Hitler ha asido objeto de todo tipo de investigaciones e hipótesis psicológicas: que era golpeado por padre, un aduanero austriaco; que adoraba a su madre Clara y culpó a un médico judío de su temprana muerte; que sus ascendientes eran semitas, y así podríamos ocupar miles de páginas, con teorías muy atractivas, en especial, para los visitantes de internet, para tratar de explicar la maldad de un tirano. Camus, por su parte, hizo un buen retrato psicológico de Calígula que, al descubrir el absurdo de la existencia humana, tomó el camino de la maldad hecha carne y sangre. Una vez muerto el Mamo Contreras, van a aparecer miles de análisis psicológicos sobre su maléfica personalidad; ya se dice que su madrastra lo despreciaba y maltrataba, ahí reside el posible origen del odio hacia sus semejantes y el nulo valor que le daba a sus vidas. Uno de los aportes fundamentales de Hanna Arendt es el concepto de “la banalidad del mal”, al describir la personalidad del asesino Eichmann, persona común y corriente, bastante simplón e ignorante, pero muy eficiente para llevar a cabo la gasificación de millones de judíos.
Manuel Contreras poseía una ambición ilimitada del poder, incluso, como Lucifer, quiso tal vez rebelarse contra su amo y señor, Augusto Pinochet, cuando veía cercano el fin de su “maravillosa creación”, la DINA. Nadie se había atrevido a lanzar una bomba contra un ministro de Salvador Allende, a pasos de la Casa Blanca, tampoco contra un ex general en jefe del ejército, como Carlos Prat o a herir de muerte al “hermano Bernardo” – verdadero santo laico – y para rematar con la “operación Cóndor”, la labor criminal de Contreras adquiere dimensión latinoamericana y mundial.
Sería absurdo sostener que la maldad de Manuel Contrera y de Augusto Pinochet hubiera tenido éxito sin el apoyo de los que yo llamo los “los mamos, los mamitos, los mamones y los mamados”, que en términos más académicos podríamos denominar como cómplices activos, pasivos y encubridores. Como bien lo sostiene Arendt, en situaciones de crisis el ciudadano común trasvasija sus valores aplaudiendo y celebrando el asesinato del prójimo que, en situaciones normales, jamás se le hubiera ocurrido ni pensarlo. Como en la Alemania nazi, en Chile un amplio sector de la clase de los ricos, gran parte de la clase media y el lumpen proletariado sirvió de sustento a la DINA y al régimen militar en general, en nombre de un muy primario anticomunismo.
Como acertadamente lo dijo Mónica González el domingo 9 de agosto, en el programa Tolerancia cero, hay una serie personajes del mundo económico que se hicieron ricos gracias a los crímenes de la dupla Pinochet-Contreras, incluso, algunos de ellos financiaron las actividades de la DINA. El testimonio del “Mocito”, suche de Contreras, es contundente al sostener que los sueldos del personal civil de esta institución eran pagados por el empresario fascista, Ricardo Claro.
Parte de la plutocracia que hoy gobierna el país es cómplice pasiva o activa del fascismo nazista-franquista de Pinochet y Contreras. Por cierto, los gobiernos chilenos en democracia no han tenido ni el valor ni la voluntad de condenar con fuerza estas actividades de terrorismo de Estado. Al menos, en Alemania no se permite la apología de estas doctrinas fanáticas y criminales; en Chile, por el contrario, muchos de los hoy empresarios que se enriquecieron con las privatizaciones durante la dictadura, ahora destinan el dinero mal habido a comprar políticos de todos los pelajes, bajo inmoral teoría de que todo hombre tiene un precio.
Dejémonos de hipocresías: en el Chile pos dictatorial existió un 40% de los encuestados que aún apoyaba la dictadura; hoy, luego de 40 años, sigue vigente un porcentaje no despreciable del 15% que considera buen gobierno el del dictador sanguinario Pinochet, lo cual me hace pensar que estamos lejos aún lejos del famoso “nunca más”, pues los mamitos y los mamones están felices comprando sus políticos, que le salen baratos que los electores. Seguramente los nuevos criminales no tendrán tan nefastos apellidos y tratarán de convencernos de que jamás serán iguales a la dupla Pinochet-Contreras, pero que mamitos y mamones, los hay, los hay.
La gente suele olvidar, incluso el ex Presidente Patricio Aylwin, consideró mejor al tirano Augusto Pinochet que al democrático Presidente Salvador Allende, y que también hay víctimas que terminaron adorando a sus victimarios – ¿síndrome de Estocolmo? -, baste recordar a los diputados que votaron en contra de la acusación constitucional respecto al ex comandante en jefe, Augusto Pinochet, o el Presidente Frei Ruiz-Tagle y José Miguel hicieran lo imposible por traer del Londres al reo para que fuera juzgado en Chile, lo que nunca ocurrió.
Ahora llegó la oportunidad de denunciar a mamitos y mamones para evitar que se sigan propagando como una peste.