“Estoy muy cansada y necesito descansar. Mi vida es insoportable”, estas fueron las palabras de Sara Calleja, una mujer española de 52 años que, harta del acoso al que su pareja la venía sometiendo, decidió quitarse la vida el pasado 11 de Julio de 2015.
Antes de lanzarse al vacío, Sara escribió una carta dirigida a la juez instructora de su caso, señalando las razones por las cuales, pese a la Ley Organica de Medidas de Protección Íntegra contra la Violencia de Género, se había sentido tan desamparada.
Llevamos tiempo diciendo que es necesario reformar la ley de maltrato de género en España, una ley que aunque ha mejorado las cosas y contribuido a disminuir las muertes por violencia, sigue dejando fuera a miles de modelos de familia.
¿Cómo hacerlo? Sinceramente no lo sé. No soy jurista y no puedo relatar los entresijos administrativos y judiciales a mejorar, que seguramente son muchos, pero en mi formación de trabajador social si puedo señalar algunas cosas.
Creo que es un error asociar el concepto de violencia al de género, pues la violencia que se ejerce dentro de un domicilio familiar no sólo se ejerce entre cónyuges.
Es cierto que la mayoría de casos es un hombre hacia una mujer, pero no son los únicos y la ley debe proteger a todos. Quedan aún excluidos de la protección de esta ley, los casos de mujer a hombre, las parejas del mismo sexo, y los maltratos de hijos a padres, cada vez más frecuentes.
La violencia es violencia venga de donde venga, y el régimen de protección judicial no debe de distinguir sobre su naturaleza sino asegurar la integridad de los miembros que cohabitan en el domicilio.
No voy a entrar en el trato que jueces, fiscales, policías y demás profesionales dan o no dan a los afectados, pues aunque siempre hay margen de mejora, me consta que en lineas generales es bueno. Y es que este punto es tremendamente complicado, pues si bien es cierto que la justicia tiene que ser correcta y clara para asegurar su independencia, las personas afectadas viven un drama en el que necesitan un mayor contacto humano.
Por no mencionar que todos los profesionales que trabajan con personas en situación de vulnerabilidad o con problemas médicos, suelen autoprotegerse ante lo que ven día a día. Algo que no es ni bueno ni malo, sino un forma de poder desempeñar su trabajo con rigor y profesionalidad.
Por último las denuncias falsas están haciendo un daño tremendo al sistema. Son pocas, pero conocemos casos y desde luego no deben quedar nunca impunes. Pues ésta práctica mezquina no sólo afecta al denunciado falsamente, sino al resto de personas maltratadas, retrasando sus procedimientos y poniéndolas entredicho.
Es un problema muy complicado, con miles de caras, miles de consideraciones, miles de afectados, y un proceso largo y costoso qué como en el caso de Sara Calleja no acabó bien.
La espiral de la violencia.
Es un circulo vicioso, en el que el agresor ejerce violencia, y acto seguido pide disculpas y te colma de regalos y atenciones. Tú, perdonas esperando que cambie pero lo único que ocurre es que las fases de perdón cada vez son más cortas y las agresiones cada día más frecuentes.
Sara Callejas se encontraba atrapada en esa espiral, hasta que no pudo más y recurrió a la justicia para poner tierra de por medio con su agresor. A pesar de ello, Christian, un hombre de nacionalidad belga no se dio por vencido.
Ni las 19 denuncias, dos cambios de domicilio, ni los 9 meses que pasó en prisión le impidieron continuar con el acoso y derribo al que sometió a su víctima.
No contento con eso, llegó a denunciarla ante el INEM por la venta de unos cuadros que había pintado, quien la condenó a 20.000€ de multa. Sin trabajo, deprimida y con la pensión de violencia de genero embargada por la deuda contraída con el INEM, Sara lograba sobrevivir gracias a la generosidad de sus amigos y sus dos hijos, Andrea de 33 años y Elio de 28.
Sin embargo, su caso es un ejemplo del amplio margen de mejora que admite esta ley, y de la necesidad de un modelo más funcional, basado en el apoyo psicológico de la víctima y su empoderamiento. Un modelo que las ayude a ser fuertes e independientes y no que simplemente se dedique a “alejarlas” del agresor. A veces con escaso resultado.
Sea como sea, una cosa es clara; no debe de haber más casos como el de Sara Callejas.
Llevamos años pidiendo a las personas maltratadas que superen su miedo y denuncien a su agresor. Una vez que lo hacen, no podemos fallarles bajo ningún concepto.
Sin duda hay que aprender de esta carta y reflexionar sobre el tipo de justicia qué queremos tener y la clase sociedad qué queremos ser.
A continuación podréis leer íntegramente las últimas palabras de Sara Callejas.
A la jueza de violencia de género del juzgado de León.
Estoy muy cansada y necesito descansar; mi vida es insoportable.
Mi primera denuncia en comisaría fue el 08 de noviembre de 2013, el día de mi 50 cumpleaños, y no llegó al juzgado después de muchos días porque parece ser que se extravió…
Mientras, Christian estuvo en León unos cuantos días y me denunció al Inem…
Era uno de los chantajes que me hacía para que volviera con él.Esa denuncia de Christian supuso mi ruina. Tuve que vender mi casa que a duras penas podía pagar. Alquilaba dos habitaciones para poder malvivir…El Inem me sancionó con casi 20.000 euros, toda una fortuna para alguien como yo que no tenía nada, nada más que una casa a medio pagar.
