Franck Gaudichaud: históricamente, el movimiento de los estudiantes y de los alumnos de secundaria ha sido siempre un actor social muy importante en Chile, incluso contra la dictadura. En la democracia «neoliberal» hubo una recomposición de las luchas estudiantiles, que culminó en 2011 con una movilización masiva respecto de las demandas por una educación pública, gratuita y de calidad. Hoy en día, el movimiento está luchando de nuevo, muy activo, con ocupaciones de escuelas y universidades, después de haber tenido durante un tiempo un poco de dificultad para enfrentar el nuevo escenario político con la elección de Bachelet, quien recuperó, en parte, algunas de las grandes reivindicaciones, por ejemplo sobre la reforma educativa, pero integrándolas a una perspectiva social-liberal que no rompe en lo absoluto con la democracia neoliberal y la educación de mercado. Después de las luchas de 2011-2012, muy masivas y radicales, que hicieron temblar el conjunto del sistema político, el año pasado fue una fase de ajuste, ya que la CONFECH (Confederación de Sindicatos Estudiantiles) debió enfrentar un escenario en el que el Gobierno propuso «desde arriba» sus reformas y ya no el movimiento. Los dirigentes del movimiento estudiantil cayeron, en parte, en la trampa del «diálogo» establecido por el ministerio de Educación. Por otra parte, algunos líderes del movimiento estudiantil de 2011, como Camila Vallejo (PC), por ejemplo, están en el parlamento y/o la coalición de Gobierno. Este año, vemos que los sindicatos de estudiantes han retomado el impulso, con una dinámica de luchas y directrices más claras, y desde el mes de mayo con manifestaciones masivas de más de cien mil personas…
Otro elemento notable es que – después de 2011 – algunos líderes se integraron institucionalmente (al Parlamento y/o al ejecutivo), son fuerzas políticas a la izquierda del Partido Comunista que dominan la CONFECH, por lo tanto, independientes de la coalición de Gobierno. Entre ellas, la Izquierda Autónoma, el Frente de Estudiantes Libertario (FEL), la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) y pequeñas organizaciones revolucionarias, como el Guachuneit. Así, es la “izquierda de la izquierda” la que tiene peso en la CONFECH, lo que puede anunciar un año de enfrentamientos más directos con Bachelet y su programa de reformas. Dicho esto, hay límites a esta aparente «radicalidad»: primero en términos políticos, pero también en términos de representatividad de las federaciones estudiantiles, debido a que el índice de abstención en las votaciones estudiantiles es muy alto…
Sergio Grez: el movimiento estudiantil chileno para la educación pública, gratuita y de calidad para todas y todos, conoce, como todos los movimientos sociales, avances y retrocesos. Luego de fines del 2011, vivió un cierto reflujo debido a los resultados de las movilizaciones de ese año. Tuvo la sensación de no haber conseguido ningún resultado concreto. Sin embargo, el movimiento continuó con mucha fuerza en el año 2012. En 2013 estuvo en calma, en gran parte porque era un año electoral, que por lo general no es propicio para los movimientos sociales. Luego, en 2014, Bachelet asumió la presidencia por segunda vez con, hay que destacarlo, sólo el 25% de los votos potenciales, ya que la tasa de abstención alcanzó el 60%. La nueva coalición gobernante, la Concertación travestida en «Nueva Mayoría» a la cual se ha integrado el Partido Comunista (PC), retomó, con un montón de engaños, algunas consignas del movimiento estudiantil, lo que ha alimentado esperanzas en el movimiento social, con más razón desde la integración del PC.
El año 2014 estuvo marcado por movilizaciones bastante débiles y por el diálogo con el ministro de Educación de entonces, Nicolás Eyzaguirre. Exmilitante del PC, militante del PPD (Partido por la Democracia), es un economista de renombre de reconocida tendencia neoliberal, antiguo alto funcionario del FMI; también ocupó un cargo importante en el Canal 13, uno de los principales canales de televisión pertenecientes al grupo Luksic (primera fortuna de Chile).
