“Toda causa exige esfuerzos y sacrificios constantes. El anarquismo debe encontrar una unidad de voluntad y una voluntad de acción, obtener una noción exacta de su rol histórico. El anarquismo debe penetrar en el corazón de las masas, fundirse con ellas».
Piotr Archinov, 1921
APRECIACIONES GENERALES
Los días 8 y 9 de enero se realizó en Santiago un encuentro en conmemoración de una década de resurgimiento del comunismo libertario en Chile, tomando como referencia la fundación del CUAC, ocurrida a fines de 1999.
En mi opinión, no es tanto por su masividad sino por sus implicaciones y temas tratados que es necesario hacer varias observaciones.
Por un lado, el encuentro sirvió para señalar una línea de demarcación que se ha venido gestando hace ya mucho tiempo, que no es nueva en la accidentada historia del anarquismo a nivel mundial. El espíritu que cruzó constantemente el debate y las exposiciones era el de remarcar el carácter social del anarquismo. Social, en un sentido bien preciso: el de inserción de masas, el de aspirar a ser una alternativa de mayorías, etc., guardando la distancia con un amplio sector del anarquismo más vinculado con las líneas insurreccionalistas, que se han caracterizados por su sectarismo y rechazo al hacerse parte del desarrollo de las organizaciones naturales del pueblo, resistiéndose a aportar con perspectivas anti-autoritarias, clasistas y combativas, siendo incapaces de asumir todas las contradicciones propias de la actividad política real.
Sin embargo, esta demarcación no se hizo “por la negativa”, sino remarcando los aspectos positivos de nuestra actividad, asumiendo la inserción social como una necesidad, sin entrar en miramientos o arrogancias. Simplemente se reafirmó lo que se era, lo que se hacía y hacia dónde se apuntaba.
Por otro, la conmemoración de la fundación del CUAC como la primera experiencia importante del anarquismo local, significó una especie de auto-composición retrospectiva de la propia identidad, es decir, se apostó a crear una historia propia, un campo, una trayectoria que sirviera como polo de identidad de cierto sector del anarquismo, generando ciertas referencias en la geografía compleja de los diversos grupos de intención revolucionaria. En otras palabras, se trató de la elaboración de un referente concreto desde y con el cual discutir, un imaginario.
Finalmente, se le hizo honores a una práctica que brilla por su ausencia: el debate público, honesto y transparente entre libertarios y demás compañeros de izquierda, sin paranoias ni ensimismamientos. Desde la ruptura del CUAC, el anarquismo ha sido incapaz de abrirse a la experiencia pública, común, sino que a preferido ensimismarse, lo que ha hecho mucho daño al retrasar procesos que, si se hubiesen vivido de forma más amplia, en espacios de convergencia mayor y al calor de la lucha, quizás se hubiesen enriquecido, mejorado en calidad. Es decir, este encuentro puede ser el primer paso para retomar el diálogo público entre los revolucionarios respecto del sentido, pertinencia y futuro del anarquismo comunista.
Podríamos decir que existió un amplio acuerdo respecto de cosas bastante generales. La gran mayoría asumía al anarco comunismo como una posición que debe convertirse en alternativa de masas, asumían el trabajo en lo social, al mismo que se aceptaba sin mayores quisquilloseos la existencia de las organizaciones políticas y su necesidad. A pesar de que esto sea positivo, hay que decir dos cosas:
Por un lado, debemos asumir que estos tres elementos -el convertirse en un proyecto de mayorías, la necesidad de afinar y profundizar el trabajo en lo social, la mismo tiempo que se naturaliza la necesidad de la organización política anarquista- constituyen un marco amplio y general, tres elementos que son la base necesaria e ineludible de un programa anarquista consistente y efectivo en Chile, hoy.
Pero, por el otro lado, esta misma generalidad se muestra como una debilidad. Más aún cuando al final del encuentro -así como me lo confesaron varias personas, antes del mismo- se sobre excitan las expectativas con la idea de una federación anarquista, sin ideas claras sobre su desarrollo, lo que, en mi opinión, ayudó más a confundir y a crear falsas expectativas, que otra cosa. Y este es el punto que me interesa desarrollar en el presente texto.
