Santigüémonos para venerar a la primera mujer europea que, mediante sus escritos y proclamas, se alzó en contra del patriarcado de la máxima institución de su época. Teresa Ahumada, más conocida como Santa Teresa de Jesús, puso en peligro su integridad en pleno siglo XVI con la Inquisición vigilándola de cerca por sus ofensas a la incuestionable y poco matriarcal madre Iglesia. “La mujer que hacía ruido antes de pasar”, según cita el doctor en Teología y máximo estudioso teresiano Maximiliano Herráiz, “expresó hace quinientos años unas ansias de igualdad que a día de hoy todavía necesitan ser cubiertas”.
Durante todo el 2015, la ciudad de Ávila y Alba de Tormes celebran distintos actos en los que se homenajea a Santa Teresa desde el punto de vista de la espiritualidad, sobre todo, y desde su importancia como literata mística. Gracias a las investigaciones del doctor Herráiz desterramos a la Santa Teresa feminista que no aparece citada en los eventos oficialistas, salvo por una exposición itinerante que en su momento pasó relativamente inadvertida: Teresa de Ávila- mística y transgresora. “En realidad es una conocida muy desconocida, sobre todo en sus valores”, incide Herráiz. “Ella defendía la búsqueda de la verdad y la justicia, y para ello desechaba inventar nuevas leyes, incluso, reducirlas; porque entendía que la educación es la base de la igualdad”, y añade que “apostaba por la autogestión de los conventos prescindiendo de los hombres, a quienes acusaba de haberlos llevado a la ruina”.
Esta procura de educación para las mujeres en una época en la que se les prohibía orar y leer fue lo que la llevó a sortear el yugo de la Inquisición en numerosas ocasiones, aunque finalmente acabó siendo nombrada la primera doctora de la Iglesia. “Sus libros son los más leídos dentro de la espiritualidad desde sus tiempos hasta la actualidad”, aclara Herráiz. En su literatura se extrae también una lectura feminista, indica, “pues ella habla directamente con Dios, pide la palabra donde nadie se la pedía y exige que la mujer no sea gobernada por lo masculino. En realidad, era contraria a todo lo que no significaba salir de su casa”, bromea Herráiz. Santa Teresa no hacía sus proclamas sentada desde su torre de marfil, sino que la “andariega”, como se la conocía, “caminó buena parte de España riñendo con los obispos para encontrar una igualdad que se le fue poco a poco permitiendo, aunque sus libros estuvieron prohibidos hasta mucho después de su muerte”.
Mística teresiana del siglo XXI
En todo caso, el doctor Herráiz admite que “la Iglesia no ha asumido la igualdad a medida que ha habido avances en la sociedad en la que se inscribe”. Se muestra contrario a que los altos cargos eclesiásticos estén únicamente ejercidos por hombres, “deberían ostentar esos puestos las personas más válidas, sean hombres o mujeres, sin atender a términos de proporcionalidad si no de valía”, subraya.
¿Y puede ser la religión, a fin de cuentas, una manera de defender los derechos de las mujeres? “Creer en dios o no es una cuestión personal, pero defender la igualdad, que es por lo que apuesta el cristianismo, debería ser lo común en todos nosotros”, sentencia.