Aunque la llegada de Bachelet al poder, y de Eyzaguirre a la educación, sin duda dio un impulso al movimiento estudiantil, este se ha encontrado, en mi opinión, atrapado en un diálogo de sordos. Esto no quiere decir que no hubiera protestas, pero fueron pocas y relativamente menores. El movimiento estudiantil prácticamente no obtuvo nada en 2014, salvo la derogación de un decreto que hacía la organización de los estudiantes más difícil. Esta es la única conquista del año anterior. El año 2015 se anuncia mejor: varias protestas grandes se han desarrollado desde el mes abril, manifestaciones a las cuales se han unido otros ciudadanos, los que han aprovechado esta coyuntura para demostrar su desacuerdo fundamental con la política gubernamental. El pasado 21 de mayo Bachelet pronunciaba un discurso presidencial ante el Congreso en Valparaíso, mientras una movilización masiva se desarrollaba en las calles, la cual enfrentaba una fuerte represión. Una joven resultó gravemente herida mientras otro manifestante se encuentra todavía en estado de coma. Esto no deja de recordarnos la represión policial del Gobierno derechista de Piñera, pero también la del primer gobierno de Bachelet en contra del movimiento de los «pingüinos» de 2011 (movimiento de los estudiantes de secundaria). El movimiento estudiantil está empezando a despertar, varias facultades están en huelga y las movilizaciones se siguen. Creo que el movimiento estudiantil fijará el tono de este año, ya que se niega a la reforma educativa propuesta por el Gobierno. Se niega a que la gratuidad se obtenga a través de subvenciones, como desea el Gobierno. Reivindican la gratuidad como un derecho social universal garantizado por el Estado y consagrado en la Constitución. La movilización de los estudiantes está, por lo tanto, intrínsecamente ligada a la reivindicación de un cambio de Constitución.
Hoy el movimiento estudiantil tiene pretensiones más amplias que las relacionadas con la educación…
FG : no hay verdadera ruptura entre 2011 y hoy en día: los estudiantes continúan exigiendo una educación gratuita, pública y de calidad, lo que también equivale a cuestionar la reforma de Bachelet que no afecta el mercado de educación, pero que cuenta solamente introducir la gratuidad para una parte de los estudiantes, subvencionando la demanda aún más ampliamente.
Las movilizaciones actuales intentan también profundizar lo que se intentó en 2011: vincular sus demandas concretas con el conjunto de la sociedad, defendiendo, por ejemplo, la nacionalización de los recursos naturales y del cobre, o una reforma fiscal redistributiva, bien lejos de la preconizada por Michelle Bachelet, que no toca a la mayoría de los grandes patrones. Es por esto que se llama a la unificación de las luchas sociales y populares. En este sentido hay un intento, aún tímido, dentro de la Mesa por la Educación, con el objetivo de intentar ganar el apoyo de los trabajadores o de los pobladores (movimiento de los pobres urbanos). Es importante ver la presencia de los profesores y sus reivindicaciones en las protestas. Son los profes que desde semanas están liderando huelgas y marchas en torno al proyecto de reforma del estatuto docente y, más allá, sobre que educación construir en Chile. También es notable los cortes de rutas y barricadas que realizaron juntos organizaciones estudiantiles, sindicales y de pobladores en torno al rechazo de la actual reforma laboral. Es un proceso interesante, incluso si vemos que todavía es difícil de implementar una unificación más profunda y masiva entre resistencias estudiantiles y de asalariados.
