Crisis del transporte aéreo

El sector del transporte aéreo pasa por un período de intensas turbulencias


Autor: Mauricio Becerra

El sector del transporte aéreo pasa por un período de intensas turbulencias. Cada vez es más frecuente que los pasajeros se muestren descontentos con el servicio recibido,  que las horas de llegada de los aviones se demoren más de lo previsto o que algunas de las principales compañías entren en quiebra y desaparezcan. Hasta aquí, nada fuera de lo “común”. Pero ahora, a todo ello se le une el escándalo de los controladores aéreos.

Ocurre en España, donde se desvelaron los privilegios de un sector compuesto por 2.300 trabajadores que cobra una media de 350.000 euros al año. Los datos fueron denunciados por el ministro de Fomento, José Blanco, que califica esta situación de indignante en un país con más de cuatro millones de parados y con peligro de aumentar durante los próximos meses. Un máximo histórico que supone el mayor incremento del desempleo en la Unión Europea.

El Gobierno intenta reducir el salario medio de los controladores a 200.000 euros. Si se produjese esta bajada, el sueldo de un controlador aéreo, cargo al que se accede sin necesidad de una formación universitaria, todavía supondría el triple de lo que gana un médico o un juez y seguiría siendo “dos veces y media más alto” que el de un ministro.

La posibilidad de que estos trabajadores recurran a una huelga para tensar la cuerda es un factor que podría maniatar la capacidad de movimiento de la Administración española. Una situación así paralizaría al país y tendría consecuencias económicas incalculables. Miles de pasajeros saldrían seriamente perjudicados.

En su defensa, los representantes sindicales atribuyen el alto coste laboral a las horas extraordinarias que se ven obligados a asumir debido a la escasez de personal en las plantillas. Pero no explican que el sector está organizado de tal manera que no es posible la contratación de nuevos profesionales para que los que ya están dentro tengan que trabajar esas horas extra, pagadas tres veces más caras que las de la jornada normal. La causa de lo que callan está en un convenio que se prorroga desde 2005 ante la apatía generalizada para firmar uno nuevo que nunca sería tan favorable para sus intereses.

El dinero malgastado en sufragar los emolumentos actuales de los controladores es la causa principal por la que muchos aeropuertos españoles tienen déficit. Como si se tratara de un efecto dominó, esos sueldos incrementan las tasas de navegación, lo que obliga a reducir las de los aeropuertos para no perder competitividad en el mercado. La suma de todo se traduce en pérdidas, 300 millones sólo en las terminales de Madrid, que corren a cuenta del contribuyente.

Pese a todo, el ministro Blanco no ha dejado de advertir que, en caso de paralización, existe la posibilidad de recurrir a otros técnicos que tienen la misma capacitación, pero con sueldos más modestos. De hecho, la reciente ruptura de las negociaciones entre AENA, gestor de los aeropuertos españoles, y los controladores podría desembocar en nuevos bloqueos para Semana Santa, como ya ocurrió en las pasadas Navidades. La imposibilidad de alcanzar un acuerdo en la elaboración de un convenio más justo hace que la intervención del Ministerio sea una posibilidad factible para garantizar la funcionalidad del sistema aéreo español a partir de abril.

Retrasos, quejas en ventanilla por falta de información, maletas extraviadas, exhaustivos controles de seguridad, viajeros intolerantes y condiciones meteorológicas adversas. Demasiadas incomodidades en los aeropuertos de medio mundo como para tener que admitir también injusticias de este calibre. La mayoría de los contratiempos que eventualmente soportan los viajeros pueden ser comprensibles,  pero son inadmisibles privilegios como los que obtienen los controladores españoles. No hay país en Europa en donde estén mejor pagados.

Con el mundo inmerso en una de las crisis más graves de la historia y en un país en el que sus efectos se están sintiendo especialmente en la destrucción de empleo, la postura de los controladores aéreos es un insulto, un abuso y una burla para la sociedad.

David Rodríguez Seoane
CCS – El Ciudadano


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