Por su parte, ellos buscaban una compañera guapa y sumisa, capaz de entregarse a su cuidado y el de su prole. Pero tras la liberación de la mujer, esos patrones han cambiado: ahora son muchos –y más complejos– los factores que intervienen en la elección de la pareja ideal. Los psicólogos evolutivos y otros científicos están investigando las claves que nos influyen a la hora de escoger a la persona con la que deseamos pasar nuestros días, y se están llevando sorpresas.
Por ejemplo, ¿qué hay de cierto en el mito que dice que las mujeres desean un macho alfa? Algunos estudios sostienen que las mujeres que están ovulando prefieren compañeros corpulentos y rasgos faciales muy marcados. De hecho, muchos modelos publicitarios responden a esa imagen. Pero ese canon no es el más deseado por ellas en todas las etapas de la vida. Aunque esas características transmiten la sensación de que su poseedor tiene buenos genes, se asocian con la infidelidad.
Por eso, tanto las adolescentes como aquellas que han entrado en la menopausia gustan de varones más femeninos. Y según una investigación publicada en The Journal of Sexual Medicine, lo mismo les pasa a las embarazadas, que anhelarían un compañero en esta línea para cuidar a su bebé.
Por otro lado, un trabajo del Departamento de Psicología de la Universidad de Stirling, en el Reino Unido, ha analizado las preferencias faciales femeninas en función de los efectos hormonales. Tras el parto, las mujeres experimentan una caída significativa en sus niveles de estrógenos y testosterona. Estas hormonas afectan de forma importante a los juicios sobre el atractivo sexual y explican la predilección por los rasgos menos poderosos.