Christian creó varios perfiles falsos míos con mi nombre, apellidos y mis fotos, donde yo daba masajes baratos, etc.,
Pedí hablar con usted porque estaba desesperada y sólo me dijo que no mirara facebook y que Christian estaba en su derecho de denunciarme donde quisiera.
Mi vida estaba en sus manos, señora jueza y sin embargo parecía que cada vez que yo denunciaba, aburría.
Hasta que Christian no volvió a León y colgó fotos con esa tobillera que le pusieron y habló de una manera despectiva en sus perfiles de Facebook de usted y de la fiscal, parece que no iban a tomar más medidas contra él.Esos días yo cuidaba a un anciano en el hospital de León por las noches.
Otra anécdota es que una de las 15 veces que denuncié a Christian en León, fui a comisaría, le había visto por la noche en los soportales de la que era mi casa… Mientras esperaba mi turno en el patio, en la calle, enfrente estaba él. Se lo dije a los policías que estaban fuera; me decían que lo denunciara y yo les decía que le detuvieran.. que tenía una orden de alejamiento; no me hacían
caso y cuando estaba ya en la oficina contando lo que pasaba entró un policía joven y dijo que era mi palabra contra la suya… Al final le hice pedirme perdón y tonta de mí no lo reflejé en esa denuncia. Siempre me arrepentiré.En cuanto al Inem decirle que yo expuse en Bruselas y Christian ponía los precios… No vendí casi nada. Mi hijo estaba estudiando y mi hija con su trabajo que apenas le daba para vivir.
A día de hoy no entiendo cómo he podido soportar todo eso y todo lo que me ha venido.
En realidad no lo soporto y por eso me retiro.
Las leyes son una mierda depende de para quién y sobre todo de cómo se aplican.
Mi sanción del Inem es tan desproporcionada que me ha dejado en la miseria, y si no llega a ser por pocos pero buenos amigos que me ayudaron económicamente y a mi familia no tenía ni para comer. La ayuda que me conceden como mujer maltratada no la cobro, se la queda íntegra el Inem y eso
usted lo sabía y le dio lo mismo.Quiero olvidar esos días y si vivo no los olvidaré nunca, porque mi situación es extrema.
Vendí mi casa, devolví lo que debía y me vine con lo puesto a Ibiza donde vive mi hija.
No soy capaz de salir sola a la calle.
Hace 3 meses lo intenté con pastillas con la mala fortuna de que mi cuerpo aguantó lo que no debía.
Hoy espero irme de verdad. No soporto los días.
Lo único que alegra mi existencia es la sonrisa de mis hijos, sus sonrisas son lo más bonito. Mi hija me ve día a día y sufre y llora. Y mi hijo no me ve, pero sé que me siente. Les quiero con locura y ahora y sin soberbia le digo que he sido la mejor madre, he criado a mis hijos yo sola. Y con la visión que me dan mis casi 52 años le diré con orgullo que estoy orgullosa de mí. No lo había estado
en mucho tiempo, pero no lo estoy por estos últimos casi 2 años, estoy orgullosa de mí misma como nunca lo he estado por haber tenido a mi querida Andrea y a mi querido Elio, lo mejor que he hecho en la vida. Son maravillosos y buenas personas y les adoro y son míos, mis hijos. No creo en Dios, sólo sé que siempre estarán conmigo y yo con ellos y eso no se morirá jamás.Desde hace una semana trabajo, pero no lo soporto. No sólo porque es mucho y muy duro, es que mentalmente estoy “tocada” y no estoy a lo que tengo que estar.
La medicación que tomaba me quitó mucha agilidad manual y mental y física.
Cada vez que denunciaba me daban unas hojitas con los derechos como mujer maltratada. No he recibido ningún tipo de ayuda económica y Christian sigue molestando, enviando a mi madre mensajes (yo tengo otro móvil) y llamando a su casa. Y por si no lo recuerda, mi madre es mayor. Sigue poniendo fotos
mías y me sigue insultando. Ha creado perfiles falsos míos otra vez y vende las acuarelas que dejé en su casa de Bruselas y no pude recuperar.Aquí en Ibiza he puesto dos denuncias, en mayo y junio, y no he recibido ninguna contestación todavía.
Me hace gracia esa gente que dice que muchas mujeres denuncian para tener beneficios económicos… Que me pregunten a mí…
Y muchas mujeres retiran sus denuncias porque es una agonía aguantar un proceso del que nunca sales entera. Tienes que pasar por un scaner para que decida alguien que no sabe lo que estás padeciendo, si mientes o no… tienes que “desnudarte” delante de una jueza fría y sin ninguna empatía, delante de una psicóloga, delante de la policía, delante de un forense que en la segunda consulta no tiene ni tu expediente y no sabe con quién habla… delante de amigos, de familiares, de gente que no te conoce… y aún así te ponen en duda..
Tienes que sacar fuerzas de un saco roto; pero yo ya no puedo más. Mi vida no tiene luz ni esperanza.
Christian Costenoble me robó todo. Él ganó.
Sin lugar a dudas, hay mucho que cambiar.
Fuente: noticias.lainformacion.com. Foto de portada loasandes