siútico, ca.
adj. coloq. Dicho de una persona: Que presume de fina y elegante, o que procura imitar en sus costumbres o modales a las clases más elevadas de la sociedad.
pituco, ca.
adj. coloq. Dicho de una persona: De clase alta.
DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA
Vigésima segunda edición
El nuevo gabinete presentado por Sebastián Piñera es un gabinete de pitucos. Un ramillete de lo más granado de la sociedad chilena. Todos egresados de los mejores colegios privados y universidades, casi todos con estudios de posgrado en EEUU. Frecuentemente aparecen en las páginas sociales de El Mercurio con sus familias y amigos. Muchos con apellidos de origen europeo o norteamericano. Los dueños del país retoman su administración.
Así como en las empresas familiares algunas veces se contrata a profesionales externos para que administren el negocio, en nuestro país tras las profundas transformaciones neoliberales impuestas por la dictadura cívico-militar de Pinochet, era necesario traspasar la administración a gente de confianza, pero que no fuera de la familia. La “familia” estaba desprestigiada tras el baño de sangre perpetrado para imponer las nuevas políticas.
En ese carácter gobernó la Concertación en cuatro períodos. Su tarea fue la de profundizar las transformaciones neoliberales, pero con nuevos métodos, en democracia. Así logró paradójicamente resultados admirables para los dueños del país, en todo tipo de indicadores. No se cansaron los gremios empresariales de felicitar a cada uno de los gobiernos de turno por su labor. Todos desde Aylwin a Bachelet, fueron aplaudidos en las reuniones de la élite económica del país, por su seriedad y compromiso con las ideas del libre mercado.
Entre otras una de las tareas felizmente cumplidas por los gobiernos concertacionistas fue la de blanquear a la derecha política. Esto a través de una política comunicacional perversa que transformó en único responsable de los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura, a los uniformados. Se remarcó la denominación “Dictadura Militar” para referirse al gobierno de la Junta Militar y Pinochet, desconociendo el fondo del asunto de los Derechos Humanos.
Las violaciones a los Derechos Humanos cometidas en su mayoría por uniformados, aunque no sólo por ellos, fue una política de Estado necesaria para poder llevar a cabo las transformaciones neoliberales. Sin cerrar el Congreso Nacional, sin descabezar (esto es literal) a los sindicatos, sin destruir los partidos políticos del pueblo y hacer desaparecer a su dirigencia y militancia, no habría sido posible: imponer la nueva Ley Minera, para privatizar la gran minería; imponer la salud privada; aplicar el Plan Laboral; traspasar a los grandes grupos económicos los fondos previsionales a través de las AFP; formular la LOCE o la Ley General Universitaria y en definitiva imponer una nueva Constitución neoliberal a Chile.
No se puede tener AFP sin haber tenido desaparecidos. No habrían sido privatizadas las empresas públicas, sin haber torturado a los dirigentes sindicales. No habría sido posible una Constitución del 80 sin descabezar y perseguir a los partidos que conformaban la Unidad Popular y que luego conformaron el Movimiento Democrático Popular, MDP.
La tarea de blanquear la acción de la derecha política fue felizmente cumplida por la Concertación. A última hora nos asustaban con imágenes de Pinochet, el Mamo Contreras y otros torturadores para apoyarlos en un quinto gobierno, pero el trabajo fino de abrirle paso en Chile a las ideas de la derecha, lo cumplieron a cabalidad.
Otra tarea fue permitir el enriquecimiento de los grandes grupos económicos. Este se produjo en forma colosal, bajo los gobiernos de la Concertación, incluso la riqueza de Piñera ha sido acumulada en su mayor parte bajo estos gobiernos.
Nunca existió menos prensa libre que bajo los gobiernos de la Concertación, otra meta de sus gobiernos. Es cosa de preguntarle a los editores de El Fortín Mapocho y La Epoca o a los directores de las revistas Análisis, Cauce y Siete más Siete. Todo intento de desarrollar prensa autónoma de los poderes fácticos fue perseguido por el gobierno y sus instituciones, como lo hicieron con El Clarín y su lucha por recuperar los fondos incautados, para reeditar el diario más vendido en la historia de Chile.
Los gobiernos de la Concertación trataron de parecerse lo más posible a uno de pitucos. Y lo lograron. Hicieron sus políticas, desarrollaron las leyes necesarias para seguir acrecentando sus negocios, acallaron a la oposición al sistema y lograron minimizar la organización del pueblo. Hasta que llegó la hora en que no fueron necesarios. La administración del negocio vuelve a manos de sus dueños.
Para quitarle el país a estos se necesitará mucha organización, fuerza y trabajo. Claramente no serán los siúticos de la Concertación los que encabezarán este proceso. Se requiere que los rotos, el pueblo, tome nuevamente el destino en sus manos y esa es la tarea de los que nos decimos de izquierda.
Por Alejandro Toro
Fuente: G80