Debemos recordar que nos encontramos en un contexto en que la CUT, la principal central sindical, está dominada por la Democracia Cristiana (DC) y el PC, al igual que la dirección del Colegio de Profesores, que no tiene ningún interés en crear dificultades a «su» Gobierno. Las debilidades o dispersión del movimiento sindical de los trabajadores también repercuten en la posibilidad de crear un arco de fuerzas más amplio, de clase. Sin embargo, existen en el movimiento sindical sectores rupturistas, combativos, que se desarrollan (por ejemplo la Unión Portuaria), y que llaman claramente a dinamizar los conflictos capital-trabajo, al mismo tiempo que apoyan un cambio en el modelo de educación, realizan llamados a la nacionalización de los recursos naturales, el fin de las jubilaciones controladas por los fondos de pensiones, el derecho a la autodeterminación del pueblo mapuche, etc. Hay que subrayar también la fuerza de las luchas territoriales y por la vivienda con movimientos como Andha Chile o el MPL ( Movimiento de Pobladores en Lucha) o las resistencias en contra de megraproyectos mineros y energéticos. La demanda que podría federar, en parte, a todos estos sectores es la reivindicación de una asamblea constituyente, pero que sea popular, desde abajo y democrática. El camino aún es largo…
SG: Desde 2011, el movimiento estudiantil logró llevar adelante el tema de la educación, lo que constituye un gran paso adelante. Hasta principios de 2011, nadie en Chile se atrevía a tratar la educación como un tema político clave. Gracias a los esfuerzos de unos pocos meses, la situación ha cambiado drásticamente. Hoy en día, todo el mundo, desde la extrema izquierda a la extrema derecha, está de acuerdo en que es un tema fundamental. Al mismo tiempo, el movimiento estudiantil ha logrado hacer emerger más preguntas sobre el tema de la financiación de la educación. Ellos han hecho propuestas muy concretas y elaboradas de manera seria, en particular el proyecto de reforma fiscal y de nacionalización del cobre. Hoy en día, algunos sectores han llegado a reivindicar una asamblea constituyente. Dicho esto, desde un punto de vista práctico, hay que reconocer que desde 2011 no ha habido avances notorios en la construcción de vínculos entre los movimientos sociales. Se han realizado intentos por parte del movimiento estudiantil para acercarse a otros movimientos sociales, por ejemplo con los mapuches, con el movimiento de los profesores, por supuesto; y algunas veces con las luchas de los trabajadores, por ejemplo los de los puertos. Pero, en mi opinión, estas relaciones son todavía débiles, no hay vínculos estables, orgánicos y permanentes entre estos movimientos sociales: es algo que aún necesita desarrollarse.
¿Cuáles son los otros movimientos sociales?
SG : entre los movimientos más importantes en la actualidad, se encuentra en primer lugar el de los mapuches, que no es estrictamente social, ya que se trata de una demanda política nacional por la autonomía y la reconquista de ciertos derechos que les han negado, en particular el derecho a la tierra y los derechos políticos. También existe un fuerte movimiento contra el centralismo del Estado. El movimiento de los trabajadores portuarios es muy interesante. En Chile, el mar ha sido privatizado, pertenece a siete grandes grupos económicos, mientras se han dejado sólo pequeñas porciones de la costa para los pescadores artesanales. El movimiento se ha organizado en los últimos años en torno a los sindicatos portuarios, que no tienen estatuto legal, pero que reúnen a sindicatos que sí lo tienen. Este ha conducido importantes huelgas y movilizaciones en 2014. Se trata de un movimiento notable porque desde un punto de vista político ha logrado poner en peligro los intereses de los grandes exportadores (frutas, madera). Pero también porque logró movilizar a los trabajadores a lo largo de la costa, en solidaridad con los trabajadores del puerto de Mejillones, que pedían una hora para el almuerzo en lugar de los actuales 30 minutos. Casi todos los puertos de los trabajadores se movilizaron para apoyarlos. Es un movimiento que ha sabido revivir las tradiciones de solidaridad entre los trabajadores, rotas por la dictadura y por el modelo neoliberal de la democracia actual.
¿Cuál es el estado actual de las fuerzas de la izquierda radical?
FG: en primer lugar, hay que decir que el estado actual, todavía frágil, de las luchas de clases es un primer límite para favorecer la recuperación – recomposición de las fuerzas políticas de las izquierdas anticapitalistas, que permanecen muy dispersas y divididas. En este contexto es difícil prever una unificación «en frío» de las izquierdas radicales, de las cuales los contornos aún no se han definido. Por ejemplo, si se habla del movimiento estudiantil, ha habido intentos, como el Bloque de Conducción, que reagrupaba, hasta hace poco, a la Izquierda Autónoma, la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) y el Frente de estudiantes libertarios (FEL). Juntos disponían de una hegemonía relativa en la dirección del movimiento estudiantil. Pero este frente, que puede calificarse como «antineoliberal amplio», se rompió hace unos meses debido a falta de coherencia estratégica e interna. En términos más generales, la unificación es también muy difícil entre muchos pequeños grupos revolucionarios o colectivos de diferentes culturas políticas que a menudo poseen una influencia limitada a tal o tal sector. Estas fuerzas son todavía minoritarias, pero algunas han crecido desde 2011, alimentadas por la reactivación de las luchas sociales.
La cuestión es cómo desarrollar hoy en Chile una izquierda anticapitalista y autogestionaria, ni dogmática o sectaria, ni tampoco electoralista u oportunista, capaz de poner en debate en el bajo pueblo de Chile un programa político de ruptura clara, de transición poscapitalista, y a la vez de ayudar a corto plazo al desarrollo de acciones unitarias, de frente social y político, útiles al reforzamiento de los movimientos populares y de conquistas concretas. Esto con el fin de superar las reivindicaciones sectoriales, pero también el ensimismamiento militante y el repliegue organizacional. Es difícil, ya que algunas cuestiones estratégicas claves siguen siendo controvertidas: ¿Cómo hacer frente al nuevo ciclo político marcado por el «transformismo» del gobierno Bachelet, en una perspectiva no solo antineoliberal pero anticapitalista? O: ¿quiénes son los «sujetos» de transformación social por la que estamos luchando en el Chile actual? Las izquierdas radicales o revolucionarias nacionales tienen también, a veces, dificultades para incorporar temas fundamentales como la ecología, el ecosocialismo, el feminismo, el patriarcado o para llevar a cabo un trabajo internacionalista concreto, lo que dificulta su desarrollo. Si uno quiere presentar en términos generales el panorama – todavía muy fragmentado – de estas izquierdas políticas, encontramos organizaciones que provienen de lo que podríamos llamar el «neomirismo» (y que van desde el centro-izquierda, los antiliberales hasta fuerzas guevaristas) ; existente una corriente libertaria muy dinámica y amplia (desde los anarquistas de “pura cepa” hasta militantes de la Izquierda Libertaria que abogan por una «ruptura democrática»); están también todas las fuerzas que provienen de diversas rupturas del movimiento comunista y del «rodriguismo» [nombre del Frente Patriotico Manuel Rodríguez, NdE] y, finalmente, hay una corriente trotskista (más o menos originaria del «morenismo») bastante presente y que mira como ejemplo la experiencia del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) de los hermanos argentinos .
SG: Hay, en mi opinión, una fragmentación excesiva. En Chile, tenemos una izquierda más social que política. Por supuesto, detrás de la izquierda social, hay grupos políticos más o menos grandes, pero están muy dispersos y no tienen la capacidad de ponerse de acuerdo, incluso aunque haya convergencias sustantivas en muchos temas. Las elecciones de 2013 son un buen ejemplo de esto: hubo cuatro candidatos presidenciales de «izquierda» o progresistas, de un total de nueve, todos los cuales propugnaban la asamblea constituyente, pero no han sido capaces de unirse. Cada uno prioriza sus intereses de grupo. La izquierda radical no es capaz de ver las cosas con un poco más de altura, perspicacia y generosidad.
¿Qué análisis se puede hacer del Gobierno Bachelet?
