1. Montar vuestro primer armario
No importa cuánto amor sientas por la otra persona, buena suerte cuando descubras que los tornillos que lleváis poniendo 3 horas no eran los adecuados.
2. Cuando le preguntas o te pregunta qué quieres de cena y uno de los dos dice “no lo sé”
A veces, echar un vistazo al menú de comida para llevar para averiguar lo que la otra persona quiere se parece mucho a las negociaciones del tratado de Versalles, ya que conduce a una guerra Mundial. Para evitarlo, tan solo decid “pizza”. Os evitaréis muchos futuros bombardeos en casa.
3. Cualquier viaje de carretera que lleve más de 2 horas
Parece obvio que los problemas de pareja pueden fácilmente saltar a la luz aquí. ¿Odias el Gps?, ¿su lista de CD´s? ¿la emisora de radio? ¿Ese ruidito tan raro que hace? ¿O el olor de su coche? Si habéis acabado el viaje los dos sentados en la parte delantera (y no hay nadie en el maletero), felicidades, estáis más cerca de lo que pensabas de una relación verdaderamente fuerte.
4. Pasar un fin de semana largo fuera de la ciudad en un hotel con las necesidades básicas
Ya no hablamos de un fin de semana en el campo para las que seáis chicas de ciudad. Pasar más de 24 horas sin televisión o Internet, en un mismo espacio, puede ser un infierno. Si crees que puedes morir en el intento, sí, morirás sola. En cambio, si ves posibilidad de sobrevivir, enhorabuena, acabas de pasar la cuarta prueba.
5. La primera vez que uno de vosotros pasa la noche en casa del otro
Y se olvida el cepillo de dientes. Hay una gran diferencia entre acostarse con él y escabullirse sigilosamente en mitad de la noche, a llevarte una bolsa de viaje para dejarla allí. Si ese es el caso, os encontraréis frente al espejo cepillándoos los dientes. Grábate esa escena en la cabeza, porque puede que sea la que veas todas las noches el resto de tu vida.
6. La primera gran pelea sin sentido que no puedes explicar
Esta pelea será por nada. Literalmente nada. Y seguramente empiece saliendo de un bar con alguna copa de más. Cogeréis un taxi a casa y el taxista te cobrará la tarifa de “silencio incómodo”. Después de esos 20 minutos sin hablar, llegaréis a casa para gritaros un poco más, y despertar con la cabeza a saber dónde y sin recordar por qué empezó todo.
7. Conocer a los padres
Mucha gente preferirá conocer a un oso hambriento antes que a los progenitores de tu pareja. Aunque puede que el oso te coma viva sin piedad, siempre será mejor a las 4 horas de tortura visual. Además, está comprobado con los cortocircuitos del cerebro dejan de funcionar cuando conoces a los padres, y solo sabes decir cosas y chistes ofensivos para ellos.
8. Ir a una fiesta en la que uno de vosotros no conoce a nadie
Esto podría ser peor. Generalmente, acabarás conociéndoles a todos en un grupo grande, siendo bombardeada a preguntas, y te sentirás como un mono de feria que no puede recordar ningún nombre. Aun así, preferirás eso antes de tener que conocer a los padres.
9. Encontrar apartamento y decorarlo juntos
Si hasta ahora pensabas que era imposible discutir acerca de las fundas de la cama, aunque hasta ahora no supieras lo que es eso, estabas equivocada. Hasta ahora no te importaban en absoluto esas viejas y feas tazas de cerámica que tienes desde hace años; hasta que te dicen que las tires. Entonces, se convierten en lo más importante.
10. La presión de tener que comprarles un regalo
Si acabas de empezar a salir con él y su cumpleaños se acerca, la gimnasia mental que tendrás que realizar se merece un premio. Tendrás que indagar entre todas las neuronas de tu cerebro para encontrar algo especial, pero que no sea demasiado. Algo que le guste y que diga algo como “me gustas mucho, y quiero hacerte feliz en tu cumpleaños, pero con este regalo no quiero pedirte que te cases conmigo todavía”.
11. La primera compra juntos
¿Qué pasa si sois una pareja Pepsi/Coca cola? Si lleváis saliendo menos de un año, probablemente nunca antes te habías planteado lo que la otra persona come hasta que quita por sorpresa tus cereales de chocolate favoritos y los cambia por Granola. Tampoco sabías que un ser humano necesitaba consumir tanta cantidad de salsa para pasta semanal, ni que había ser en la tierra que de verdad comiera coles de Bruselas. No te habías dado cuenta de nada de eso porque nunca habíais hecho la compra juntos. Pero ahora estáis allí, en la caja, y estás viendo todas estas cosas. Quieres gritarle y lanzarle los botes de salsa irracionalmente a la cabeza. Si os las apañáis para llegar al aparcamiento, sí, estáis hechos el uno para el otro.