«Articultores en realidad tiene dos partes: uno es el taller de huerta y software libre y otro es el que llamamos «guerrilla huerta». En la guerrilla huerta la idea es forestar la ciudad con comida, para que después se puedan producir alimentos. La idea empezó principalmente con San Telmo, extendiéndose a la provincia de Buenos Aires; hay gente que hasta en la plaza está por plantar. La idea es que la ciudad se reforeste y se foreste con algo que se pueda comer».
Verter arcilla en un recipiente para darle plasticidad a la mezcla; agregar la tierra que dará nutrientes a las plantas; incorporar agua; mezclar todo hasta que una bola de tierra se pueda formar en nuestras manos; aplastar con las manos la bola recién armada; colocar las semillas, y volver a dar forma -del tamaño que se prefiera- a la bola de arcilla, tierra, agua y semillas [1]. El procedimiento anterior es la receta que los articultores de la Ciudad de Buenos Aires utilizan para crear las bombas de semillas, una adaptación local de las Nendo dango o bolas de arcilla ideadas por el agricultor japonés Masanobu Fukuoka [2] con el propósito de mejorar la producción de la naturaleza con la menor intervención del hombre posible.
Las pequeñas bolitas de barro con semillas de Fukuoka serían esparcidas por el campo a la espera de que la lluvia trabaje la mezcla y las semillas comiencen a germinar; las de los articultores, terminan en baldíos y canteros del centro y sur de la ciudad con la idea de sembrar alimentos en medio de la urbe. Son las acciones desplegadas por la guerrilla huerta. «Articultores es como una mezcla de personas que tienen un interés común de fomentar las huertas. Son personas que por lo general tenían huerta en la casa y querían comentar esto o compartirlo con alguien», cuenta Ernesto Bazzano, uno de los primeros articultores y encargado de brindar al grupo los talleres de software libre, otro de los componentes de esta nutritiva ensalada compuesta de arte, alimentos y conocimiento. «Es un espacio en común para contar las experiencias y mejorarlas», señala.
Además de las acciones guerrilleras, una de las actividades principales de los articultores ―nacidos en diciembre del año último― son los talleres de huerta urbana y software libre. Junto al intercambio de semillas, ayudan a que otras personas migren sus computadoras a sistemas operativos libres al tiempo que enseñan a planificar la propia huerta en una terraza, maceta o ventana. «No es que puedas dejar de ir a la verdulería, pero tomates, frutales principalmente, todo lo que es aromáticas podés dejar de comprarlas», exlica Ernesto.
Un mapa disponible en la Web da cuenta de unos 60 objetivos distribuidos en la ciudad y localidades vecinas, mayormente al sur, entre los que ya han sido «atacados», los que esperan serlo y los que ya intervenidos se están siguiendo de cerca.
«Los brotes de girasol tienen gusto a sol. Son un manjar» [3].
Vienen trabajando en talleres y en la construcción de huertas tanto a nivel individual como grupal, ¿como es este proceso?
Bazzano.―En realidad tiene dos partes: uno es el taller de huerta y software libre y otro es el que llamamos «guerrilla huerta». En la guerrilla huerta la idea es forestar la ciudad con comida, para que después se puedan producir alimentos. La idea empezó principalmente con San Telmo, extendiéndose a la provincia de Buenos Aires; hay gente que hasta en la plaza está por plantar. La idea es que la ciudad se reforeste y se foreste con algo que se pueda comer, principalmente porque es un ciclo cerrado: uno planta, come el alimento y las semillas hacen posible que den fruto nuevamente las plantas.
¿De qué se tratan las guerrillas?, ¿cómo es la intervención en el espacio público?, ¿existe coordinación y acuerdo previo a la realización de las huertas o son actividades espontáneas?