FG : el Gobierno de Bachelet es un Gobierno social-liberal de coalición que va del centro-derecha (con la DC) al PC y se inscribe en el marco del modelo capitalista neoliberal semiautoritario instaurado al final de la dictadura. Es por esto que hablo de un «transformismo social liberal» (1). De cierta manera, el ejecutivo responde a las luchas y al “susto” de las clases dominantes en 2011, tratando de estabilizar este modelo a través de reformas parciales sobre temas claves. Este es un punto de polémica con los análisis que hace el PC (que ve reformas progresivas del modelo). Hoy en día, el Gobierno se enfrenta a una crisis de legitimidad sin precedentes desde 1990, con enormes y recurrentes escándalos de corrupción que han afectado a todo el mundo de la política en los últimos meses. Esto puso de manifiesto el nivel de connivencia entre las grandes empresas, el capital y 99% del personal político presente en el Parlamento. Todos recibieron dinero de grandes grupos como Penta, Soquimich, empresas privatizadas o creadas durante la dictadura. Pero la respuesta de Bachelet ha consistido principalmente en un cambio de gabinete, dándole una connotación aún más conservadora que antes a su gobierno: vemos el regreso de los viejos cuadros de la Concertación [coalición de centroizquierda que nació al final de la dictadura, antepasada de la actual Nueva Mayoría NdE] a los puestos estratégicos del poder gubernamental. Algunos sociólogos han visto el gobierno de Bachelet como el signo de una “apertura”, de una cierta renovación. Si bien, es cierto, un nuevo ciclo político ha emergido desde abajo – debido a las luchas sociales -, vemos una gran continuidad en las cúpulas. Por otra parte, los medios patronales y El Mercurio (principal periódico, de orientación derechista, y antiguo apoyo de Pinochet) no se equivocan cuando elogian al ministro de Hacienda, al de Economía y al del Interior.
Esto explica por qué Bachelet realizó muy pocos anuncios durante su discurso presidencial el último 21 de mayo. Todo el mundo se dio cuenta de que no mencionó la asamblea constituyente, que confirma lo que ya sabíamos: habrá probablemente una «nueva constitución» de aquí 4 o 5 años, no olvidemos que todavía está vigente la instaurada por Pinochet en 1981, pero sin una asamblea constituyente como tal. Probablemente habrá «consultas ciudadanas», participación selectiva, pero la mayor parte de las decisiones serán tomadas a puertas cerradas en el Parlamento, entre expertos, antes de ser –tal vez- sometida a un plebiscito. Para el resto se confirman la mayoría de los puntos negros, sobre la reforma laboral por ejemplo, como se ha denunciado incluso por una parte de la CUT. En el área de la educación, el objetivo es alcanzar el 60 o 70% de gratuidad para estudiantes en 2018, pero todavía en el marco del mercado. El Estado va a subvencionar este “servicio” sin cambiar la estructura de la educación superior, aunque en un principio excluirá a los estudiantes de las universidades privadas, lo que es paradojalmente problemático, ya que es allí donde se encuentra la mayoría de los estudiantes, y a menudo los más pobres.
SG : este es un Gobierno reformista que pretende corregir ciertos aspectos del sistema neoliberal para darle una base social y política más amplia y más estable. Si analizamos cada una de las reformas, ya sea en relación con la educación, la fiscalidad, el trabajo, el sistema de pensiones o la salud, se trata de pequeños cambios, pero que no buscan romper radicalmente con el modelo actual. Por supuesto hay un aumento en los gastos sociales desde el final de la dictadura, pero son gastos que en última instancia benefician muy a menudo a los capitalistas. En el caso de la educación, por ejemplo, el Gobierno propone aumentar las becas, con lo que los estudiantes pueden entonces hacer su elección en el mercado de la educación. Se trata de subvencionar la demanda en lugar de reforzar la oferta educacional pública. Hoy el Estado proporciona sólo entre el 10 y el 15% de los gastos de las universidades públicas, mientras que con Allende la participación pública ascendía ¡Al 80%! Es lo mismo para la salud: como los hospitales públicos no pueden responder a todas las necesidades, damos subsidios a los pacientes para que se traten en clínicas privadas. Finalmente esto aumenta las ganancias de las instituciones privadas y debilita al sector público. Ese es el modelo neoliberal, y en este sentido, el Gobierno de Bachelet no es diferente de la derecha. En cuanto al sistema de pensiones heredado de la dictadura, no es un sistema de seguridad social, sino de seguros privados basado en la capitalización individual. No hay repartición solidaria. No obstante, lo que propone Bachelet es que el Estado regule este sistema para garantizar mejores servicios.
