Este 8 de marzo se cumplen 100 años desde que se inició la celebración del Día Internacional de la Mujer. La instauración de esta fecha se produjo previo a la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa, en medio de la lucha por el sufragio femenino y la creciente sindicalización femenina en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Desde 1908 las mujeres del Partido Socialista Norteamericano habían desarrollado el Woman’s Day, jornadas de reflexión y acción para hacer campaña por el sufragio femenino y contra la esclavitud sexual. Junto a la defensa de sus derechos laborales y la movilización contra la guerra, esas fueron las demandas que estuvieron en el origen del Día Internacional de la Mujer.
En 1910 se realizó en Copenhague, Dinamarca, la Segunda Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas. Allí propusieron las mujeres norteamericanas establecer el Día Internacional de la Mujer, recibiendo el apoyo de Clara Zetkin, líder alemana de la Internacional Socialista. Resolvieron entonces, «siguiendo el ejemplo de las camaradas norteamericanas», dedicar un día especial para promover el sufragio entre las obreras, junto a la limitación de la jornada de trabajo a ocho horas; la prohibición del trabajo infantil; el reposo ininterrumpido de 36 horas; igual salario por igual trabajo (trabajo femenino).
A contar de 1911 se celebra en Europa el Día Internacional de la Mujer, que poco a poco se extendió a Rusia, Estados Unidos y Latinoamérica, quedando el 8 de marzo como fecha compartida. En Chile se celebró por primera vez en 1939, a iniciativa del Movimiento Pro Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCH), y en 1944 lo celebraron diversas organizaciones que acordaron convocar al congreso unitario que daría origen a la Federación Chilena de Instituciones Femeninas (FECHIF), lideradas por Amanda Labarca, organización que condujo la etapa final de la conquista del voto por las mujeres en nuestro país.
Desde entonces se ha seguido conmemorando –con interrupciones- para simbolizar las luchas de las trabajadoras y sus mártires, particularmente, las 146 trabajadoras que murieron en el incendio de la fábrica de Blusas Triangle (Nueva York) que carecía de salidas de emergencia y escaleras de seguridad, situación que había dado origen a una larga huelga en 1910, junto al rechazo a la costumbre de mantener las puertas cerradas durante la jornada laboral.
Tras el golpe militar, recién en 1978 se reunió un grupo de mujeres a celebrarlo, y entre 1980 y 1988 las organizaciones de mujeres fueron reprimidas en las calles por hacerlo. En 1990 más de 30.000 mujeres se reunieron en el Estadio Santa Laura para conmemorar las luchas femeninas y dar la bienvenida a la Democracia. De eso hacen 20 años.
Este año, el 8 de marzo encuentra a Chile sumido en la tarea de reconstruir el país tras el peor terremoto en 50 años. Las organizaciones y el Gobierno se aprestaban a conmemorar las luchas de las mujeres, coincidiendo con el término del mandato de la primera mujer Presidenta de la República, reconocida y apoyada por el 83% de chilenas y chilenos. Era el momento de evaluar los avances logrados en 20 años de democracia, de comprometer la defensa de los derechos ganados y exigir aquellos derechos aún o reconocidos institucionalmente.
Pero el terremoto, no sólo ha cambiado todas las agendas, sino que ha puesto al descubierto las tremendas falencias de una sociedad civil –y de un movimiento de mujeres- que se fragmentó, perdió consistencia y liderazgo en estos años, pudiendo ejercer limitadamente su rol dinamizador de la respuesta social. Las mujeres siguen siendo motor de la solidaridad, pero sin articularse a un tejido que sustente en el tiempo la lucha por sus derechos y los de toda la ciudadanía. Desconectadas del quehacer político, cientos de organizaciones actúan sin un horizonte que permita capitalizar su energía creadora y ser sujetos plenos en la construcción de un país sin violencias hacia las mujeres, con igualdad de derechos económicos, políticos, sexuales y reproductivos.
Corresponde entonces, junto con la respuesta solidaria frente al terremoto, recuperar las organizaciones y movimientos de mujeres, fortalecer los lazos y actuar mancomunadamente para reconstruir el país igualitario, con plena equidad y justicia social que queremos.
Por Teresa Valdés E.