Básicamente hacemos una recorrida primero y acordamos más o menos dónde nos vamos a juntar la semana que viene, también porque algunos vecinos se acercan y plantean lugares, sugerencias de espacios y calles que justamente no tienen canteros, nada. Estamos tratando de armar canteros para poner principalmente en los kioscos de revistas o hacer un techo verde por ejemplo, y esos son los lugares que estamos recorriendo en San Telmo. Ahora se está extendiendo un poco más y la mayoría de los proyectos tiene algunas réplicas; la idea es que cualquiera pueda clonar el proyecto y pueda hacer su propia versión de Articultores si está lejos y no puede alcanzar la versión que tenemos en el Microcentro, en Capital Federal.
¿Cómo sería una intervención?
Los sábados hacemos «bombas de semillas», que es una técnica que inventó Fukuoka, que es mezclar barro y arcilla con semillas, con muchas especies diferentes. Nosotros en nuestra versión de guerrilla huerta lo que hicimos fue poner todas plantas de huerta y algunas plantas que son locales que no van a interferir con el ecosistema. Entonces, las mezclamos todas con el barro y la arcilla y las arrojamos en terrenos baldíos inaccesibles. En los lugares más accesibles lo que hacemos es pedirle permiso a los vecinos, a los que estén a cargo del lugar, para ir a intervenirlo directamente con una huerta, plantando y separando bien las diferentes especies para que sean compatibles entre sí. Principalmente hicimos esto en San Telmo, donde hay muchas playas de estacionamiento. Fuimos pidiéndole a las playas de estacionamiento a ver si podíamos plantar y se coparon; hay varias playas que ya tienen un huertito.
Tras la intervención, ¿son los vecinos quienes se ocupan de cuidar la futura huerta?
Estamos tratando de coordinar eso, porque vemos que hay algunas plantas que no podemos ir todas las semanas a regar; todos los días en realidad habría que regarlas porque se marchitan muy rápido. Con lo de los kioscos de revistas, que recién empezamos, lo que hicimos fue ir a hablar y decirles lo que podían hacer, cómo cuidarlas y, sobre todo, que después nos cuenten cómo les fue, las cosas que pasan alrededor de eso.
¿Qué es lo que plantan tanto en las instancias colaborativas como en las acciones de guerrilla huerta?
En realidad es una mezcla variada: zapallos, porotos, girasoles, un montón de plantas aromáticas, albahaca, un montón de plantas diferentes. La idea con lo de las guerrillas es no saber lo que va a crecer y esperar a ver qué es lo más propicio para ese terreno.
¿Dónde entraría el software libre en esta práctica?
Como elegimos qué comer, elegimos saber cómo se hizo, nosotros mismos plantamos y cosechamos, también tenemos que elegir algo en nuestras computadoras que sea similar a esto. Entonces, el software libre es un software que uno puede averiguar cómo se hizo, participar en la construcción de ese software y además fomentar la libertad, que es algo que hace el poder plantar las cosas que uno quiere y comer lo que uno quiere. A veces el mercado te sube mucho el precio de un alimento o hacen especulaciones, que se parece bastante a las especulaciones del software.
¿El compartir la práctica y uso del software libre lo incorporan a los talleres?
El software sobre el que está hecho la página o el software que utilizamos para difundir es principalmente software libre o de redes sociales abiertas. La idea es también, como parte del taller de huerta, difundir el uso del software libre.
¿Se inspiraron en alguna otra experiencia antes de iniciar Articultores?
Sí, en realidad es como una especie de réplica mezclando muchas otras experiencias colectivas como Refarm the city [4]. Hay un montón, en Nueva York había una que era Attack the Garden; tomaban un espacio que estaba en desuso y lo convertían en un jardín. Nuestra idea es muy parecida pero haciéndolo con la guerrilla huerta.
«Descubrimos el sabor de las arvejas recien cortadas de la planta. ¡Que rico!» [5]
Por Raquel Schrott y Ezequiel Miodownik para la Agencia de Noticias Biodiversidadla
Notas:
[2] http://es.wikipedia.org/wiki/Masanobu_Fukuoka
[4] http://www.refarmthecity.org/
Fuente: www.biodiversidadla.org