La Tierra está muriendo, lo sabemos, pero poco nos importa.
Somos un virus mortal, de lento desarrollo pero rápida destrucción. Figuramos en este mundo hace 70 mil años y nos tomamos un largo proceso de lucha por convertirnos en la especie dominante. Crecimos de la mano de la naturaleza y agradecimos sus regalos, vivíamos en plena armonía con nuestro alrededor. El problema surgió cuando nuestro propio virus se desató: la avaricia nos llevó a recorrer nuevos horizontes y explotar nuevas latitudes. No había poder que nos detuviera, ni fuerza divina que interviniera. Conocimos y valoramos un nuevo tesoro: el dinero y el poder.
Nuestra autodestrucción conoció nuevas escalas; los muertos, enterrados por los ideales de las banderas, aumentaron drásticamente. Detuvimos los grandes ataques naturales al sobreponernos a las enfermedades, prolongamos los ciclos de vida y regamos a nuestra descendencia por los rincones de la Tierra. Después de experimentar guerras a nivel mundial, nos unimos bajo una sociedad de consumo y explotación. Nuestra avaricia sonreía con ironía.
De pronto alguien levantó la voz y denunció los grandes procesos destructivos del hombre. Anunció a los cuatro vientos que el acelerado daño al medio ambiente supondrían nuestra destrucción, el mundo escuchó pero desvió la mirada. Soñamos con huir de la Tierra como la mejor solución al problema que hemos causado, aunque se trate de una carrera contra el tiempo. Así que, sin un día lo logras: buen viaje, Humanidad, los que nos quedamos a morir te saludamos.
La Tierra está muriendo y las siguientes fotografías tomadas al rededor del mundo son evidencia del daño hecho a la Tierra a costa del “progreso humano”: