Cuestionando prejuicios culturales, Kenia permite a niños y niñas recibir una educación digna, adaptándose a adversidades climáticas y de tradición.
Es habitual que a los 16 años las niñas keniatas tengan uno o más hijos. Pero eso no debería impedirles recibir una educación digna, y eso es lo que está ocurriendo. Esto es difícil sobre todo en el caso de tribus nómades, pero la solución resultó sencilla e inteligente: escuelas móviles.
Los pueblos se mueven por la región para sobrevivir, y así lo hacen también las escuelas. En el pueblo de Laisamis, condado de Marsabit, hay una escuela dirigida por personal venido de Nairobi. Allí, 60 alumnos y alumnas juegan y aprenden en un pizarrón montado en una carpa desmontable. Los niños aprenden materias como matemáticas y Kiswahili (la lengua oficial), así como ciencias y humanidades. Aún en casos de ataques islámicos del grupo Al Shabaab, los maestros siguen su ardua tarea.
Las familias cuyos hijos allí se educan son pastorales, y dependen del clima y sus inclemencias. Los niños tienen limitado su acceso a la educación, de ahí la importancia de estas escuelas. Y, con temperaturas cercanas a los 30 grados centígrados, la tarea de educar a los jóvenes se vuelve titánica. Pero es, claro, una tarea de amor.
“El calendario académico se basa en los patrones de las lluvias”, explica Saadia Maalim Mohamed, oficial en jefe de la agrupación Adeso, la cual organiza las clases. Entre sus alumnos hay 300 chicas de entre 13 y 18, lo cual es esperanzador en un país donde las niñas tienen menos acceso a la educación. “Las clases se dan cuando hay pocas lluvias, así los niños pueden venir cuando no tienen que ayudar a sus familias a cosechar”, cuenta Mohamed.
Kenia tiene un alto porcentaje de analfabetismo, y la región Marsabit en particular, con un índice de pobreza del 92 por ciento. Por eso es esperanzadora la causa; más cuando las niñas terminan cuidando la casa y a los hijos. Ahora lentamente van teniendo acceso a la educación, lo cual les permitirá acceder a otra vida. Aún si eso implica levantarse a las 5 de la mañana todos los días para poder hacer convivir educación y vida cotidiana.
UNICEF ha encontrado la manera de que estos niños estén escolarizados y no se les condene a permanecer en el círculo de la pobreza: las escuelas móviles.La iniciativa nació en Febrero de 2014, y se prevé que tenga dinero para seguir hasta 2016. Por eso es crucial que capitales privados le den nueva vida al proyecto, para que las comunidades puedan crecer y modernizarse gracias a la educación. Ojalá que así sea, para que algún día África tenga el presente que se merece.
El gran reto de estas escuelas es garantizar no sólo el acceso sino la calidad de la educación. UNICEF está poniendo todo su empeño en formar a estos profesores, para además de apoyar su labor, se promueva el acceso a la educación de los niños de la comunidad.
Una vez más el ejercicio de escuchar y observar la vida de las familias, para encontrar soluciones alternativas que se adapten a su realidad, está funcionando. Esperemos que la combinación entre las escuelas móviles y el apoyo a los internados, evite el abandono de las escuelas en esta región tan castigada.