Chile está desconcertado. La élite concertacionista y su electorado están en una suerte de estado de tontera temporal, de incredulidad, de negación, están pasmados. Como si nada hubiera cambiado todos los dirigentes se fueron de vacaciones, quedaron los segundos, los terceros. La ciudadanía indefensa ante un despliegue de tecnocracia, elitismo y travestismo político escandaloso. Y parecemos no reaccionar. Peleas más peleas menos, se está instalando la derecha en el poder, entronizándose, probándose el traje que pretenden ocupar por 4 o más años. Y lo están haciendo sin oposición, sin una opinión pública crítica, sin ciudadanos, sin nadie al frente.
Es la llegada de lo que el politólogo estadounidense Sheldon Wolin llama Democracia S.A., una suerte de totalitarismo inverso donde la ciudadanía pierde su rol de “soberano” por el de “consumidor” y la política su rol transformador por el de mero administrador.
Las decisiones no pasan en el corazón del sistema político sino por intrincados circuitos extrainstitucionales del poder como apuntó tan preclaramente Antonio Cortés, que tienen más que ver para el caso norteamericano con Wall Street que con Washington y para el caso local más con Sanhattan que con el Barrio Cívico, con los think tanks más que con los partidos políticos. Con la economía más que con la política. La república se vacía de sentido, sólo existen los sentidos (razones) del mercado. La razón de estado se transmuta en razones de mercado.
Con la derecha en el poder estos circuitos serán cada vez más cerrados, más endogámicos, más opacos. En la democracia S.A. la crítica es “antipatriota”, el otro (mapuche, delincuente, joven, trabajador) es “terrorista” y la demanda colectiva de los trabajadores es “defensa corporativa de privilegios”.
Digamos las cosas claramente, no es un asunto de gestión -mejor gestión necesitamos siempre-, es un asunto de convicciones, del valor de la democracia y del ciudadano, del tipo (no del tamaño) del Estado y del lugar que el conflicto y su resolución -vía argumentos, dentro de canales institucionales- tiene en la manera en que una sociedad delibera sobre sí misma y su futuro.
La Democracia S.A que Piñera y su equipo pretenden instalar en Chile es en gran medida producto de la incapacidad política de la Concertación que no quiso o no pudo repolitizar la sociedad pos dictadura, que dejó intactos las estructuras centrales del andamiaje neoliberal y que administró lo que Gabriel Salazar llamó tan acertadamente “lo ajeno” por 20 años perdiendo de paso el lugar que tenía como fuerza transformadora de la sociedad y su cultura, limitándose a ser mera administración, sólo el gobierno.
La Concerta no tiene un lugar desde donde criticar, no tiene discurso para enarbolar una propuesta, porque también negó la política, la participación, la democracia y la disidencia en el seno de sus estructuras partidarias. Acalló el movimiento que peleaba por derechos sociales, desactivó la capacidad de la sociedad de pensarse en plural, tecnificó la política y el accionar del estado e invisibilizó las contradicciones del modelo que le tocó dirigir. Le abrió la puerta a la Democracia S.A.
Una Democracia S.A. con ministros gerentes es, a todas luces, lo que se nos viene y si no somos capaces de ser más sensibles a la operación de cambio que está en marcha y a despertar de la tontera temporal, daremos palos de ciego no por 4, sino por 8 o tal vez 12 años.
Por Sebastián Depolo C.
Fuente: blog.delarepublica.cl
Foto cabecera: The Clinic
Texto subido por: