Esta triste historia, esta masacre con impunidad incluida, comienza muchos siglos antes que el calendario marcara el día 31 de enero de 1980, porque la derecha uniformada cuando actúa con Manu Militarti, siempre ataca a los sectores más sencillos, siempre indefensos y desarmados, con ellos descarga su odio de clases, en ellos coloca su marca para decir que son dueños de todo, incluso de la vida.
Todos conocemos cómo son las Fuerzas Armadas, su forma de vestir, su forma de pensar, su forma de actuar, su forma de marchar, en este caso Guatemala. Son ese segmento de la sociedad que una vez ejecutados los delitos, salen a dar explicaciones, donde pretenden suponer que el mundo es tan indocumentado e ignorante. Pero los crímenes cometidos, las masacres, sus actuaciones con absoluta impunidad se conocen finalmente, lo malo en casi todos los casos, la justicia llega muy tarde, cuesta un trabajo enorme desentrañar las telas de la impunidad que entre ellos se tejen, donde el poder civil también los acompaña en ese recorrido de esconder la verdad de lo sucedido.
Las Fuerzas Armadas, en este caso en Guatemala digo, tienen su manual de comportamiento con la sociedad civil, disparo, lo mato y… lo niego todo.
Estamos hablando del día 31 de enero de 1980…
Aquel día de enero, hace treinta años, llegaron 23 campesinos pobres de la zona del Quiché, junto a seis dirigentes de organizaciones populares y ocuparon de forma pacífica la Embajada de España en Guatemala. Manifestaron que su interés era pedir que el gobierno de España intercediera ante el de Guatemala para poder exhumar nueve campesinos que habían sido secuestrados por personal de Fuerzas Armadas, en la zona de Uspantán. Los campesinos muertos fueron torturados y posteriormente ejecutados haciéndolos pasar por “guerrilleros muertos en enfrentamientos”. Los campesinos del Quiché querían que se conociera la verdad de lo que realmente sucedió, de lo sucedido de verdad en ese lugar específicamente, de la brutalidad con que eran masacrados por parte de los militares, y el abandono y olvido del que han sido objeto siempre de las autoridades guatemaltecas.
Las condiciones de vida del sector campesino en Guatemala son muy precarias, se mantienen en la subsistencia con mucho esfuerzo, elevados indicadores de desnutrición, y son zonas además de bajo nivel de escolaridad, donde parte importante de este derecho fundamental impostergable, lo hacen las organizaciones no gubernamentales… no el gobierno guatemalteco.
Los campesinos se instalaron en una de las salas de la Embajada de España en el segundo piso, no estaban armados y en sus sacos sólo llevaban algunas tortillas de maíz y frutas. En las conversaciones con los representantes de la delegación española donde dan cuentan del estado de su situación, los funcionarios se comprometieron a iniciar la entrega de la información, de la manera en que había sido pedida.
A las 11.30 horas de la mañana de aquel día, unos cuatrocientos militares rodean la Embajada de España en Guatemala, toda la zona fue cerrada al público. Nadie en el gobierno guatemalteco contestó las llamadas telefónicas que se hicieron desde la representación española, ni el presidente de Guatemala, ni los Ministros del gobierno, ni las secretarias, nadie… todos marcaban ocupado.
El embajador español Máximo Cajal había ya obtenido el acuerdo por parte de los campesinos para que hicieran abandono del recinto diplomático, ellos pedían que fueran trasladados a la Universidad de San Carlos, allí se encontraban en mayor seguridad. Los estudiantes constituían uno de sus principales grupos de solidaridad y apoyo en la búsqueda de la verdad y denuncia de las embestidas y agresiones, por parte del gobierno, de las Fuerzas Armadas, y de los grupos paramilitares.
De manera violenta el Pelotón Modelo y el Cuerpo de Detectives, en total unos cuarenta hombres comenzaron a derribar puertas y murallas utilizando hachas y perforadoras, luego de que el Jefe de la Policía Judicial diera la orden de “no quiero que nadie salga vivo”, lo que incluía al personal de la embajada que se encontraba junto a los campesinos en esos momentos, y ex funcionarios del propio gobierno guatemalteco, que habían participado en una reunión en las primeras horas de esa mañana, con el embajador español Máximo Cajal.
Los militares lograron entrar a las habitaciones en el segundo piso donde se habían refugiado los campesinos. Comenzaron a disparar para luego utilizar un lanzallamas. El embajador Máximo Cajal logró salir de aquel infierno con graves quemaduras.
Luego de consumada la masacre, las Fuerzas Armadas se retiraron del recinto diplomático, sólo entonces pudieron entrar los bomberos, y se logró comprobar que todas las personas habían sido asesinadas a balazos, y quemadas de la cintura hacia arriba.
En una montaña de muertos se mantenía vivo el campesino Gregorio Yujá Xona, quien fue trasladado al hospital con graves quemaduras y en estado agónico. Algunas horas después la policía guatemalteca entraba al hospital, lo secuestraba, y, baleado y quemado era arrojado algunas horas más tarde en las puertas de la Universidad de San Marcos. La policía buscaba también para matar al embajador de España Máximo Cajal, pero este había sido trasladado escondido a una clínica privada, y posteriormente trasladado clandestinamente a la casa el embajador de los Estados Unidos.
Así escribió el gobierno del General Romeo Lucas García, que había sido elegido presidente con el 30% de 600.000 votantes, de un universo electoral de 1.800.000 inscritos.
“El ataque terrorista contra la Embajada de España en Guatemala forma parte de la serie de acciones armadas que el terrorismo comunista internacional ha realizado en nuestro país, dentro del plan tendiente a derrumbar la independencia de las naciones centroamericanas y uncir el istmo a la zona de dominación soviética, ganando un punto vital estratégico en el continente americano. La meta inmediata de esta acción es obtener el control de Guatemala…”.
El Poder Judicial de Guatemala manifestó que investigar acciones como éstas, sólo ayudan a la infame propaganda que se hace en el mundo para enlodar a los militares que salvan a la patria del peligro comunista. No se les puede distraer de su trabajo, que lo hacen diariamente… y lo hacen muy bien.
“Acciones como éstas son las que salvan a la patria…” dijeron las FFAA.
Por Pablo Varas