Pero esto no va a cambiar nada en cuanto al fondo. Al contrario, debemos devolver el dinero a los trabajadores y crear para ello un sistema de pensiones de repartición, justo y solidario. La derecha también ha comprendido que no tiene mucho que temer del Gobierno de Bachelet. Sus representantes se oponen a ciertas cosas, pero básicamente, apoyan su política. En realidad la derecha tradicional está en crisis profunda, no sólo debido a los repetidos casos de corrupción, sino sobre todo porque la Nueva Mayoría le está robando su rol de representación de las clases dominantes.
Franck, ¿cuál es la posición del Partido Comunista, que forma parte del gobierno, pero sigue teniendo una fuerte presencia en los movimientos sociales?
FG : Su posición es bastante compleja. Es el partido más disciplinado en el gobierno de coalición, que implementa las decisiones y apoya Bachelet, pase lo que pase, con más claridad que la DC o el Partido Socialista (PS), que han expresado públicamente sus críticas. Por otra parte, el PC fue recompensado por ello en el nuevo gabinete, ya que tiene dos ministerios, un hecho inédito desde los años 70. Si bien, no hay disidencia interna organizada -que el partido no tolera– existen críticas a media voz en la base, incluidos de cuadros comunales, con respecto a las políticas neoliberales de la coalición gubernamental y el costo que podría pagar el partido por su participación. Por ejemplo, sobre la reforma laboral, considerada muy problemática pes valida varios puntos del plan laboral de 1979, o la ausencia de asamblea constituyente, cuya convocatoria se pospone indefinidamente, etc. Figuras como Camila Vallejo, que tenía una cierta autonomía de expresión, aprobaron el discurso presidencial del 21 de mayo sin pestañear, excepto lamentar que no hubiese un anuncio de asamblea constituyente. La apuesta PC fue volver al Gobierno, con la idea de que las reformas actuales serian un primer paso democratizador. De ahí el debate de fondo: ¿es este un primer paso hacia una primera democratización del neoliberalismo, como sostiene el PC, o por el contrario – como lo ve la izquierda radical – se trata de un intento de estabilizar el sistema heredado de Pinochet y de la Concertación, que se ve amenazado por la recomposición de las luchas sociales y por una creciente crisis de hegemonía? Por último, la integración institucional-burocrática del PC es muy importante, ya que detenta numerosos puestos de funcionarios de gobierno y asesores en el aparato estatal, como también la vicepresidencia de la Asamblea Nacional y carteras ministeriales.
Se beneficia, por ejemplo desde el punto de vista financiero, de su participación en el poder y se ha consolidado como partido institucional “responsable”. Cualquier ruptura con la coalición, si hubiese ruptura, sería aún más difícil y costosa. Por cierto, el PC sigue siendo un actor del movimiento social, con una verdadera capacidad de organización en algunos sectores populares y un gran partido con militantes y cuadros dentro del panorama de la izquierda. Las Juventudes Comunistas tienen una sólida presencia en el movimiento estudiantil y de los secundarios; parte del movimiento sindical está bajo influencia de líderes comunistas (minería del cobre, por ejemplo.) El partido tiene la presidencia de la CUT y del Colegio de Profesores. De cierta manera, el PC es la principal fuerza social del Gobierno, la única capaz de canalizar el movimiento popular. Esto no le impide llamar a movilizaciones, pero estas son a favor del Gobierno y sus reformas…
La represión de las movilizaciones, especialmente las de los estudiantes, parece haber aumentado últimamente. Dos jóvenes fueron brutalmente agredidos por las fuerzas de orden durante una manifestación, otros casi dejados muertos por la policía…
FG : de hecho el clima se vuelve tenso, las prácticas represivas se multiplican. Esto, por supuesto, no apareció con Bachelet: este es un problema recurrente y una práctica histórica del Estado chileno. Pero con respecto a la reciente violencia contra los estudiantes, con un joven militante de la UNE que permaneció entre la vida y la muerte durante semanas, hay efectivamente una responsabilidad directa del Gobierno, de los carabineros y del nuevo ministro del Interior. Es también el caso en el sur del país contra los Mapuches. Por cierto, recientemente un carabinero infiltrado reconoció ante un tribunal haber provocado incendios criminales, como parte de las actividades dictadas por los servicios secretos. Un joven mapuche, falsamente inculpado, pasó 11 meses en la cárcel… Y esto es sólo la parte sumergida del iceberg: las prácticas de infiltración policial, de provocación y de represión violenta son casi cotidianas en todo el espacio de las luchas sociales y son todavía una pesada herencia autoritaria prolongada por los gobiernos civiles.
