes unos y conscientes otros, han dado forma a Santiago por lo menos desde el siglo pasado. La heterogeneidad de la ciudad, el tamaño de su población, que dificulta las relaciones sociales y las hace interpersonales y fugaces y la densidad de la población, que promueve la distribución de los individuos acorde a criterios de provecho y eficacia y segrega a partir de productores, administradores y consumidores, hacen posible una división muy marcada en la ciudad central demostrada ya sea en los contrastes profundos de los IDH’s, el desplazamiento industrial y la localización de las principales zonas financieras o las comparaciones extremas entre los NSE de los individuos componentes de la ciudad.
Así mismo, se debe tener claro el nivel de estratificación que posee Santiago, esto es, el hecho que tanto geográfica como culturalmente, la ciudad esté dividida en comunas altamente desiguales las cuales en su mayoría no circundan unas con otras, es decir, que Cerro Navia o Lo Espejo no limiten con Las Condes y Vitacura. Sin embargo tenemos que tener en cuenta también que nuestra capital es altamente homogénea en su heterogeneidad puesto que por una parte existen comunas socioeconómica y culturalmente similares, compartiendo dentro del mismo espacio geográfico general con otras comunas que se constituyen totalmente contrarias. Pero por otro lado, tenemos, a modo menos general, el hecho de que en muchas comunas conviven los distintos estratos socioeconómicos categorizados institucionalmente, en muchos de ellos, con porcentajes casi nivelados lo que reafirman este fenómeno o paradoja, según el punto de vista desde donde se le aprecie.
Referencias bibliográficas
Wirth, Louis, El urbanismo como modo de vida, Ediciones 3, 1962.
De Ramón. Armando, “Santiago de Chile (1541-1991): Historia de una sociedad urbana”. Editorial Sudamericana, 2000.
Luhmann, Niklas, Complejidad y modernidad: de la unidad a la diferencia. Editorial Trotta, 1998.
Para tablas, mapas y cuadros:
Felipe Link, “De la policentralidad a la fragmentación en Santiago de Chile”, Revista Centro-h, 2008.
Adimark, “Mapa socioeconómico de Chile”, Estudios Adimark, 2003.
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