La privada cita con Evo

Hay muchos elementos que potencian al presidente boliviano, Evo Morales, como uno de los serios líderes de la izquierda latinoamericana


Autor: Director

Hay muchos elementos que potencian al presidente boliviano, Evo Morales, como uno de los serios líderes de la izquierda latinoamericana. Ajeno a lo confrontacional y a veces excluyente de los discursos de su amigo de ideas, Hugo Chávez, el mandatario altiplánico sabe conjugar muy bien la sanidad de hacer política y, de paso, cultivar una profunda admiración que muchos sentimos por él. Son varios los gestos significativos que lo valorizan como político y como persona.

Es en ese contexto que es muy prudente destacar, primero, la rápida reacción que tuvo, como gobierno boliviano, al conocer el desastre del terremoto en Chile. Conjuntamente, donar la mitad de su sueldo para la reconstrucción nacional, si bien en billetes propiamente tal no será tan trascendente, sin duda es un simbolismo que dignifica el sentido real de una hermandad que urge en nuestro continente.

Más incluso, asistir al cambio de mando de un presidente como Sebastián Piñera, ligado a la oligarquía chilena, al mundo del empresariado, el mismo sector que buscó quebrantar el orden constitucional con un fallido intento de golpe de estado en contra de Morales en Bolivia, significó un gesto político a imitar. Lo anterior, sin mencionar además el partido de fútbol disputado en la escuela de Carabineros.

Aunque aquello sólo fueron ápices visibles. Ese mismo 10 de marzo, previo al cambio de mando y posterior al famoso partido de fútbol con Piñera, Evo había organizado una convivencia privada con diversos dirigentes sociales y comunicadores en el consulado ubicado en la avenida Santa María, en la comuna de Providencia.

El alcalde DC de Maipú  Alberto Undurraga, el periodista y sociólogo Raúl Sohr, el director del Le Monde Diplomatique, Víctor Hugo de la Fuente, el Humanista Tomás Hirsch, el presidente de la Fech Julio Sarmiento, junto a toda su directiva, fueron parte de las cerca de 40 a 50 personas que llegaron a la cita.

Con dos horas de retraso, el mandatario boliviano arribó al consulado excusándose producto de una improvisada reunión que tuvo en la Moneda con la hasta entonces presidenta, Michelle Bachelet.

Llegó, se sentó, y escuchó una grata conversación que duró cerca de una hora. Con una especie de discurso de casi 25 minutos, Evo se explayó en la necesidad de la unidad latinoamericana, teniendo, en todo caso, la base de una exclusión del capitalismo, y de la recuperación de lo que llamó la madre tierra.

Incluso hizo alusión a que los terremotos, afectados a Chile y Haití durante los últimos meses, son respuesta al maltrato del ser humano con la madre tierra, la que destruimos y azotamos, todo por el fortalecimiento del mercado o por el crecimiento económico.

Además, por supuesto, enfatizó en la necesidad de adoptar posturas firmes ante el cambio climático y la contaminación ambiental. Incluso, anunció una reunión internacional de los pueblos sobre esa materia en Bolivia.

Fue ácido, pero a la vez tierno en su discurso. De ahí, un nuevo pero corto intercambio de palabras con el mundo civil que asistió, marcaron el final de la reunión.

Cerca de la medianoche, Evo se excusó y se retiró al hotel donde se hospedaba, visiblemente cansado. Siempre cordial, siempre dispuesto a volver a escuchar nuevamente otro comentario de algún asistente que no entendió su necesidad de retirarse. Recibió muchos regalos, los que personalmente subió al auto que lo llevó al descanso, escoltado, por cierto, por autoridades chilenas.

De ahí, cada cual para su casa, más convencidos aún de la decencia y simpleza de un verdadero político americano.

Por Julio Sánchez Agurto


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