Pero antes de continuar, vale mencionar que un aspecto general negativo fue el regionalismo -tan característico también en la izquierda criolla. Para nadie es un secreto que en regiones también hay importantes trabajos, iniciativas libertarias que merecían ser parte de esta década que se evaluó, pero brillaron por su ausencia. Esto no fue sólo responsabilidad de los organizadores (donde me incluyo y asumo la negligencia), sino que también habla del estado de cosas en general: la dispersión, la falta de canales de comunicación, la falta de voluntad por encontrarse o compartir, etc. Los libertarios, como la mayor parte de la izquierda, se sienten a gusto en sus feudos.
¿HACIA UNA FEDERACIÓN COMUNISTA LIBERTARIA?
En primera instancia lo que debe quedar claro es que el enunciado respecto de una federación anarquista no es gratuito. Si bien en el encuentro se mencionó tal idea fundacional sin dar luces respecto de los pasos a seguir hay que decir que, hace ya un tiempo, al menos tres organizaciones de la Región Metropolitana están en conversaciones sobre su futuro orgánico y político, tratando de abrir un proceso de convergencia efectiva.
En ese sentido, la práctica militante especifista es una realidad, minoritaria y aún aislada, pero efectiva, lo que hace verosímil el pensar una futura organización mayor. Pero lo más importante es que estas orgánicas han encontrado sentido en su actividad práctica, sentido que ha sido a su vez fruto de la necesidad concreta de ampliar la mirada respecto de la inserción social, la necesidad de componer líneas políticas para los gremios y diferentes espacios sociales, tratando de ser una alternativa y una tribuna con algo que decir en medio de los procesos sociales.
Remarco este último punto porque, más allá de lo grato que puede ser especular sobre una gran organización anarquista, debemos entender que su existencia debe ser una necesidad sentida desde la actividad militante concreta. La conformación de una Federación comunista libertaria debe ser desde la actividad –primero fue el acto, dicen por ahí. Una federación fundida en la realidad debe ser el fruto de la lucha de clases.
Rosita Luxemburgo decía algo que creo sirve de todas formas para los anarquistas que aspiramos a conformar una fuerte organización partidaria: “La lucha de clases no es -como demasiado a menudo se lo olvida en nuestras filas – un producto de la socialdemocracia. Al contrario, la socialdemocracia es sólo producto de la lucha de clases”. Es decir, la conformación de un polo programático es fruto de la experiencia, del desarrollo de la lucha y no de un decreto abstracto o de una simple idea hermosa.
Por lo tanto, no se trata tanto de cuándo y bajo qué decreto sacaremos de un gorro de mago una federación, sino, ahora, en estos momentos, debemos abocarnos o esforzarnos a definir qué clase de proceso debemos experimentar, de qué mediaciones o momentos deben constituir dicho proceso y, más concretamente, qué clase de organización necesitamos, bajo qué fundamentos. En mi opinión, debemos dejar en claro el porqué, hoy, en Chile, el único futuro posible para ser una alternativa de mayorías es la construcción de una organización política libertaria, de cómo es una necesidad.
Sin esta idea directriz corremos el riesgo de conformar un grupo de diletantes que se dedique a sobrevolar el campo de batalla, sin ensuciarse las manos, un grupo de intelectuales aislados, sin ingerencia en la realidad, o bien, crearemos una gran bolsa de gatos, donde no habrá sino una serie de testimonios juntos que, al primer encuentro con la terrible y contradictoria realidad se fragmente en montones de pedazos inoperantes, compartiendo el diletantismo de la primera opción. Es decir, se tratará de dos caras de la misma moneda, cualitativamente iguales.
Por lo tanto se trata de un doble proceso. Necesitamos alimentar el trabajo social, involucrarnos en los problemas concretos de los amplios sectores que conforman el movimiento popular, al mismo tiempo que elaboramos un espacio que nos dé una perspectiva política e ideológica mayor que potencie y aporte en el desarrollo de estos trabajos, empujándolos más allá de sus reivindicaciones inmediatas, desarrollando conciencia de clase.
Y es que la pura actividad de base sin una perspectiva más amplia no basta, así como no basta la pura perspectiva general si no está mediada por la activad de base. Parafraseando al viejo y momio Kant, podemos decir que el trabajo de bases sin una organización política es ciego, así como una organización política sin trabajo de base es vacía.
