Y solo quien lleva con alegría la certeza de que en estas tierras de paso, hacer lo correcto y luchar por ser limpio de corazón nos hace libres, fuertes y dichosos, podrá tener pese a las pruebas del camino una vida feliz y paz interior.
Sin embargo, no siempre los progenitores encontraron las palabras y formas adecuadas para expresarse ante sus hijos; en otros, la superficialidad y el materialismo se apoderó de sus corazones y le enseñaron a sus hijos lo mismo, convirtiéndose con los años en egoístas, ególatras, deshonestos y sobre todo, incapaces de respetar a sus semejantes, antivalores de los cuales solo serán conscientes con las pérdidas del camino, con las consecuencias ante cada error consciente por necedad.
Por otro lado, “parecer” no es igual a “ser” y millones de familias son lo primero porque incluso pueden mostrar devoción a Dios según los rituales religiosos incluso que practiquen, pero al ver su forma de proceder, la verdad salta a la vista cada día en el espejo e ilusamente consideran que para el cielo existen máscaras.
Una persona es superficial cuando decide serlo y de este modo será incapaz de mirarse, porque su idea sobre la felicidad se reduce a complacer sus caprichos, ignorar los derechos de los demás y creer que se puede caminar por la vida pensando solo en “su yo”.
Para ser exacta, encontramos a este tipo de personas en:
Estudiantes que consciente del esfuerzo de sus padres para que estudien deciden no hacerlo, perder el tiempo y mentirles siempre sobre sus calificaciones. Esto hoy es una moda, un estilo de vida y puedo sinceramente expresar que en los más de doce años que llevo como catedrática noto con dolor que los jovencitos parecen todos sacados de un horno, con las mismas ideas vacías, débiles, sin pasión, sin voluntad, sin responsabilidad (elevados porcentajes) porque sus progenitores siempre fueron complacientes y pagan con dinero la ausencia de consejo, la ausencia de tiempo útil para ellos para reemplazarlo con un Tablet o Play.
Mujeres conflictivas que solo saben pedir, maltratar y creer que el varón que sea su pareja debe complacerlas en todo para que ellas puedan dar amor; son las chantajistas modernas que son incapaces de sentir felicidad porque está de moda decir que “falta todo”; damas sin cultivo, sin tema de conversación, concentradas y fanáticas del culto a la moda y consumismo, aterrorizadas de envejecer por miedo a la decrepitud.
Personas que desconocen por completo el real sentido del “amor” como sentimiento puro y noble. Y es que lo han reemplazado por el “deseo” de poseer, alcanzar y “lucir” a x persona como trofeo para elevar el ego y en otros casos con cifras alarmantes, gente que hace de débiles sin autoestima que manipula y doblega, esclavos del dolor inmerecido porque no solo no saben amar sino que jamás reconocerán errores porque existe una total inconsciencia y vacío espiritual.
Un hombre con valores y sobre todo auténtica fe, jamás haría un daño consciente y cuida mucho sus actitudes, proceder y prefiere tragar polvo antes que manchar su camino. No existe lo perfecto, pero si el poder del hombre de caminar hacia la madurez desde que puede leer para vivir en armonía consigo mismo y así evitar males absurdos e innecesarios.
Personas acomplejadas y conflictivas que eligen vivir presas de envidia para destruir, criticar y sabotear los pasos de las personas con luz, fuertes y auténticas porque antes de resolver sus problemas internos en más sencillo caminar para competir con la fijación de pisar al otro y al lograrlo, dejar que el señor ego infle el pecho para “la foto”.
Personas sin ética y escrúpulos para llegar a sus fines, que además han creado la idea consuelo de que el creador vive ocupado en temas de más urgencia como para mirar sus pasos. Y se puede ser no ético en el trabajo, con los amigos, con la familia y proceder sin escrúpulos usando de pretexto el miedo, la desesperación e incluso una falsa depresión.
