Hoy empiezan los Juegos Olímpicos de invierno en Vancouver. Y mientras los atletas internacionales compiten en la nieve, todo el país celebra una tradición que poco tiene que ver con los valores olímpicos. Canadá dará por comenzada el próximo lunes la temporada de caza de focas, mientras las asociaciones en favor de los derechos de animales pelean porque pare la masacre. De 1983 a 2005 se cazaron casi cuatro millones de focas, según los datos del Ministerio de Pesca.
Las agrupaciones ecologistas y en contra del maltrato animal llevan mucho tiempo calificando la matanza de focas como el nuevo deporte olímpico de Canadá. Pero este año, PETA, ha decidido relacionar directamente los Juegos de invierno con la cacería como parte de su campaña. Desde la web Olympic Shame 2010, la asociación denuncia la permisividad del Gobierno canadiense y solicita al comité organizador de los Juegos que se posicione en contra.
De momento no han obtenido respuesta, aunque llevan todo el año organizando acciones de denuncia que, como acostumbra la asociación, tienen un impacto en los medios bastante considerable por su potencia visual.
POR QUÉ CANADÁ PERMITE LA CAZA
Cada año, cerca de 15.000 pescadores canadienses se reúnen en febrero en las costas del Atlántico para proceder a la cacería. Las cuotas fijadas desde 2006 les permiten cazar unas 300.000 focas de media hasta este año. Las autoridades canadienses justifican la veda por dos razones. Por un lado está el beneficio económico que produce la venta de productos derivados de foca y pieles tanto para los pescadores como para el país. Por otro, es una manera de controlar que los bancos de pesca no disminuyan.
Desde la asociación The Human Society tratan de desmontar los argumentos canadienses que sacan los pescadores por las focas cazadas es sólo el 5% del total de las ventas. El 70% de los beneficios se los lleva la empresa que transporta la carne y la piel por barco hasta las fábricas y el resto se reparte entre gastos de material, mano de obra e impuestos.
En cuanto a la merma en los bancos de pescado, dicen, no es un razonamiento válido. En 1992, los cotos de bacalao canadienses estaban bajo mínimos y 40.000 pescadores perdieron su puesto de trabajo. En lugar de establecer un control más alto en las capturas, el Gobierno de Canadá culpó a las focas de la disminución en los bancos pesqueros.
CÓMO CAZAR UNA FOCA
El sistema empleado para cazar las focas es muy controvertido. Hay tres tipos de utensilios válidos legalmente. Un palo que debe cumplir unas determinadas dimensiones; un hakapik, herramienta con el mango de madera o metal que acaba en una punta metálica con forma curva, parecido al piolet de los escaladores; y con un arma de fuego.
El procedimiento legal establece que, en el caso del palo, el pescador debe dar un golpe certero en la cabeza a la foca, después debe comprobar si el cráneo se ha partido para, finalmente, cortar las dos arterias principales y dejar que se desangre. Con el hakapik se hace igual y, con pistola o escopeta de caza, el tiro tiene que ir a la cabeza directo.
Para el Gobierno canadiense, el método es «infalible», «el más humano» y «evita el sufrimiento del animal». Con el golpe, la foca quedaría en muerte cerebral lo que, a posteriori, provoca que no sienta dolor.
Las asociaciones consideran que el trauma al ser golpeadas debería ser suficiente como para ser considerado dolor. En el vídeo que acompaña a la información, distribuido por PETA, se puede observar que las normas que establece el Ministerio no se respetan y lo que debería ser un golpe certero se convierte en una paliza hasta que el animal muere.
TRADICIÓN Y NEGOCIO
Desde el siglo XIX, la caza de focas es una tradición de Canada. La veda se abre dos épocas al año, una para la costa atlántica y otra en el Golfo de San Lorenzo.
Desde los 90, las capturas han aumentado y disminuido según se movía el mercado. Para Canadá, el comercio de piel se ha convertido en una jugosa fuente de ingresos, mientras que el de carne se ha afianzado. En enero de este año, la ministra de Pesca, Gail Shea, llegó a un acuerdo con China para la exportación de productos derivados de foca. El año pasado, el país obtuvo unos beneficios de 10 millones de dólares.
De 1983 a 1995 se cazaron en Canadá una media de 51.000 ejemplares por año. En el 96, la piel de foca pasó a ser un bien muy demandado en la industria textil internacional y se fijó una cuota de caza de 250.000 ejemplares. En el 97 volvió a aumentar a los 275.000 animales. En el 98 esa cifra se elevó en 10.000 ejemplares, para reducirse hasta los 240.000 en 1999.
En el año 2000, la caza de focas tuvo una reducción muy considerable. Las capturas se calculan en torno a las 90.000, pero al año siguiente volvió a aumentar.
En 2001, una Comisión gubernamental alarmó de que había que empezar a evaluar más concienzudamente el impacto que tenía la caza sobre la población total de focas. Se introdujo entonces un concepto denominado ‘replacement yield’, que hace referencia al número de focas que se pueden matar para que al año siguiente la población no decrezca.
Desde entonces y hasta 2005, los pescadores canadienses cazaron un total de 985.312 animales, siempre de acuerdo con las estadísticas del Gobierno. En 2006 entró en vigor un nuevo periodo por cuatro años que termina este. Con el acuerdo recién cerrado con China, es previsible que las capturas se multipliquen.
The Human Society ha denunciado que esos datos están tergiversados, ya que no se tienen en cuenta los animales que van a parar al mar durante la carga de los barcos o los que, malheridos, acaban escapando y muriendo en el Atlántico.
Fuente: Público
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