Este doble proceso, que implica lo político y lo social, es lo que debe estar a la base de un futuro órgano político libertario. La actividad social es el campo donde se debe desarrollar este principio cualitativo, al mismo tiempo que alimenta el desarrollo de la experiencia. Sin ese doble juego será un movimiento cojo.
En mi opinión, el encuentro sobre los 10 años de comunismo libertario en Chile sirvió para instalar en el campo de la inserción social la necesidad de una organización política que alimente el proceso social, madurando con él. Hemos abierto este campo y ahora es tiempo de hacerse cargo en base a propuestas claras y distintas, y no meras especulaciones generales y abstractas. Pero ¿quién debe asumir esta tarea? Y ¿cómo?
En primera instancia, creo que deben ser las organizaciones políticas y demás cuerpos organizados convocantes. Los temas que quedaron expuestos en este encuentro deben ocupar su prensa, su actividad reflexiva y se debe estar atento a las oportunidades que vaya dando la coyuntura para ir concretando paso a paso dicho proceso de maduración.
Al mismo tiempo, todos los agrupamientos más informales, aquellos compañeros que sientan afinidades y se identifiquen con dicho camino, deben tomar iniciativas. Ya sea acercándose a los ya organizados, como iniciar sus propios procesos de confluencia, colocando como ejes lo que ya mencionamos más arriba: inserción social, apostar a conformarse como alternativa de masas y el construir una federación. Si bien cuantitativamente pueden ser grupos más atrasados, deben dar un salto aprovechando lo ya avanzado, partiendo desde ahí, no esperar otros diez años para empezar a dar discusiones sobre si es necesario o no agruparse políticamente. En ese sentido, las organizaciones deberían buscar los medios de socializar y dejar a la luz de la crítica sus materiales y proyecciones.
Pero, en definitiva, dada nuestra precaria situación, es responsabilidad de todos los anarquistas el generar los medios para acercarse, para superar la fragmentación y la carencia de perspectivas programáticas bajo una política unitaria. Debemos acercarnos a regiones, debemos compartir las experiencias instalando este marco significativo que es la necesidad de agruparse políticamente, para así ir orientando y catalizando los esfuerzos militantes. Nuestra actividad debe tener un marcado énfasis expansionista, en el sentido más fuerte de la palabra.
Lo que se ha abierto es un proceso y hay que alimentarlo. El cómo hacerlo en particular depende de cada situación concreta. No hay una sola manera, pero sí creo que hay un sólo eje central, la construcción de un polo político programático claro y distinto en medio de la diversidad de apuestas que forjan, de forma simultánea, la experiencia del movimiento popular, todo esto sujeto a premisas ya dictadas más arriba.
Sin embargo, hay algo que me queda fuera del tintero. Si bien se pueden dar por supuesto, no está demás mencionarlo. A la actividad práctica se le debe acoplar, de forma necesaria, la actividad teórica. La conformación de un cuerpo doctrinal que dé unidad y sentido a la actividad es fundamental si se quiere ser una alternativa clara y distinta en medio de la vorágine que es la lucha de clases.
Hasta ahora, todo lo que se ha hecho teóricamente en el campo anarquista chileno -salvo contadas excepciones- es pobre e insuficiente. Esto queda claro cuando se instalan temas como estos. La teoría funda necesidad, no es un mero adorno académico. La teoría debe ser la reflexión profunda de nuestras propias necesidades, y si hoy está tan ausente es porque no hurgamos muy en el fondo de lo que hoy nos cruza.
ALGUNAS MEDIDAS
Pero hablando más en concreto, creo que hay varias cosas que pueden ser de guía común para todos los anarquistas sociales.
Primero, creo que es bueno adoptar una actitud paciente. Este proceso es largo, complejo y depende, en lo fundamental, de la maduración de las perspectivas de la clase en su conjunto, no de la mera voluntad de unos cuantos. Eso quiere decir, también, que a medida que se amplíen las coordinaciones éstas deben ser acotadas a las necesidades reales, vinculadas al desarrollo del movimiento social y no a pompas de jabón llenas de nuestras propias ansiedades. Por eso es tan importante el coordinarse desde abajo, desde la lucha social, para tener los pies bien puestos en la tierra. Pero, a pesar de estar siempre sujetos a estos factores de carácter objetivo que nos deben marcar la pauta siempre, creo que hay un par de cosas posibles y no tan difíciles de hacer.