Personas violentas y estrictas, perfeccionistas con sus seres más cercanos para sanar su dolor del pasado. Nunca nada los tiene contentos, necesitan comparar, expresarse con ira, destruir con la palabra, etiquetar, comparar, derrumbar y hacerle creer a una persona o varias que son “inútiles”. Suelen ser las personas cargadas de altos niveles de ansiedad incluso química que jamás visitarán a los especialistas hasta que hayan dañado a media familia o vean a sus afectos caer enfermos en diversas dolencias.
Nadie tiene derecho de ir por la vida hiriendo y mucho menos es saludable que gente con este perfil tengan hijos si no siguen un tratamiento emocional. Y ojalá pronto en nuestro país se implanten medidas estrictas para realizar peritajes emocionales a los padres porque en altos porcentajes suelen ser responsables de que inocentes niños crezcan con dolor inmerecido, enfermando y labrando un destino desgraciado.
La ignorancia es atrevida queridos lectores, pero caminar con la vida sin valores y sin fe es una tragedia, porque con el tiempo, todos aquellos que proceden con inmadurez, necedad, terquedad, hedonismo y son parte del sistema superficial de estos tiempos solo sabe equivocarse, dañar y reconocen lastimosamente “generalmente tarde” que ser hombre es una responsabilidad que implica hacerse cargo del regalo de vivir con humildad.
Las abuelas sabias de esas que ya no hay mucho eran no solo dulces, eran severas en sus expresiones cuando buscaban pulir el alma de sus hijos y nietos. Por ejemplo, hacia 1915 circulaba en el Perú un cronista maravilloso que hablaba de estas abuelas que ojalá volvieran en sus crónicas llamadas “Viendo pasar las cosas”. El escritor Enrique Carrillo entregaba cada lunes una historia sobre diversos temas y recuerdo muchísimo que mis padres y abuelos me guardaron estos diarios para que aprendiera a tener valores y cuando leía al también conocido como “Cabotín” me reía mucho porque era sarcástico y crudo, pero otras veces me hacía lagrimear cuando narraba cómo una persona causaba dolores injustos a sus semejantes por superficial y vacío espiritualmente.
Hoy no existen muchos escritores que sean claros en el tema porque dicen por ahí que no “vende”, pero la gente está tan enferma del alma y del espíritu que deberían crearse escuelas exclusivas para “padres” antes de intentar serlo, con cursos de valores, inteligencia emocional, comunicación verbal y no verbal, historia reflexiva, fe y devoción, entre otros. Pero de momento nos matamos con Chile en la “Corte de la Haya” o se preparan todos los fines de semana solo fiestas infantiles en centros de comida rápida y se sueña con solo veranear en lugares de élite para sentirse exitoso y de pasadita departir charlas superficiales con la “gentita” porque el señor ego es el amo de la vida. Y ojo que no me refiero a toda la gente que vive en las zonas o las visita, pero lastimosamente si hacemos recuento, los porcentajes de personas que han hecho de este estilo de vida una necesidad para ser felices tienen el alma fría y la mente ignorante a nivel emocional.
El precio de ser superficial es igual no crecer, no hallar centro, vivir vacío, frustrado y enojado, entregado a la apatía, rutina y eligiendo criticar a los que viven en paz antes que mirarse. Es además mirar el calendario tarde con quejas absurdas, justificaciones tontas y lágrimas inútiles que no reconstruyen un ayer, curan un corazón o alivian un daño porque no existe peor desgracia que caminar sin saber cómo vivir y aún con posibilidades y talentos especiales preferir decir que mejor es fingir que todo está bien, antes que mirarse por dentro por carencia de agallas.
Y si al leer este post te has sentido “fatal” y usas de excusa al terrible miedo como amo, recuerda que la gente de fe hace el miedo algo semejante al polvo que se sacude, porque por encima de todo reconoce que es vital ser mejor persona cada día para de este modo demostrar gratitud por el regalo maravilloso de existir y ser además un digno hijo del creador. Y si bien todos cometemos errores, los mencionados y otros semejantes generan consecuencias que la vida a veces no otorga tiempo de remediar.
Ya lo saben Zeferinos, es lunes, es un post duro, pero para estos tiempos toca sacudir la mente y espíritu de gente que camina por la vida perdida o solo sabe ser como una roca en el camino de quienes no lo merecen.