SG : el poder, sea cual sea, el de Piñera o el de Bachelet, juega el juego del palo y la zanahoria. Por un lado reprime y por otro hace llamados al diálogo. El Gobierno actual es un especialista en «plataformas de diálogo» sobre diversos temas. Su estrategia consiste en dialogar largamente, sin llegar realmente a cosas concretas. Y a veces realiza pequeñas concesiones, sobre todo ahora, con el movimiento estudiantil, donde dispone de una quinta columna formada por los militantes comunistas. Esto no existía en el momento de Piñera, en el que el PC era claramente parte de la oposición. Camila Vallejo, exlíder del movimiento estudiantil, ahora diputada comunista, lo había dicho claramente: «tendremos un pie en la calle, el otro en el Gobierno». Ahora bien, podemos ver las contradicciones que suscita esto hoy en día: no se puede estar tanto de parte de los estudiantes como del gobierno que los reprime. ¿Quién es el ministro del Interior que Bachelet acaba de nombrar en su nuevo gabinete? Se trata de Jorge Burgos, un demócrata cristiano, que fue uno de los jefes de La Oficina en la década de los 90. Este fue el servicio secreto creado por la Concertación para desmantelar la oposición de izquierda que había tomado armas durante la dictadura, y se habían negado a dejarlas en el momento de la transición, desconfiando de la nueva democracia. Estos grupos fueron infiltrados por sus antiguos compañeros, particularmente bajo las órdenes de Burgos.
¿Qué más podemos decir sobre la reforma de la Constitución?
SG : Chile ya ha comenzado un proceso constituyente, pero ahora el reto es cómo llevar a cabo esta reforma. Hay dos formas de hacerlo: una consiste en elaborar una constitución a través de una comisión nombrada por el poder, hacer que se apruebe en el parlamento, y solo al fin llamara votación, en bloque, a través de un plebiscito popular. La otra forma, es elegir una Asamblea Constituyente. Esta sería un cuerpo libre y soberano, cuyo trabajo sería limitado en el tiempo y representaría de forma mucho más democrática a la población. Según las últimas encuestas, el 60% de los chilenos estaría a favor de un proceso de este tipo. El problema es que hoy no existe un marco institucional legal que permita instaurar una asamblea constituyente. Para ello sería necesario encontrar un subterfugio, y esto se puede hacer con una fuerte presión social y política desde la base. Desde 2011, la consigna de una asamblea constituyente posee un creciente apoyo popular. Actualmente, organizamos una «escuela de los constituyentes», destinada a cuadros para explicar a la gente el interés de defender esta idea, para demostrar que es el espacio donde sus intereses podrían ser defendidos. También se desarrolla una reflexión sobre el medio de llevar a cabo dicho proceso. La idea sería, por ejemplo, la introducción de un quórum de dos tercios para votar un cambio constitucional, y si no se alcanza este quórum, proceder a votaciones sobre cuestiones precisas, en lugar de pronunciarse sólo sobre un paquete final ya completamente cerrado. Esto garantizaría una verdadera participación democrática, lo más amplia posible, retomando un antiguo lema de la época de la Unidad Popular: «¡crear poder popular!».
(1) F. Gaudichaud, Las fisuras del neoliberalismo. Trabajo, “Democracia protegida” y conflictos de clases, CLACSO, abril 2015: http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/becas/20150306041124/EnsayoVF.pdf .
Entrevista realizada por Giulia Willig para el periódico SolidaritéS (Suiza / www.solidarites.ch).