Por un lado, creo que debemos agruparnos a nivel gremial o territorial con el sentido de compartir experiencias, apostar a desarrollar planes de trabajo común y crear instancias que agrupen a los libertarios, sin desvincularse, obviamente, de los demás grupos de izquierda, aislándonos, para así desarrollar, al mismo tiempo una política de alianzas pertinente y ajustada a los intereses concretos. El trabajar con el activo político de izquierda es necesario para alimentar la experiencia libertaria. Re-editar la política de espacios político-sociales es una buena idea para ir sentando las bases de futuras convergencias, eso sí, con una variante importante.
No creo que se debe considerar la conformación aislada de estas instancias (como FEL, por ejemplo, que ha mostrados sus limitaciones), sino que deben tener, desde ya, alguna apertura a la coordinación o vinculación más profunda entre sí, compartir cierto espíritu común: el de sentir la necesidad de agruparse a un nivel mayor, para así no crear una diversidad de perspectivas libertarias limitadas gremialmente o a las cuales les venga dado de forma “externa” la perspectiva más amplia. Recordemos que una de las ventajas que debe dar a los militantes una organización política es la perspectiva general del movimiento popular, de la lucha de clases, haciendo converger las diferentes experiencias fragmentadas por las mismas condiciones objetivas.
También creo importante la generación de tribunas públicas donde se pueda verter las diversas opiniones respecto de este proceso. Polemizar es sano para un movimiento en gestación. Crear órganos que cubran desde aspectos sociales, de inserción, hasta temas más doctrinales, es una necesidad urgente. Un compañero decía que la calidad de un movimiento obrero se mide por el desarrollo de su prensa. Hoy casi no tenemos medios de comunicación y espacios de debate público sobre las necesidades de nuestro movimiento. Hacia allá debemos ir.
Este debate público también puede plasmarse en foros, espacios de análisis común de la coyuntura, etc. Pero lo importante es crear los espacios donde se pueda concurrir libremente, no sólo para los ojos y oídos de los libertarios, sino de la izquierda. Debemos apostar a ser una fuente de opinión precisa y sistemática, ganándonos así un espacio en el campo de la izquierda de intensión revolucionaria. Ese respeto se gana con honestidad, claridad, perseverancia y, sobre todo, con disciplina y compromiso en las luchas mismas, codo a codo.
Por último, creo que el encuentro abrió una coyuntura favorable para los anarquistas sociales ya organizados. Estos deberían ser capaces de capitalizar a los compañeros que están más decididos y con ánimos de hacerse parte de una militancia más seria, que implica otros compromisos, mayores responsabilidades, etc.
En definitiva, elaborar un plan muy preciso del cómo caminar hacia una federación es imposible. Sin embargo, lo que sí creo que es necesario dejar en claro es que hay que caminar en un doble registro complementario: avanzar en lo social a medida que se desarrollan las perspectivas políticas, cada una en su espacio determinado: organizaciones sociales y organizaciones políticas. Nuestros esfuerzos deben ir puestos a naturalizar esta doble necesidad, avanzando en su concreción, buscando su justa complementariedad.
* * *
En conclusión, el encuentro debió haber servido para iniciar un proceso de maduración cualitativa respecto de las formas concretas en que los anarquista comunistas deben empezar a agruparse y a intervenir en los procesos diversos que presenta la lucha de clases en situaciones reales, es decir, este encuentro debe ser útil no a un nivel testimonial, sino que debe ser un primer paso para confeccionar una lengua y experiencia común, empezar a afinar las sintonías y desarrollar las tareas concretas -de las que ya hablamos- que den como fruto un polo político-programático [1] que oriente las luchas del movimiento popular, que sea efectivamente un protagonista en las luchas social que no son sino el piso concreto desde el cual emanará un programa amplio, que haga confluir a las masas en nombre del socialismo y la libertad, en oposición a la vía estatista que, no está demás decirlo, demostró su fracaso histórico, no una vez, sino a lo largo de todo el siglo XX. La revolución o será libertaria o simplemente no será.
Por Gabriel Rivas
Santiago de Chile
Enero 2010
Nota:
[1] Está demás decir que este polo no puede sino tener la forma de una organización política revolucionaria, una federación anarco-comunista.
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